Una ventana inmensa: Jorge Polanco
"Una ventana inmensa" es el taller de poesía en prosa dirigido por Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Jorge Polanco, autor leído en el taller.
"Una ventana inmensa" es el taller de poesía en prosa dirigido por Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Jorge Polanco, autor leído en el taller.
Por Jorge Polanco
Valparaíso, Chile, 28 de enero de 2021 [00:10 GMT-5] (Neotraba)
Nos quedamos allí sentados en la plaza, con muchas cosas por hablar pero sin decir palabras. De fondo apareció la imagen de un barco que cruzaba brumoso como el inicio de LA MUERTE EN VENECIA de Luchino Visconti, y empezamos a conversar de la belleza de los colores rojizos mezclados con el movimiento difuminado de las nubes, como si fuéramos espectadores privilegiados dentro de una pintura; y ciertamente lo éramos, porque no podíamos hablar de nosotros, sino sólo de unos colores que dibujaban el ritmo silábico del mar. Así estábamos, contemplando una acuarela en movimiento, sentados frente a las olas matutinas que se acercaban y replegaban para al fin y al cabo resbalarse y hundirse, sumergiendo nuestras voces como piedras, uno junto al otro, con la respiración incendiada.
Esto no es literatura, es un panfleto, o quizás otro blues en un catálogo, la marca de una huella horadada por su extravío, discursos a cara descubierta a sabiendas de la mala conciencia y sus efectos. En fin, prefiero no aburrir con el preámbulo, deseo entregar mi simple testimonio: los estudiantes de Arte caminan por las calles con sus croquis y figuras de cerámica, conversan entre ellos en dialectos desconocidos, hablan de París en francés y algunos los confundimos con los heraldos del triunfo del arte, o quizás como la hermosa modelo prerrafaelista —no recuerdo el nombre— que es capaz de cambiarte por el primer rubio con aire de poeta, tarareando la lucha de clases rasgueada en una guitarrita, y de pasada dictando cátedra sobre el espíritu y las costuras de la poesía, la historia del Arte del Renacimiento y las instalaciones que —la verdad sea dicha— a nadie importan, salvo a los desclasados o a los saltimbanquis de la plaza, que quisieran darle un disparo a Hopper con el fin de romper la quietud de esos maniquíes de porcelana. En una de esas, recién nos dejarían las calles tranquilas y no tropezaríamos a cada rato con su metafísica.
Una mujer va sentada tejiendo en el metro. Cuatro hombres conversan por celular. La contemplo y escribo estas líneas; detrás del subir y bajar de la lana asoma el paisaje de la cordillera recién nevada. Es la línea 5. En la próxima estación debería bajar. Antes de levantarme, detiene los palillos y mira mi libreta con la complicidad de un movimiento de cejas; tejer y escribir son ritos del pasado y, a estas alturas, delitos sofisticados.
Los estudiantes de filosofía escuchan a David Bowie, corean sus canciones y repiten los estribillos sin cansarse. Gritan y ríen cuando suenan los primeros acordes. Los profesores intentan controlarlos. Los estudiantes responden riéndose de sus mayores, agotados de tanto río, devenir, eternidad y otras fantasías metafísicas, subiéndoles la voz al mínimo intento de fosilizarlos. En ese momento dejan que aflore el rumor secreto de sus perversiones: frunciendo el ceño, golpean con una oreja la mesa, y permiten que su imaginación cabalgue por el cielo de los acordes.
Me regalaste el libro cerrando la dedicatoria en una paradoja: «con amistad». A pesar de la distancia que se prolongó estos años y los prejuicios propios de la poesía, te pregunté por esa conclusión y me dijiste que un libro solo puede leerse amistosamente. Y continuaste: la literatura ya no nos puede salvar. Es, simplemente. Como el insomnio, la escritura se reduce a una forma de huir, un vigilante que acecha el cansancio de la vida. Nos dimos la mano y nunca más nos volvimos a encontrar. La amistad, como la literatura, fue entre nosotras sentirse bien en un lugar imposible.
Jorge Polanco Salinas. Valparaíso, 1977. Escritor. Ha publicado los libros de poesía: Las palabras callan (Altazor, Viña del Mar, 2005/ Provincianos, Limache, 2020), Sala de Espera (Alquimia, Santiago, 2011/ Funesiana, Buenos Aires, 2019) y Cortes de Escena (Isofónica, Santiago/Barcelona, 2019); ha ilustrado el libro Las niñas del jardín, de Marian Lutzky (Conarte, Valdivia, 2020) entre otras publicaciones en revistas, antologías, plaquettes y ediciones en diferentes géneros y formatos. Ha recibido becas de creación literaria. Actualmente vive en el sur de Chile.