¿Te gustó? ¡Comparte!

Monterrey, Nuevo León, 11 de febrero de 2025 (Neotraba)

Todas las fotografías aparecen por cortesía de Fer Vega

La voluntad de extinguirte entre la multitud al choque de los cuerpos. Las masas volátiles y destructivas. Los asientos numerados para prensa hacen visible a toda costa tu existencia al transcurrir de la noche. Puerta 1, sección E, fila H, asiento 18.

Se asoman los bochornos que preceden a la primavera. Febrero loco, incomprendido, impredecible, y marzo otro poco, dicen. Tu olfato se acelera cual bestia bajo el instinto de supervivencia. Los aromas de las cabelleras sucias y el sudor agrio acumulado durante la jornada laboral que no les da tiempo de regresar a casa a tomar una ducha refrescante. Los inhalas contra tu voluntad.

No entiendes a los individuos que no aprovechan el cierre de las vialidades para agilizar el paso a costa de la apacible tranquilidad de los vecinos popof de zona tec. En redes ya circulan videos de algunos medios que aprovecharon para sacar la nota pesimista y recalcitrante sobre la inconformidad de los habitantes cercanos al Estadio Banorte y sus alrededores.

Linkin Park en Monterrey. Fotografía de Fer Vega
Linkin Park en Monterrey. Fotografía de Fer Vega

No importa el género o la banda, para ellos todos son criminales, borrachos, satánicos y violentos. Linkin Park, la conmoción que derrumba la ciudad y la convierte en el epicentro del nu metal.

Te bajaste en la rotonda del TEC. Caminaste apresurada un buen tramo. Se acumulan entre la banqueta los asistentes de la noche. Apachorrados. No dan cabida a tus endemoniadas zancadas. El tiempo contado. Te escabulles a mitad de tu jornada laboral. Con el pésimo cambio repentino al horario nocturno. Imposibilita a toda costa la segunda vida crepuscular. Cargas tu laptop y conviertes la Ruta 209 en oficina ambulante que te permite exorcizar los entes del inframundo que se entrometen y trepan sobre tu poca cordura y estabilidad.

El desfogue ha sido la música. Te arrebatan la música, te arrebatan una gran parte de existencia. Desmiembran hasta la última partícula corpórea que consigue mantenerte de pie.

Existe una melodía tridimensional característica de las noches de concierto en grandes estadios:

Buscoboletovendoboletoplayerasllaverosgorritassudaderasjochitoscigarroschiclesvieneviene.

Adherido a la melodía que emana de esos aromas que ensalzan la caminata en la búsqueda de la puerta correspondiente a tu boleto. Aceite ardiente, cebolla quemada, chile toreado, salchicha gorda, polaca y viena.

Las ventajas de la inmediatez y tecnología entre los vendedores ambulantes son las terminales para pasar la tarjeta o en su defecto armar una transferencia en corto y adquirir la merch no oficial del concierto. Le preguntas la talla al afortunado en cuestión, buscas demencialmente y envías fotos de la prenda a elegir. Una comisión de a veinte y ya está. La guardas y te apresuras al depa de Vlad a resguardar las pertenencias no permitidas. Terminó tu jornada laboral. Apresurada y acalorada regresas para alcanzar a la primera banda.

Previo a la primera presentación de la noche suena El Corrido de Monterrey. Los Chicharrones Méndez son los predilectos de estadio con su salsita verde cremosa y limón. Te aferras a la idea de no chelear. El acomodo de los asistentes en sus lugares, el ir y venir por la chela o al baño. La videollamada a los ausentes y menos afortunados que no pudieron venir. Intentas camuflarte entre tus negras prendas y la capucha de la sudadera de red que para nada te libra del bochorno. Te camuflas de cualquiera, incluso, de ti misma.

AFI para entrar en calor. Somos más los del tercer piso pa arriba acá presentes. Nos consume un incendio abrasador desde la primera canción. Esa poderosa voz de Davey Havok resuena al viento y los bochornos palpables de los que se impregna la ciudad. Hunter Burgan, Jade Puget y Adam Carson son el complemento de esa estridencia de Davey al frente que les colma de una fiereza sobre el escenario bastante volátil, casi letal.

Para culminar el show, y al dirigir algunas palabras, casi siempre en español, Davey aprovecha esa desmesurada energía alrededor para colmar a Adam Carson de vitalidad tras pedirle a los asistentes que le ayuden a cantar “Cumpleaños Feliz” a su gran amigo y compañero que se encuentra celebrando en tierras regias una vuelta más al sol.

A la enfadosa espera es donde se agradece el detalle de las gradas. ¿A ti por qué te mandaron si no te gusta Linkin Park? te dice un bato. Te limitas a no responder. Aprendiste a no dejarte llevar al colapso de adrenalina. No dar explicaciones. Mantener selectivas tus batallas.

Linkin Park en Monterrey. Fotografía de Fer Vega
Linkin Park en Monterrey. Fotografía de Fer Vega

Cada uno en sus lugares, congregados en el estadio, a la expectativa. Se apagan las luces y la primera llamarada de nostalgia nos quema de golpe y de frente. Mezcolanza generacional que arranca con “Somewhere I Belong” canción que consigue hacer vibrar de forma descomunal cada ínfimo rincón del estadio. El piso se mueve. Retumba. Emily Armstron a cada nota resuena con aires de nostalgia y frescura. Tiene una mirada radiante, profunda y violenta, una ligera sonrisa que en ratos se tuerce, y a la par del levísimo pero evidente nerviosismo, le hacen lucir encantadora y a su vez poderosa. Consigue una inmediata conexión con el público que esperó toda una década para poder asistir a un concierto de Linkin Park en vivo.

“Crawling” intensifica las emociones entre los asistentes. Emily evoca cada sentimiento en su interpretación. Mike Shinoda, con ese destello de carisma y rudeza tan característicos, se adueña del micrófono, alternando con rap, mientras se desplaza sobre la pasarela. La adrenalina se acrecienta. “New Divide” para intensificar la atmósfera y “The Emptiness Machine” con esos riffs de guitarra de Brad y bajo de Dave que paralizan y estremecen en automático. Joe Hahn con ese toque único de los samples y efectos electrónicos envolventes. Rob en la batería es el motor que mantiene a flote el ritmo y la energía que galopa a lo más hondo de los fieles seguidores.

Se desata una descomunal efervescencia. Un puñetazo directo a la expectativa de ser la primera rola de lo más reciente de Linkin Park desde la ausencia de Chester donde la banda dejó bien marcada una clara evolución al derroche de bestialidad entre los asistentes.

La energía no disminuyó con “The Catalyst” que transportó a todos a un clímax de otro nivel. Eufóricos. Consiguió darte en el punto exacto de ebullición. “Burn It Down” y “Over Each Other” mantuvieron el ritmo. Para continuar con “Waiting for the End” en donde ninguno en butacas se dió tiempo de volver a sentarse. “Castle of Glass” con toques etéreos y contrastantes ante la ferocidad alrededor. Por mencionar algunas.

Desde las pantallas los camarógrafos retratan los rostros de los miles de asistentes. Un bato mero adelante lleva un dibujo hecho a mano del legendario Chester Bennington. Todos los presentes le ovacionan y gritan al unísono “Chester, Chester, Chester” por un rato y prosiguen a gritar “Emily, Emily, Emily”. Físicamente ausente, Chester es recordado con cariño, homenajeado en cada presentación. Se percibe su presencia en el aire.

Finalmente llegó el momento anhelado y a la vez menos esperado de la noche. La banda decidió interpretar “Given Up” una elección que no había sido parte de otras fechas en México. La explosión de energía fue indescriptible y el público se entregó por completo. “One Step Closer” y “Lost” mantuvieron la adrenalina al máximo, mientras que “Good Things Go” ofreció un respiro emocional antes de regresar a la intensidad con “What I’ve Done”.

La secuencia continuó con “Overflow”, “Numb”, “In the End” donde la multitud se unió en un canto masivo, creando un momento trascendental que quedará grabado en la memoria de todos. “Faint” y “Papercut” llevaron la energía a un nuevo nivel, y el cierre con “From The Inside” otra de las rolas que no habían sido interpretadas en fechas de México y
“Heavy Is The Crown” dejó a todos con ganas de más. Finalmente “Bleed It Out”. Para culminar.

Volver a la normalidad del vecindario.

El ruido, la vialidad, la inseguridad. Con todo respeto no sabemos qué tipo de personas vengan al estadio, nos pueden golpear, es gente desconocida. Cuidamos los estacionamientos, se arma un despapaye, las autoridades no atienden nuestros llamados, los franeleros agreden a los vecinos y amenazan con amedrentarnos en bola. El retumbar de las ventanas de los edificios, pobre de la gente mayor y de nuestros niños.

Dice un bato, con bata de baño, de aspecto desaliñado y frustrado.


¿Te gustó? ¡Comparte!