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Por Mónica Maristain

Ciudad de México, 15 de diciembre de 2020 [00:02 GMT-5] (Maremoto Maristain)

Este fin de año pasaremos leyendo la vida y la obra de autoras inmensas. Hay una biografía dedicada a Susan Sontag, escrita por Benjamin Moser, de Anagrama y también hay un compilado de todas las obras de Maeve Brennan, titulada De Dublin a Nueva York (Malpaso Ediciones).

Este es un libro que rescata a esta autora irlandesa, que se quedó a vivir en los Estados Unidos para ser escritora (cosa que logró), que murió en la calle, alcohólica y olvidada, pero cuyo rescate literario lo produjo William Maxwell en 1997. Es también un homenaje a su traductora, Isabel Núñez, que falleció también en 2014.

Maeve Brennan nació en Dublin, en 1917 y murió en Nueva York, en 1993, una ciudad en la que había pasado su vida. Fue hija del primer embajador de la naciente república de Irlanda en Estados Unidos en 1934. Mientras vive en Washington D.C. estudia literatura en The American University y luego decide quedarse a vivir en los Estados Unidos.

En sus últimos días vivió en el baño de The New Yorker. Foto cortesia de Maremoto Maristain

En 2005, la escritora Angela Bourke saca una biografía de la escritora irlandesa que “apenas tenía cinco pies de alta, casi siempre iba vestida de negro y los altos tacones de sus zapatos Papagallo sonaban por los pasillos con paso enérgico. Su coleta de caballo le daba una apariencia más joven de lo que era, pero ella nunca iba sin su pintura de labios oscura ni su espeso maquillaje y una rosa roja, o un clavel, en su solapa”.

Trabajó en la Biblioteca Pública de Nueva York, en la revista Harper’s Bazar, donde llegó a ser editora asociada. Más tarde entra en The New Yorker.

“Cuando Maeve Brennan muere en 1993, su nombre, como suele ocurrir con grandes talentos, estaba rezagado en el olvido. El rescate literario ocurrió con la publicación en 1997 de Las fuentes del afecto, de la mano de su antiguo amigo y editor, William Maxwell, con el nombre original de The Springs of Affection. La historia más larga y que da el título a este compendio de cuentos que toman lugar en su natal Dublín, publicado en 1972, fue el último escrito de ficción de Brennan antes de su declive personal”, escribe el columnista Pedro Plaza Salvati.

“Las fuentes del afecto causó tal impresión a Alice Munro cuando lo leyó, que pasó a considerarlo uno de sus cuentos preferidos. El libro, en su totalidad, es una serie de relatos de alta factura literaria. De hecho, ha sido comparado con los Dublineses, de James Joyce. Existe mucha similitud con la sensación que dejan los cuentos de Brennan con los de Munro, aquella en la que pareciera no pasar nada del otro mundo, pero en realidad ocurren muchas cosas que sirven para llegar a la profundidad de la vida a través de lo sencillo. De allí, seguro, parte el deslumbramiento de Alice Munro al descubrir a la escritora irlandesa”, agrega.

Ahora, es Malpaso Ediciones, quien publica un grueso volumen de una autora a la que considera inmensa. De los relatos dublineses a las crónicas de Nueva York, de la ficción a la verdad, y como en su propia vida de Irlanda a Estados Unidos. Están también sus célebres crónicas neoyorquinas hechas de pequeñas historias que nos dan una mirada nueva, certera y aguda de la ciudad. Considerada como una de las voces más brillantes de las letras inglesas de todos los tiempos, este libro es una reivindicación del ojo clínico, de la capacidad de disección de una escritora de una genialidad inacabable.

Portada del libro “De Dublín a Nueva York”. Foto cortesía de Maremoto Maristain

Traducida por Isabel Núñez (1957-2014) Isabel Núñez, traductora y crítica literaria, quien escribió en su blog Crucigrama: “He estado traduciendo los Cuentos irlandeses de Maeve Brennan sin diccionario online, las escenas imprevistas del té de la señora Bagot con el ex obispo misionero en Sudáfrica, al son de una raga magnífica sin asperezas ni carga que me ha pasado mi amigo y luego hemos salido al día gris y helado y hemos ido a Charing Cross, donde no sólo quedan algunas maravillosas librerías de viejo, sino que siguen llenas de gente apasionada de los libros. He bajado las escaleras de caracol de una de ellas para descubrir que la zona de ficción y poesía estaba abarrotada de lectores, no de turistas, sino de altos ingleses bibliófilos que rebuscaban en los estantes, dos gigantes agachándose o encorvándose con sus abrigazos…”.


Esta nota se publicó originalmente en Maremoto Maristain:


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