Banqueteros, con el Cervantes
Juan Jesús Jiménez comenzó una serie de charlas que por sus respuestas se convierten en divertidas anti entrevistas. Alain Cervantes platicó con él sobre el divagar.
Juan Jesús Jiménez comenzó una serie de charlas que por sus respuestas se convierten en divertidas anti entrevistas. Alain Cervantes platicó con él sobre el divagar.
Por Juan Jesús Jiménez
San Andrés Cholula/Huejotzingo, Puebla, 15 de septiembre de 2020 [00:01 GMT-5] (Neotraba)
Si algo es seguro en la vida, es que nada lo es. Ninguna realidad es igual. Replicar mi experiencia en la suya sería un acto egocéntrico y nada saludable, tanto para usted como lector, como para mí como escritor. Podemos consultar más puntos de vista, ver desde otra perspectiva este tema que inicié en mi anterior columna, pues la verdad es un ideal y sólo nos podemos aproximar: el divague, o bien, banquetear sin estar en la banqueta.
Las entrevistas mostradas a continuación, desde una generalidad breve, parten de mi relación con cada uno de los entrevistados y las experiencias que los han formado. Cada entrevista es diferente de las demás, con distintas preguntas para distintas personas. Cabe aclarar que les estoy muy agradecido a todos ellos por participar en mis inventos.
Sin más, para empezar este grupo de entrevistas: Alain Cervantes. Buen lector, escritor, investigador, residente de Huejotzingo y alguien con quien suelo debatir mucho.
Eran cerca de las doce, ambos teníamos un espacio en nuestro horario de clases y pactamos ocupar ese hueco en algo útil o, de menos, entretenido. ¿Tienes tiempo para una entrevista?, le dije. Y así, mediante una llamada en Teams, nos pusimos a banquetear desde la distancia.
Juan Jesús Jiménez. Quisiera empezar por saber qué entiendes por divagar.
Alain Cervantes. El no concentrarse en algo específico, y por ello no debería hacerse al escribir. Como un pasillo con muchas puertas: desde ese pasillo se accede a otro pasillo, a otras puertas, se descubren cosas nuevas, se comparte, se puede perder uno, pero todo parte de un pasillo base. En términos sencillos, conectar diferentes temas en uno solo. Subirse por las ramas como se diría coloquialmente. Un complemento informal de la idea general que se estudia de forma inconsciente.
JJJ. Uno suele divagar cuando no tiene algo importante que hacer. No es un asunto de vida o muerte…
AC. También se divaga en cosas importantes. Te empiezas a preguntar cosas que pareciera no tienen nada de relación con lo que se hacía al momento. ¿Cómo voy a hacer algo? ¿Por qué lo voy a hacer? Son preguntas frecuentes cuando se divaga y se relacionan con qué tan concentrada esté una persona en una actividad
JJJ. Entonces,¿a qué detonante obedece?
AC. Dos cosas: el aburrimiento y la inspiración. Si estuviera aburrido, te contesto cortado. Si estuviera inspirado, me extiendo en mis respuestas. Entre ambas, el aburrimiento es una vía más directa para divagar, aunque pueda convertirse en ocio.
Como estar en una clase y ponerse a jugar en el celular. No estás divagando, estás aburrido, disperso y das a parar en el ocio.
JJJ. ¿Hay alguna línea que los separe?
AC. La de su orientación. El ocio es muy disperso, no hay oportunidad de enfocarlo pues sólo expulsa de la realidad, de su aburrimiento. El divague es disperso, sí, pero con cierto orden en relación a su detonante. Es divague cuando se desprende de un tema y sigue esa línea de investigación, pero es ocio cuando no tiene fin ni origen específico.
JJJ. Platícanos alguna de tus experiencias de divague.
AC. Me pasaba mucho en el taller de cuento. Realmente no ponía atención —no porque me robara las ideas o por no tolerarlas— porque escuchaba las aportaciones y las comprimía en mi experiencia.
Divagar era una herramienta para saber qué sí y qué no escribir. Un ejemplo de ocio era escuchar música en el camión: no era como que hilara pensamientos, sólo veía la ventana.
JJJ. En una columna mencioné que todo mexicano divaga en general, ¿es posible que varios individuos divaguen sobre lo mismo?
AC. Podría ser cierto, pero por sectores. Obedece un poco a la necesidad de cada persona. Un estudiante de preparatoria y un obrero de la Vocho no piensan lo mismo; cuando un adolescente lo hace sobre las cosas más inmediatas: qué va a comer, qué va a vestir, etc. Cuando divaga un empleado de gobierno puede que lo haga sobre un futuro a corto plazo, debo comprar croquetas a mi perro, debo entregar tantos informes, salgo a tal hora…
JJJ. ¿Consideras que divagar es importante, fuera del aspecto artístico?
AC. Uno se volvería loco si no pudiera hacerlo. El estrés es cabrón. Cuando te conectas al 100% con algo, si no estás capacitado para enfrentarlo, las cosas te consumen. Meditar es suprimir esta habilidad.
Divagar nos hace versátiles en los pensamientos práctico y cognoscitivo. Absorbemos desde no concentrarse en una sola acción. Cuando escuchas a The Weeknd —no necesariamente para amenizar el encuentro sexual de dos adolescentes— piensas con quién te gustaría compartir esa canción, lo que hace que te guste más ese tipo de música.
JJJ. ¿Y desde lo cultural o lo literario?
AC. Yo pienso que divagar sólo es útil a la literatura cuando es necesidad.
La objetividad es plana, pero divagar hace más viva una historia y personajes. Uno llega a identificarse con ese divague y termina por entender la relación entre ambos conceptos para empezar a divagar por uno mismo: bueno, ¿y luego qué? ¿Qué queda de la historia?…
JJJ. Por último, y algo que pienso es de vital importancia para comprender a una persona, ¿cuál es tu helado favorito?
AC. Prefiero los cremosos, los de manzana, fresa, mamey. No soy de nieves ni raspados, aunque depende de mi ánimo. Si tuviera que elegir uno, sería el de mamey. Dulce en la lengua pero ácido al paladar. Además, el mamey es rico.