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Por Braulio Preciado López

Tijuana, Baja California, 14 de octubre de 2020 [00: 40 GMT-5] (Erizo Media)

Cuenta la historia de un grupo de mujeres altruistas que viven en un poblado llamado La Patrona, en el estado de Veracruz, México. Estas personas se dedican a brindar alimento (bolsas de plástico con arroz, frijol, botellas de agua y otros alimentos preparados) a los migrantes que viajan en La Bestia, un ferrocarril que atraviesa todo el país hasta llegar a la frontera norte.

Después de ver este largometraje, en mi mente surgió cierta incomodidad y crítica (que ahora noto como apresurada y reaccionaria) la cual, tardó unos días en tomar sentido.

Pero primero, el contexto: el director del documental entrevista a varias mujeres integrantes de Las Patronas. A principio de cada entrevista, se les pregunta “¿Qué piensas de [inserte nombre de la entrevistada]?”. Esto, en algunas mujeres causa conmoción, salen algunas lágrimas. Pero, ¿por qué esta reacción? Todas ellas son madres y esposas de todas las edades, señoras y jóvenes.

En algunos casos, el esposo está ausente, ya sea porque está muerto, en otro país o no es responsable con el rol que le corresponde. Debido a esto, ellas mismas tuvieron que arreglárselas para salir adelante y mantenerse a flote ellas mismas y a su familia. Ellas no tuvieron la oportunidad de estudiar o desarrollarse en su vocación. Su vida la han dedicado completamente al cuidado de otros, al trabajo doméstico.

Mi hipótesis que explica su reacción ante la pregunta “¿Qué piensas de…?”, supone que hay una falta en ellas, un vacío que al verse señalado genera un conflicto interior. Este vacío es la falta de autocuidado, eso que nos ayuda a entendernos y a desarrollarnos como seres individuales. Pareciera que a ellas no se les ha reconocido como seres llenos de pensamientos, sueños, sentimientos y necesidades. Cuando alguien interpela sus interiores causa conflicto, pero a la vez alivio. Es como cuando nos preguntan cómo estamos después de un día largo y difícil.

Mi conflicto, entonces, fue: “¿por qué estas mujeres a las que les fue arrebatada la oportunidad de vivir a su manera se esmeran, se esfuerzan y se dedican a ayudar desconocidos? ¿No es suficiente con mantener a sus maridos y apoyar a sus hijos? ¿Por qué son ellas las que ayudan? ¿Por qué no son los jóvenes, los adultos o la sociedad en conjunto? ¿Por qué ellas no deciden estar ahí? ¿Por qué no se emancipan de esta carga que la sociedad les ha impuesto, este rol de cuidadoras? Pero después de ver unas entrevistas y distanciarme de mi punto de vista, logré dilucidar otras alternativas.

El primer error que noté en mi juicio fue el ver al altruismo, la filantropía y/o ayuda comunitaria como una relación de subyugación. Es decir, el que ayuda está por debajo del ayudado. Me equivoqué al confundir el trabajo doméstico con la ayuda comunitaria. La primera, nos han enseñado, se hace por amor desinteresado. Solo las mujeres deben hacer las tareas del hogar, una porque son mujeres y dos porque solos son ellas las que son capaces de entregarse de esa forma, lo hacen por amor maternal.

Debe de entenderse que las labores domésticas les competen a todos los integrantes de la familia, ya que se si deja todo el peso de la responsabilidad sobre un solo integrante se considera explotación. Los cuidados que proveen las mujeres son la base que sostiene nuestro sistema social y económico y debería ser renumerado. Osea, histórica y culturalmente ha existido una relación desigual y asimétrica dentro de los cuidados familiares.

Por otro lado, en la ayuda comunitaria y el altruismo sí se espera (y debe) que sea una labor desinteresada, sin fines de lucros u otros fines egoístas. La relación aquí no es vertical sino horizontal. Te ayudo porque puedo y quiero, porque te amo. No te sirvo, solo extiendo mi mano para que así te puedas levantar.

Es aquí donde todo fue para mí más claro. Estas mujeres no ayudan a los migrantes porque no tienen deseo propio o porque el cuidado de otros es lo único que conocen como vía para ser reconocidas como personas. No, el ayudar a los hombres que se transportan en La Bestia es una forma en la que ellas se autorrealizan y se empoderan.

Empoderamiento porque ellas son Las Patronas, las que planean, las que ponen las reglas y condiciones para que dicho apoyo siga subsistiendo y otros puedan verse beneficiados. Es en esta ayuda donde ellas encuentran un espacio para sentirse plenas, y no solo como un sujeto que ve, sino también como uno que es visto.


Esta nota se publicó originalmente en:

https://erizo.org/las-patronas-y-la-ayuda-como-empoderamiento-femenino/


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