Por Óscar Alarcón.
El de Rafa Saavedra es un libro que tiene sonido. Bien podría ser el soundtrack de una generación que creció entre lo sórdido de la década de los 80 y lo electrónico que sonaron los 90.
Bien podría haber sido uno de los libros de cabecera que Mark Renton, el personaje principal de la película Trainspotting, utilizara después de uno de sus viajes ácidos.
Sin embargo, Postcards es un libro muy divertido y muy cotidiano. Es una reunión de una invención varia, en la que Rafa logra captar momentos de la vida cotidiana. En donde lo mismo encontramos la historia de un policía o supervisor de un supermercado cuya vida se va en atrapar gente que entra a robar una botella de presidente o unos calcetines, que un viaje ácido cruzando la frontera en donde se desarrolla una fiesta en donde puede correr marihuana o pastillas, o la historia de un Jesús revisitado que llega después de dos mil años a Tijuana. ¿Se lo pueden imaginar?
“¿Para qué fregados me sirve eso si no aguanto esta vida miserable que llevo? No tengo amigos, no tengo en quién confiar, a quién querer -dijo con voz llena de angustia y desconsuelo.
-Ay no mames -le contesté riéndome-. Si aguantaste una crucifixión, que no soportes la puta soledad.”
En 1995, antes de la era ciborg literaria, Rafa Saavedra irrumpió con Postcards textos que originalmente fueron publicados en fanzines, con lo que obtuvo la posibilidad de dar a conocer su trabajo de la mejor manera: la border, alejada de la literatura institucional y académica.
Esto no es una salida Postcards de ocio y odio abre la colección Punto de Quiebre de la editorial Nitro Press, y eso le da una identidad a este libro pues no sólo encontramos esas tarjetas postales que Rafa escribió sino que además tiene el sello particular de su autor: se incluyen bonus tracks de la edición de 1995, y esto es de agradecerse no sólo a Rafa sino a la editorial pues están los textos de Gerardo Yépiz del colectivo Acamonchi quien se refiere de Rafa como un escritor post fronterizo de cepa; o Guillermo Fadanelli que dice de la escritura de Saavedra que es literatura para crear adicción.
Y si hablamos de adicciones tendremos que referirnos al viejo adagio: la ociosidad es la madre de todos los vicios.
Esperemos que Rafa Saavedra continúe acercándose a ese vicio para seguir escribiendo tarjetas postales de odio y ocio.