Vidas paralelas. Lo que soy, lo que quiero ser.
Día 5 del dossier “Cuarentena de crónicas desde el confinamiento”. Por Verónica Ortiz Lawrenz.
Día 5 del dossier “Cuarentena de crónicas desde el confinamiento”. Por Verónica Ortiz Lawrenz.
Por Verónica Ortiz Lawrenz
Ciudad de México, 30 de marzo de 2020 (Neotraba)
Todo se confunde en un mismo espacio vital. Porque te mueves limitadamente mientras, multiplicados, los datos de la pandemia son la epidemia misma. Saturada de información, lo único que me queda claro es que no debo salir de casa. No salir es ser prisionero de tus propios miedos.
Miedos inducidos por los que más provecho sacan a este nuevo virus: las farmacéuticas, los enemigos del cambio y los corruptos de siempre. La campaña orquestada por el poder engaña, manipula, enciende hogueras para sacrificarnos como rehenes de sus mentiras e intereses. Por eso decido evitar whats y tweets sobre el tema, no abro memes, cambio de hoja o de canal cada que un columnista insiste en decirme lo que debemos o no debemos hacer como si fuera él gurú sabelotodo, antes chayotero, antes nada.
La pandemia cuestiona nuestras seguridades. El status quo se tambalea. De esta experiencia, ¿qué necesitamos aprender? ¿O nos quedaremos igual, defendiendo nuestras mezquindades? La pandemia es un regalo de purificación, si quisiéramos tomarlo así. Con tantas horas libres, habría que reflexionar sobre nuestros juicios y creencias. Si, como señalaba Aristóteles, “el asombro es el origen del pensamiento”. Todo hoy nos asombra.
Los juicios son creencias cerradas: vienen del pasado, van al futuro, son como piedras. Matan. Las mentiras repetidas se acomodan en mentes vacías y forman raíces. El antídoto es el pensamiento crítico. El filósofo, recientemente fallecido, George Steiner señalaba que: “pensar es una empresa solitaria… autista, loca…”. Las raíces de los juicios se conforman de mitos, falsedades. Las sociedades globales no reflexionan, consumen. No discuten, creen en lo que se les vende, es su manera de pertenecer; si no lo hacen se sienten perdidos, porque pocos son capaces de tener un pensamiento independiente, “de ir al fondo de sí mismos” para preguntarse qué quieren o rechazan.
Los medios comerciales de comunicación, para dividir a la sociedad, promueven el odio. Imponen ideas, las machacan, las consumimos completas. Desde el maniqueísmo, no hay matices: somos buenos o malos, feos o bonitos, cultos o ignorantes. Pero resulta que en los matices estamos nosotros los seres humanos reales. Negar la riqueza del “ser” es negar a la especie humana.
Borrar nuestras mentes, nuestros deseos parece ser la consigna. Controlarnos. Por años lo han hecho a través de las religiones, de la educación, de las prohibiciones sociales, de las políticas de censura. La manada obedece, no hay disenso, oposición. Nos uniforman. Eso intentan. Que repitamos a otros lo que ellos quieren. Por ejemplo, el presidente Trump insiste en llamar China a esta pandemia. También asegura que los mexicanos pobres, migrantes, son todos asesinos y narcotraficantes.
Ahora tenemos tiempo, eso es lo que nos regala este virus. Tiempo para empezar a pensar, abrirnos emocionalmente. Apartémonos de la vorágine de mensajes maniqueos y busquemos en las lecturas de filósofos, de los clásicos. O nuestras propias ideas, abiertos a la reflexión. Esta introspección posible tiene que ver con lo que haces y lo que realmente deseas. Con quién eres y lo que quisieras ser.
En esta búsqueda de mi pensamiento desde el asombro me abro camino a través de los libros. El paquete que tengo frente a mí es poderoso y variado: Los logócratas, de George Steiner, uno de los mayores pensadores de nuestra época, afirma que: “los libros son nuestra contraseña para llegar a ser lo que somos”. Con él voy despacio porque cada frase me obliga a detenerme.
Gastronomía e imperio, La cocina en la historia del mundo (FCE, primera edición en español, 2019), es un recorrido de 5 mil años que la historiadora de la cocina, bióloga de formación, Rachel Laudan, publica después de varios años de investigación. Su tesis explica, en una prosa fácil de leer, que los imperios y las religiones, fundamentalmente el budismo, islam y catolicismo determinan y han controlado lo que comemos en el mundo. Y son los conquistadores, soldados, misioneros, comerciantes los responsables de transportar hasta nuestras cocinas las recetas que preparamos.
De Aristóteles releo Metafísica, el primer libro. Atiendo la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, de Rosario Castellanos, Elsa Cross. De los nuevos libros del Fondo de Cultura Económica, tengo, del escritor, compositor y político ecuatoriano, Galo Mora Witt –con quien hay afinidades genéticas por nuestros segundos apellidos alemanes–, Mujeres en las tormentas, que nos ofrece cuatro textos alucinantes sobre Marlene Dietrich, Aleksandra Kollontái, Lillian Hellman y Concha Michel, a quienes las une su lucha contra el fascismo.
Para cambiar el tono, todo lo escrito por Rubem Fonseca, maestro de la narrativa brasileña, nacido en 1925, me gusta. Me regalaron El seminarista, escrita en 2011, novela que trata de un matón a sueldo quien en sus ratos libres se dedica a lo que ama: leer, ver cine y conquistar mujeres. Sin ser matona a sueldo –y gracias al coronavirus– puedo dedicarme esas dos cosas que más amo, leer y ver cine, y la tercera, que no es conquistar hombres, es escribir.
La lectura libera, hace pensar, abre caminos, ahora estos nuevos que tendremos que andar. En el asombro, me acompaña la música de Philip Glass, Metamorfosis. Y la alegría de cientos de pájaros que confiados en este impasse de ruido y contaminación, han llegado a las ciudades a cantarnos que no todo está perdido si aprendemos la lección.
Algo está cambiando, las aves, los peces, insectos, flora y fauna toda parecen darnos una tregua. El mundo como lo conocemos no volverá a ser igual, ¿estamos preparados?
Verónica Ortiz Lawrenz está al mando de la filial española del Fondo de Cultura Económica, en Madrid. Se ha distinguido por ser de las primeras periodistas en llevar a los medios masivos de comunicación la temática de la educación sexual, desde 1980. Estudió en el Instituto de Lengua Extranjeras de Beijing y dirigía Código DF, radio en línea de la Secretaria de Cultura del Gobierno del entonces Distrito Federal. Es autora de Mujeres de Palabra y La niña del jardín.