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Caravana migrante de Veracruz a Puebla, imagen tomada de expreso.press
Caravana migrante de Veracruz a Puebla, imagen tomada de expreso.press

Por Luis J. L. Chigo

Nuestro pequeño siglo en pañales levanta con orgullo el estandarte de la información como su distintivo. Todo el conocimiento se ve y se discute por internet.

Facebook fue más allá. Consecuentemente al acceso a la información se dio el acceso a la opinión. Una curiosidad más de su época, amable lector: toda persona nacida después de 1900 (año de publicación de La interpretación de los sueños), es propensa a contraer cuanta enfermedad mental se cruce en su camino. Y hasta aquí una pregunta: si usamos la información para opinar y en nuestra época hasta el alma se enferma, ¿somos libres?

El año pasado, la Universidad de Oxford descubrió la utilización de los tres tipos de métodos de redirección de información para influir en las decisiones del público en México[1]: bots, cyborgs y humans. Todos operaban cuando abríamos las redes sociales de nuestra preferencia y sólo aquí y en Brasil sucedía tal evento. Primer indicio de una falsa libertad de elección de información. Falsa también en muchas ocasiones la información misma.

Puede Usted refutarme, de viva voz la inmigrante rechaza la comida. Permítame entonces soltar otra pregunta: ¿será que la interpretación directa de la información depende en buena medida del criterio propio?

Lo ilustraré de la siguiente manera. Basta teclear la palabra cigarro en el buscador para obtener todo tipo de resultados relacionados con la muerte y no hará falta, pues en nuestro país las cajetillas vienen con imágenes de ratas y pulmones casi putrefactos, indicando los daños del tabaco. Pero, a pesar de todo ese bombardeo de información, la gente sigue fumando y algunos datos confirman el alza en su consumo[2].

Ahora bien, si un inmigrante daña mi moralidad con sus comentarios, ¿por qué no seguirle dando mi apoyo a su persona y a su pueblo? A pesar de todos los golpes dados en el pecho, lamentablemente el bien no es tan adictivo como la nicotina, no es un vicio lo suficientemente grande como para pasar por alto el “desperdicio” de la ayuda.

Luego está toda la libertad posible para opinar, opiniones muy bien llevadas con mi alma y sus padecimientos, y la emisión del juicio más prudente posible: “¡les abrimos las puertas y vean cómo nos pagan!”. El escándalo por el rechazo a un plato de frijoles, ignorando las 20 toneladas de comida desperdiciadas al año en nuestro país[3].

***

Conocí a Chantal y a Joseph cuando la caravana pasó por Puebla. Compartí con ellas una cajetilla de cigarros y charlamos un par de horas. Nada me pareció tan revelador en la plática como el hecho de su alusión a las ocasiones en las cuales habían salido a divertirse. Incluso estando en movimiento, tenían días específicos para tomarse un trago, cargo a la invitación de un mexicano. Reprender esta acción considerando su condición no sólo hubiera reafirmado una doble moral sino además una profunda ignorancia; nada hay más antiguo y civilizador ante la fiesta y el rito. De la fiesta y el rito nacieron nuestros dioses y la configuración social.

De vuelta a casa, mi amigo Óscar a quien acompañé ese día, formulaba la siguiente pregunta: ¿te imaginas un viaje [como el de la caravana] sin nada para fumar o beber? Mi sistema nervioso, exigente en sus excusas, se sintió aliviado al recordar la cajetilla regalada por Óscar a cada una. No vi tirar a nadie la comida ni la ropa. Es más, un indigente (mexicano, por supuesto) se acercó al grupo de inmigrantes y en una acción maravillosa, una de ellos tomó su plato recién servido y se lo entregó. Regresó a comer la mitad del que tenía su hija.

***

A veces no se le puede exigir más al colectivo. México no es un país de lectores, sigue conservando el promedio de casi 4 libros leídos por un habitante al año. Leer humaniza, sitúa al hombre en su trato con el mundo. Pero México no lee, indiferentemente del nivel educativo. Paradójico para una sociedad donde las humanidades no son bien vistas.

¿Cuánto de lo dicho a diario es más un saber y no una creencia? Nada me ha parecido tan irreverente como escuchar a jóvenes de preparatoria pública soltar comentarios xenófobos o clasistas. Llegar a este nivel educativo, a pesar de ser un número en aumento, es una fortuna en este país y ver cómo nuestras ambiguas expresiones culturales no cambian es extraño.

Cosas aparentemente obvias en el colectivo pierden todo sentido. Si la caravana está en boca de todos, evidentemente alguien la colocó ahí, a propósito en nuestras lecturas. La DW se ha visto grandemente beneficiada. Desde el primer día de la noticia, ha publicado ya varias actualizaciones sobre la misma en Facebook, casi a diario. Dejado a su manejo más vulgar, cada post sigue causando comentarios despectivos.

Pero es más fácil consumir la mentira y no investigar, pues ser libre y decir la verdad ha sido desde siempre un acto trágico. A Sócrates la asamblea lo condena a beber la cicuta y a Julio César una espada en manos de Bruto, un nacionalista de su época, le atraviesa el corazón. Ser ambas cosas es así signo de valentía.

He leído últimamente en redes sociales la frase “el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano”. Qué tontería. El enemigo se elimina, se lucha contra él, y a este paso nos quedaríamos sin habitantes.

El peor enemigo de un mexicano (y del mundo entero) es la ignorancia, la nacida de la desidia. Quizá sí lo sea su subconsciente: si los frijoles están en el centro de todo es porque íntimamente detestamos sea el ingrediente básico, junto al maíz, el chile y la calabaza, de nuestro genotipo.

Y aún con ello, ¿cuál es la causa del iracundo deseo de ver al necesitado humillándose y a mis pies, a sabiendas de que nuestra patria es objeto de humillaciones internacionales todo el tiempo? “Los nacionalismos crean monstruos”, decía el maestro Fernando Del Paso. Un subconsciente traidor, sin duda alguna el nuestro.

Frente al manejo de la información y de la ética reflejada en ello, ¿quién elige ser el receptor? ¿Un Julio César o un Bruto?

[1] https://comprop.oii.ox.ac.uk/wp-content/uploads/sites/89/2017/07/Troops-Trolls-and-Troublemakers.pdf, p. 13.

[2] https://drive.google.com/file/d/1Iktptvdu2nsrSpMBMT4FdqBIk8gikz7q/view, Anexo III.

[3] http://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/mexico-desperdicia-20-millones-de-toneladas-de-comida

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