Una ventana inmensa: Aura Sabina
"Una ventana inmensa" es el taller de poesía en prosa dirigido por Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Aura Sabina.
"Una ventana inmensa" es el taller de poesía en prosa dirigido por Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Aura Sabina.
Por Aura Sabina
Ciudad de México, 29 de mayo de 2021 [00:03 GMT-6] (Neotraba)
Se delinea entre las nubes tu inicial. El rumor de lluvia atraviesa la abertura de la ventana. Te observo en el vórtice de mis memorias de otros siglos, de espacios oscuros, construcciones desvencijadas. También de las flores rebeldes que nacen entre el asfalto. Escucho el trueno; deseo tu abrazo, incandescentemente frío. Silencio absoluto, excepto porque tu imagen exige irreverencia. Escándalo. Comprendo entonces lo ineludible de este vínculo, conciliado por influjos siderales. Días, años luz, supernovas. Saldré a caminar las calles que hemos andado. El olor a clavo perfumará el aire, el parque, la banca donde decida beber café, en tu nombre. Espérame en sueños: voy a andarte rondando. Desafiaré la geografía...
Los domingos suelen traerme un ramillete de ansiedades, de pequeñas dichas y una que otra punzaduda. Pocas veces temo a mi silencio. Preferiría una caminata en tu compañía, un desvanecimiento de relojes, una nieve de cítricos para escuchar tus noticias de otro siglo, una danza incierta a cielo abierto. Vivo cierto descontento ante casi cualquier decisión, ¿Dije escisión? Desear que se acabe es casi tan doloroso como la certeza de que empieza otro lunes cobarde.
Un instante. Apenas polvo. A veces risa. Ceniza, tierra a partir de ahora y para siempre. Cuántas veces no nos carcajeábamos. O me decías: "deja ahí" u: "ora verás, canalla". Vínculo de pan y de sopas, de aceite y soles. Abuela placera, abuela misionera, abuela luna. Manteles bordados y sombreros. Y leche con café. Y nata. Y chiles en nogada para tu cumpleaños. Abuela en mi titulación, abuela en los sepelios ajenos, abuela en el mitote. Abuela bastón, abuela de falda, abuela de cristos y vírgenes. De pescados y ríos, de rebozos y libros. De gestos y sustos. Abuela sincera y a veces no tanto. Abuela madre de un gran hombre, quien ama a su madre. Abuela dormilona. Abuela de anillo y de uñas siempre bellas. Abuela en silencio y también de eterno bullicio. Abuela insomne, que ya duermes, que dulcemente ya duermes.
Las tres fuimos manzanas de discordia entre las otras dos. Nunca estuvimos verdaderamente a solas. O quizá alguna vez. Los sueños nunca nos han mentido. Ir y venir en silencio. También con bombo y platillo. Nadie, entre nosotras, supo nunca nada. Ni siquiera sobre nosotras mismas. Llovieron mentiras y certezas. Siempre hubo tres dedos de distancia, una noche que se hacía media, tres sonrisas amargas, un muro de cristal. Laberinto de peras. Dimensiones paralelas. Verdades a medias, como estocadas. Habitar la casa de una y soñar con otra. Pisamos el mismo suelo al mismo tiempo. Y nada. Ustedes se miran, altaneras y dulces. Bajé la mirada. Los sueños de aire y fuego nos unen, allí, en el vórtice de desconcierto, en un mural cósmico e inacabado, sin que lo deseemos.
Quizá mañana llegue a media tarde la lluvia, cuando descubra la tristeza del milagro, cuando me encuentre con la mitad del secreto, con el cuerpo solitario poblado de placeres, plegado y a la intemperie, ausente de sí mismo. Quizá termine de quebrar sus alas el pájaro del tiempo, la manecilla de la esperanza, el dije de arena que en alguna cintura imaginé. Antes: quiero sentir la paz del silencio, la beatitud de otras certezas, la alegría simple de quien come un durazno y, luego, arroja el hueso al jardín, para hacer composta. Mañana lloverá por deseo y por nostalgia. Caerá la granada para teñir la tierra y no una boca deseada. Me habitarán cerezas amargas debajo de la lluvia.
Ven a mi playa desierta, camina sobre las olas, a perturbar la calma. Te acercarás a mi orilla, escurriendo luz. Y mientras esté contemplándote, sentiré que mi cuerpo se hace arena, que entró sal en mis oídos. No habrá viento capaz de llevarse la angustia. El corazón escapará a través de las pupilas. Habrá crustáceos en el vientre. Reventarán los vasos de mis sienes. Seré temblor de voz, y aun así, te enfrentaré. ¿No es ya bastante agonía? Me iré, después, a perseguir el ocaso del otro lado del monte.
Aura Sabina, poeta y docente. Cursó el Diplomado en Creación Literaria del INBA, la especialidad en Literatura Mexicana del Siglo XX en la UAM Azcapotzalco y, hoy en día, la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la BUAP. Compilada en diversas antologías y revistas. Colabora en Mujeresnet. Libros: Rita Guerrero: el canto de la Sibila (entrevistas de semblanza) y del libro de poemas Al final de este naufragio quedó este manuscrito, capitana (Aquelarre Editoras).