Americano, por favor: Cafecito del sureste
Juan Jesús Jiménez comienza una serie de recomendaciones de cafeterías en Puebla: Cafecito del Sureste en la 5 oriente 208 es la primera. Un café bonito, céntrico, barato y con un americano deleitable.
Juan Jesús Jiménez comienza una serie de recomendaciones de cafeterías en Puebla: Cafecito del Sureste en la 5 oriente 208 es la primera. Un café bonito, céntrico, barato y con un americano deleitable.
Por Juan Jesús Jiménez
Puebla, México, 13 de enero de 2025 (Neotraba)
Escribo sólo para mí. https://www.youtube.com/watch?v=bFxxcQuLnbI&pp=ygUTY29jaW5vIHNvbG8gcGFyYSBtaQ%3D%3D
Es bueno volver a abrazar mi teclado. Como siempre, las razones de mi descanso son muchas y muy variadas. Entre otras tantas; trato de ser más amable con mi mente, y de respirar de vez en cuando. Pero ahora, con mi libreta llena de cosas y notas dispersas es bueno cargar a la batalla de nuevo. Clickea el teclado, señal de que llegamos. Pero antes de llegar a páramos abstractos –y ciertamente enrarecidos por mi desorden– pensé en mantener una constante. Ahora sí, constante. Y agregar un apéndice a mis columnas. No porque me lo hayan pedido –a este punto nadie me pide nada–, sino porque deseo hacerlo. Una guía sobre cafés en Puebla: arbitraria, limitada y obviamente personal.
Por lo que sobra decir: no pretendo ser la única guía ni la mejor sobre cafeterías en Puebla[1]; deseo escribir sobre las cosas que veo en ellas, si me agradan y también de las que no –aunque serán las menos, quizá. Con cuchara en mano, saque la vajilla fina, y abra un surtido rico.
Descubrí el lugar por accidente. Una amiga me vio muy estresado una semana y me dio un cupón válido por un café gratis. Y como todo adicto, no pude decir que no. Pero no cambié el cupón sino hasta una semana después. En mi cabeza tenía sentido; no había leído la vigencia y considerando que se trataba de una nueva cafetería en la zona, el local no habría abierto todavía.
Era septiembre, y una de sus mañanas lluviosas canceló mi clase de las ocho. Saqué mi cupón, leí el horario de atención de la cafetería y enfilé a la 5 oriente. Esperaba un edificio entero adecuado a la cafetería. Por lo que le di varias vueltas a la calle, buscando el café. Claro que hay que tomar en cuenta mi pobre vista y mi atención dispersa, para comprender que, siendo el cuarto para las nueve, finalmente di con el cartel fuera de una casona en reparación que anuncia en letras negras y fondo blanco: Cafecito del sureste.
La entrada la custodian dos imprentas que no abren sino hasta las diez y, dando al patio central, está un restaurante –que no mencionaré porque de ellos no es este artículo. Decorados en talavera, paredes altas, arcos inmensos. La soledad del edificio, y el silencio que sobre él se cierne, devora la ciudad que se desangra en el parque, al fondo de la calle. Es en su luz natural, proyectada por su rebote en las paredes blancas, que se dibuja un arco al fondo. Rodeado de plantas y luces, hay dos puertas en él; la primera es un enrejado que parece llevar a otra parte de la casa, la otra –más moderna y con un montón de cosas escritas con plumón en ella–, da paso a un cuarto pequeño. Mesas y sillas variadas; algunas de madera, o de metal, o de plástico delinean el espacio frente a una barra.
Luz cálida en paredes de una mezcla de adobe, ladrillo y mortero. Plantas, algunos carteles, juegos de mesa arrumbados, artículos varios en venta. El lugar podría parecer pequeño para albergar un café. A decir verdad, cuando lo vi por primera vez pensé que no le cabrían más de diez personas, aunque había asientos para más. Nunca he podido comprobarlo. Pero este pequeño trozo del centro histórico, tiene un encanto ominoso. Dándole vueltas mientras voy en los camiones, pienso que podría ser por la simpleza. No como el minimalismo industrial que sólo sabe jugar con espacios sin textura y color; una simpleza humana. Pocas cosas en un orden tal, que todo lo existente puede ser reducido a una palabra o concepto, en este caso: un café.
Habría ido al menos unas cinco veces distintas después de cambiar mi cupón vencido –porque sí, aún vencido, me lo hicieron válido. Y en todas mis pruebas de fuego; un americano sin azúcar. Pues lo simple siempre es crudo. Y no hay mucho qué ocultarle a una bebida que consumo desde mi adolescencia. Hasta el día de mi cumpleaños 22. Con la idea de sólo consumir un café como era usual. Pero para entonces me había comprado una libreta que he destinado para mis notas diarias, y ya tenía la idea de hacer estas reseñas. Pedí un americano, como es costumbre. Estábamos sólo el barista y yo. Agarro valor y le explico mi idea. Le digo que me gustaría hacer una reseña del lugar y accede.
¿Cuál es tu nombre? –pregunto. David Eduardo López Hernández –responde. Me dice que fue estudiante de Ciencias Políticas, que es poblano, que tuvo una tesina sobre la economía del café. No hace mucho que abrimos –agrega– hace tres meses apenas. Amable, alto. David limpia sus utensilios en la barra mientras me cuenta cómo es que abrió el café; mientras trabajaba en mi tesina me pregunté ¿por qué si en Europa es negocio el café de especialidad, aquí no podría serlo?
Por lo que pude entender, Cafecito del sureste sigue un modelo europeo; la cafetería comercia directamente con productores para ellos costear empaque, distribución, oferta y venta. Su molino surte a otros vendedores y sucursales. Hugo –su proveedor– es de la sierra de Chiapas, es mi amigo y nosotros emprendimos este negocio. La misión, me dice, es lograr un Juan Valdez mexicano; sembrar, cosechar, moler, producir y servir. Y llevan ventaja dice. En Puebla sólo hay tres cafeterías de especialidad y aunque en la misma calle puede haber un Starbucks y un Punta del Cielo, la gente aún prefiere las cafeterías como nosotros.
Me cuenta que ahora la mira está sobre el norte. Abriremos una sucursal en Mazatlán. Parece ser que el negocio del café también es demandado en esa parte del país. Es obvio que deberemos adecuar nuestros productos, pero la necesidad ahí está. Terminado mi café, me despido de David y prometo volver.
Un café bonito, céntrico, barato y con un americano deleitable. Además, ofrecen bebidas de especialidad. El personal es muy amable y la atención es muy buena. Apenas volví el día de hoy –6 de enero–, y añadieron cosas a la carta. Quizá por lo reciente, me quedaron a deber con los chilaquiles, pero en general es un excelente lugar en el centro de Puebla para disfrutar de un buen café.
Para ser mi primera reseña de este tipo, empezamos bien. Cuatro de cinco tazas.
Cafecito del Sureste
Teléfono: 222 587 4956
Dirección: 5 oriente 208. Interior 104-B
Instagram: @cfds.puebla
[1] Sobra decir que no me pagan por esto. Y por eso puedo decir; ¡PINCHE GOBIERNO!