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Por Revista Coartada

Colombia, 20 de enero de 2021 [00:03 GMT-5] (Revista Coartada)

Zoom de por medio, en la Revista Coartada tuvimos la oportunidad de conversar largo y tendido con la escritora argentina Dolores Reyes, autora de Cometierra [1], una de las novelas más aclamadas del pasado año, un éxito en ventas que ha sido traducida a múltiples idiomas y editada en muchos más países. En esta que es su primera novela, Dolores Reyes usa sin prejuicios los imaginarios y procedimientos de los géneros populares para construir un mundo propio a partir de la hibridación y la decisión de no respetar las fronteras, muchas veces rígidas, entre los géneros pulp. De manera que el fantástico, el new weird, el género negro e incluso el terror se entrecruzan en Cometierra, teniendo de fondo un tema social urgente: la violencia y sus consecuencias sobre los cuerpos femeninos. 

La premisa de Cometierra es atrapante: una chica joven, del conurbano bonaerense, pobre, violentada y marginada, que es vidente y a través de ese don puede ir tras el rastro de crímenes atroces cometidos en cuerpos, principalmente, femeninos. Una novela de la que se ha dicho que es al mismo tiempo “terrible y luminosa, lírica, dulce y brutal”.

Con Dolores hablamos del proceso creativo detrás de Cometierra, de la lectura posible de su obra desde los géneros, la militancia y el feminismo que atraviesan su vida, y por supuesto, de género negro, a partir de su nominación al Premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón que premia la mejor primera novela de género negro.


Revista Coartada. Una de las tantas lecturas posibles de Cometierra es desde el feminismo. Por eso, quisiera saber en primer lugar, si el proceso de creación de la novela coincidió con el auge del movimiento feminista en Argentina en las recientes y masivas manifestaciones, y segundo, quería saber si eso influenció la novela.

Dolores Reyes. En realidad, coincidiría con el movimiento de acá de Ni una menos. El tema es que yo no la hice pensando en el movimiento de Ni una menos. El femicidio a mí me interesa y le tengo el ojo ahí puesto desde muchísimo antes. Cuando yo era chica hubo un femicidio muy nombrado, se paralizó una provincia entera de Argentina con el caso de María Soledad Morales; una chica que tenía diecisiete años y que fue violada y asesinada en manada cuando no existían ninguno de estos términos de análisis, no existía la palabra femicida, ni manada.

A ella la drogaron, la golpearon y la maltrataron bastante e hicieron desaparecer su cuerpo, aparte de ser comido por chanchos en un lugar en donde la tiraron; y este femicidio quedaba casi impune porque eran todos los hijos del poder de Catamarca, hijos de diputados, de miembros de la policía y de miembros del senado. Por eso es que se paraliza la provincia, en unas marchas enormes que se llamaban Marchas del silencio, pidiendo por justicia para María Soledad; yo era muy chica, María Soledad tenía diecisiete y yo tenía doce años, entonces, desde ahí me quedó el ojo puesto en esto… “¿Qué es lo que te podían hacer? ¿De qué forma te podían matar, sólo por el hecho de ser mujer?”… bueno, desde ahí viene la mirada.

RC. Algo que me llamó la atención de Cometierra es que tu activismo y militancia política no permea el registro de la novela, ni la construcción de personajes, ¿cómo lograste ese equilibrio?

DR. Yo soy militante en este tipo de cuestiones sociales y de género desde los catorce años. Hace un par de días recuperé, por medio de un alumno, las dos primeras publicaciones de no ficción, justamente panfletarias y de militancia, que hice cuando tenía 14 o 15 años en una revista.

Me dio mucha risa porque yo a la hora de escribir la novela no quería hacer eso que siempre hice: escribir volantes, panfletos, arengas, todo lo que tiene que ver con la militancia. Yo acá quería escribir una historia y, al revés, no quería que fuera mi voz la que escribe el panfleto, si es mi voz. Acá es la voz de los personajes la que se tiene que oír, su voz genuina, que nunca se tiene que fisurar. Jamás tengo que aparecer ahí.

Es mucho trabajo de construcción de la escritura. Cometierra nos llevó más de cinco años y tiene que ver con la búsqueda femenina de las voces, del tono de la novela, de la forma de descripción de todo el vínculo enorme que tiene con lo onírico, con el mundo de los muertos que está ahí manifiesto. Son las dos caras de ese personaje central que es Cometierra. Está, por un lado, atravesando la parte más vital de la vida, la adolescencia y la primera juventud con todas esas necesidades del ahora mismo: salir, buscar amigas, tener contactos románticos, las primeras citas, los primeros encuentros sexuales. Y por el otro lado, que es del que muchas veces nos queremos desprender, tiene que ver con los sueños, con la muerte, con la gente que falta, con las desapariciones. También con ese mundo que tiene que ver con la magia.

Portada de Cometierra, de Dolores Reyes.

RC.  ¿Cómo surge la idea de Cometierra?

DR. Yo estaba yendo a un taller literario de la escritora Selva Almada y del escritor Julián López, ambos bastante leídos, los dos publican ahora por Random House, y hacía más de un año que veníamos escribiendo. Yo escribía cuentos y en un punto pensé que esto era parte de un relato. Un compañero leyó un cuento, en realidad no era un cuento, un texto muy corto y muy poético donde primaban más las sensaciones visuales, olfativas y táctiles, antes que la trama narrativa.

Este relato terminaba diciendo: “tierra de cementerio”. Y cuando él dijo así, yo vi a una nena muy chica sentada de espaldas en un cementerio (así como la escribo al principio de la novela). Ella está de espaldas y está comiendo tierra de ese cementerio. Entonces, lo que hice fue dejar de lado el cuento que estaba trabajando y tratar de armar esa imagen que era tan potente y que de alguna forma me shockeó. Y hago eso.

Para el encuentro siguiente, llevo ese escrito sin decir nada. Leí toda esa situación de la nena que estaba comiendo tierra sentada en un cementerio y a todos les pareció una suerte de comienzo muy potente, y de ahí fue pensar un poco para seguir ficcionalizando qué es lo que podía pasar con una niña que come tierra de un lugar muy particular, porque la tierra de un cementerio está ahí en contacto con otros cuerpos.

Luego pensé que quizá algo de esos cuerpos pasaba a la tierra y ese algo no era solamente materia, carne, pelo, sangre, fluidos, sino algo del orden de la experiencia. Como si los momentos de esa persona se transmitiesen a esa tierra que empezaría a funcionar como una suerte de memoria de todos los cuerpos. Así, lo que hacía la nena al comer tierra era incorporar esas memorias, cerrar los ojos y poder verlas. De ese modo fue como salió la idea de la novela.

RC. Tengo entendido que vives y trabajas en el Conurbano bonaerense y que el mismo trayecto que hacías de tu casa al trabajo lo hizo una chica que salió un día a buscar trabajo y no regresó más. Un panorama que se repite en toda Latinoamérica, lamentablemente. ¿Esas experiencias cercanas terminan siendo también un punto de partida o disparador para la novela? 

DR. El Conurbano es un área hiper poblada. Hay aproximadamente 16 millones de personas que viven en él, que es toda la zona que rodea Capital Federal. No es campo, porque esa es la imagen que se tiene a veces. Hay muchas familias, mucha gente, zonas de mucha precariedad. Precariedad de casas, trabajo, la presencia del Estado, también. Mucho borramiento. La novela se la dedico a dos chicas que son Melina Romero y Araceli Ramos. Ella, Araceli, hizo ese camino para hacer su primera entrevista laboral. Una chica muy joven le escribe a su mamá un mensaje para avisarle que iba a esta entrevista donde en realidad se encuentra con un tipo que la mata.

Obviamente que toda esa cuestión laboral era mentira y ella lo que encuentra es a su propio femicida. Este hombre ya había matado a los dueños de esa casa que estaba usurpando y cita a Araceli. La otra víctima, Melina, cuyo caso tuvo mucha repercusión en la prensa, sufrió un femicidio en manada en el cual la golpean, la violan en grupo y la meten, cuando todavía está viva, en un bolso que arrojan a un arroyo contaminado, al cual hago referencia varias veces en la novela.

Entonces, el cuerpo de Melina Romero hace también el mismo trayecto, pero, en sentido contrario al de Araceli y las dos están enterradas en el cementerio de Pablo Podestá, que queda a 150 metros de donde yo trabajo. La presencia y la ausencia de esas chicas, y esos cuerpos que nos arrebatan, es un disparador y una presencia constante en Cometierra.

RC. ¿Qué opinas de las lecturas que hacen de Cometierra desde los géneros populares?

DR. A mí me encanta que hagan lecturas desde todos los géneros. Nunca me ofendió que la hicieran desde el género policial, desde el género negro, desde el feminismo o desde el fantástico, del new weird, desde el terror…. Yo pienso que el límite es el texto y en el caso de Cometierra tiene elementos de varios géneros: tiene elementos del género negro para que se haga una lectura desde ahí. Eso me parece perfecto.

Cuando estaba escribiendo no tenía la preocupación de decir “estoy escribiendo una novela de género negro”. Yo estaba muy centrada en los personajes, en qué les pasaba, qué sentían, cómo se relacionaban con los demás, cuáles eran las dificultades, por qué ellos tienen que resolver temas muy difíciles y terribles con los pocos recursos que tienen. En parte por qué el Estado y los organismos que tienen que dar respuesta a esas problemáticas, y que son los que tienen los recursos, no dan estas respuestas. Muchas veces, o casi todas, vemos ese menosprecio hacia las víctimas y hacia sus madres, sus familias. Se dice “váyase señora, ella se fue con el novio, ya va a volver”. Y esas cosas tan terribles que acontecen en los primeros momentos de la desaparición. Son los momentos en que más se deberían buscar esas víctimas porque quizás están vivas.

RC. Recientemente, la decisión del Fondo Nacional de las Artes (FNA) de Argentina, a la cabeza de la escritora Mariana Enríquez, de acotar la convocatoria de su concurso literario 2020 a los géneros de ciencia ficción, fantástico y terror, generó una polémica y reavivó un debate que pensábamos ya superado. La crítica más recurrente, y que más me llamó la atención, venía de gente indignada diciendo que dejar de lado el realismo, en especial, en este momento complicado que se vive, restaba la crítica social que esos otros formatos no permitían. Con esos otros formatos se referían a los géneros. ¿Cuál es tu posición en este asunto?

DR. A mí me da mucha risa. A ver, ¿el género negro no apunta a criticar la sociedad? Por favor. Es el género en el cual se hace una crítica descarnada de esa ciudad en la que el único Dios es el dinero y, en la cual, por la obtención de dinero, bailan todos. Desde el policía, el gobernador, el presidente, las mafias… bailan y hacen bailar al resto de la población. ¿Por qué el realismo sólo se va a arrogar esa entidad de hacer una crítica a la sociedad? Me parece que los otros géneros lo hacen. Vuelvo a decir: esto es central en el género negro.

RC. Tenemos, por ejemplo, esa capacidad del género negro para enunciar lugares, historias o personajes que de otra manera no pueden ser representados o contados. Eso lo hace, incluso, un género muy político…

DR. Por supuesto, me parece que, incluso, dice más de la sociedad que el registro realista. Me parece que es una falacia total eso que señalan. El género negro habla desde la ficción y señala mucho más las problemáticas sociales que, por momentos, el relato periodístico.

RC. Pienso que la gente todavía tiene en su mente la idea del género negro asociada al hardboiled, a ese relato detectivesco de los años 40, 50, y no se dan cuenta de que ha evolucionado…

DR. Y, además, otra figura central del género negro es la ciudad construida como un personaje más, ¿no? La ciudad reflejada en aquello que muestra y aquello que oculta. También el género negro es ese que tira a la cara lo más desagradable de la ciudad y de la organización de los hombres. Y te lo arroja sin ninguna anestesia, de una manera totalmente descarnada. Eso que muchas veces incomoda. Pero me parece que eso tiene que ver, desafortunadamente, con una ignorancia completa. Se piensa que el género negro es un juego de detectives y de cosas de un mundo absolutamente ficcional y separado de la realidad. Es una falacia, y una mirada desde afuera, cuando el género negro es ese que está enquistado en las cuestiones del poder y de la organización social.

RC. Además, tanto el género negro como los demás géneros populares son menospreciados y señalados como literatura menor…

DR. Ese también es otro de los prejuicios del género negro, como si fuese sólo entretenimiento y ya. Como si hubiese esta separación de literatura seria y otra que es para entretener. Yo vuelvo a decir que leo esas cosas y me río de la ignorancia y de esa mirada ingenua y lejana.

Por supuesto que la literatura de género negro es atrapante, entretenida, que no te tiene que dar ganas de soltarla, que genera intrigas y moviliza mucho al lector. Pero eso no quiere decir que sea una escritura y una lectura liviana, ni un producto comercial, porque también se han dicho cosas así por el estilo. La claridad estética de una propuesta de escritura no baja en nada a la hora de escribir literatura de género negro.

Traducciones de Cometierra, en inglés y en francés, respectivamente. Foto cortesía de Revista Coartada.

RC. Metidos de lleno en la perspectiva del noir, ¿cómo recibiste la nominación al premio Silverio Cañada, de la Semana Negra de Gijón, a la mejor primera novela negra publicada?

DR. Moría por ir a Gijón, ese es el término preciso. Estoy muy contenta porque cuando escribí Cometierra pensé que iba a salir sólo en Argentina. Nunca pensé que iba a salir a Colombia, a España y a todos los países en que va a salir, que son un montón. Entonces, que saliera en España el año pasado, y esto de la nominación del premio en la Semana Negra, fue algo inesperado.

Hablo en el sentido de que lo leyeran tanto y me hicieran devoluciones gente que tiene una trayectoria enorme dentro del género negro, como Juan Madrid, que me dijo cosas increíbles en referencia a la novela. Si bien no ganó el premio, no sé, para mí eso fue como, “tengo esto y esto nadie me lo quita”. Que alguien tan prestigioso y con tanta muñeca brindada al género negro opinase eso sobre una primera novela, me parece un montón. También Carlos Zanón, el organizador de la Semana Negra —Ángel de la Calle— y un montón de gente… es, te vuelvo a decir, un sueño.

RC. ¿Qué lugar ocupa el realismo en tu obra y tu estética? ¿Qué crees que el realismo puede aportar hoy a la literatura?

DR. Cuando estoy escribiendo no pienso en ningún movimiento, ni en ningún género en particular o pienso en todos, como pienso incorporar lo más interesante de cada una de las propuestas: elementos del policial, del género negro, del fantástico. Todo para nutrir una escritura y este proceso de buscar historias, contarlas, buscar voces, buscar personajes. Siento que de alguna forma no me sirven las casillas y el realismo viene a ser una casilla más. A la hora de escribir quiero experimentar con todo. No me voy a poner la remera del realismo porque también me parece un coto cerrado. Y en esta búsqueda quiero estar abierta a todo.

RC. En muchas entrevistas que te han hecho, e incluso en reseñas de Cometierra, hay una afirmación que se repite mucho, que suelen hacer pasar por elogio, que Cometierra “tiene un lenguaje sencillo y directo”. A mí me parece que decir eso no le hace tanta justicia al libro ya que se ignora el hecho de que está escrito en un lenguaje, si bien urbano y coloquial, muy cuidado y muy poético. ¿Qué opinas de eso?

DR. Que también es un prejuicio de que, porque sea escrito en lenguaje coloquial, o en los lenguajes que se señalan como marginales, de los barrios periféricos, no pueda ser poético. Yo trato de construir con ese argot unas descripciones súper poéticas, unas reflexiones de ellas mismas, muy existencialistas, también. Yo vivo leyendo poesía y siempre estoy haciendo referencia a eso que pueda estar leyendo. De hecho, uno de los epígrafes de la novela es un verso de José María Panero [2], un poeta que yo amo, del poemario Poemas del manicomio de Mondragón, que escribe en la locura misma del manicomio.


[1] Lea el primer capítulo de Cometierra dando click aquí. Dicha novela fue publicada en Colombia por la editorial Rey Naranjo. Se puede adquirir desde este enlace.

[2] El epígrafe es: “tú que solo palabras dulces tienes para los muertos”.


Esta nota se publicó originalmente en Revista Coartada:

https://ellaberintodelminotauro.com.co/2021/01/15/literatura-generos-feminismo-marginacion-entrevista-dolores-reyes/


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