Al son que me toquen bailo
Los domingos en el Palacio Municipal de Monterrey se llevaba a cabo bailes, suspendidos por la pandemia. Adriana Barba nos lo recuerda.
Los domingos en el Palacio Municipal de Monterrey se llevaba a cabo bailes, suspendidos por la pandemia. Adriana Barba nos lo recuerda.
Por Adriana Barba
Monterrey, Nuevo León, 31 de julio de 2020 [00:30 GMT-5] (Neotraba)
Baile: movimiento que implica al cuerpo entero, manos, piernas, brazos, pies, al compás y siguiendo el ritmo de una música determinada, es decir, el movimiento corporal que se realiza debe acompañar, ir de acuerdo a la música que está sonando detrás y que moviliza la danza en cuestión.
Hola, soy Adri y el baile es una de mis fortalezas.
De chiquita escuchaba decir: “mira, trae el ritmo en la sangre”, seguro debí haber nacido cubana, venezolana, colombiana o puertorriqueña, pero no, soy regiomontana y al son que me toquen bailo.
En unas buenas épocas los salones de baile me llenaban de emoción, desde hace tiempo mi cocina se convirtió en la pista ideal para sacar la energía, para relajarme después de una rutina de trabajo o de mucho estrés, algo así como para la gente normal ver Netflix.
Las intensas clases de baile que tomé cuando era niña fueron clave en el ritmo y pasión que le meto ahorita a la rumba guapachosa.
Hace ya varios años, cada domingo, en el centro de Monterrey, abajo del Palacio Municipal, se llevaba a cabo el tradicional baile de las personas de la tercera edad; evento al que asistían cientos de regiomontanos. Los encargados de amenizar era la Banda de Música del Municipio de Monterrey.
A las 10 de la mañana la pista ya estaba lista para sentir los mejores pasos de baile de aquellas hermosas parejas que, como yo, disfrutaban tanto mover el cuerpo.
Yo acudí al llamado dominical varias veces, en todas quedé maravillada por esa sutileza de los pasos de danzón, aquella conexión entre las parejas para hacer el baile perfecto, para disfrútalo al máximo. Juré volver, siempre decía: a la próxima le sacaré brillo a la pista y estos señores quedarán con el ojo cuadrado con mi ritmo, pero nunca encontré pareja ideal para ese momento tan épico.
Ahora, los domingos son tristes abajo del Palacio, hace unas semanas caminé con mi mejor amigo varios kilómetros hasta llegar a ese lugar que me había hecho amar más el baile. Ya no hay domingos de baile, de conexión, de vida.
Una pandemia nos robó cosas valiosas, como los abrazos, el mirarte a los ojos y sentir que la música te lleva a su ritmo acompañada de tu pareja de baile.
No sé dónde bailarán ahora esos cientos de regiomontanos de la tercera edad, espero que igual que yo, su cocina sea el escenario perfecto para bailar el ritmo de Gardel.
De lo que estoy segura es que con cubrebocas pero volverán, volverá la música, la conexión, el ritmo, los domingos y la emoción por el baile.
Hoy mi foto es en una pista triste, solitaria, llena de miedo por una pandemia, la próxima será llena de vida, de gente que, como tú y yo, amamos el baile.