La prima mexicana de Frank Castle: acerca de Banana Street y Madafakers, de Macaria España
Las entregas breves de cada volumen parecen apelar a la tradición de los cómics, medio que me es tan entrañable. Escribe Bef sobre este par de novelas.
Las entregas breves de cada volumen parecen apelar a la tradición de los cómics, medio que me es tan entrañable. Escribe Bef sobre este par de novelas.
Por Bernardo Fernández, Bef
Ciudad de México, 9 de abril de 2023 (Neotraba)
El presente texto se leyó en la presentación de Madafakers en el Centro Cultural Bella Época en la Ciudad de México el 14 de marzo de 2024
Quiero iniciar estas líneas con una disculpa: un conflicto de fechas y mi torpeza para llevar bien una agenda me impidió acompañarlos esta noche.
Por ello, a través de mi amigo Mauricio Bares hago llegar este texto que necesariamente abre con una disculpa para la autora, Macaria España, que me honró invitándome a presentar su novela.
Conocí a Macaria en el lugar más inusitado posible, un restaurante de carnes en Bogotá donde varios escritores mexicanos y un colombiano devorábamos unos cortes vikingos cuando ella llegó a unírsenos en la comilona.
Éramos un grupo de autores de novela policíaca y durante toda la comida, nuestro anfitrión local no dejó de decir que el de Macaria era un nombre increíble, que él desearía llamarse así. Yo sólo le envidié su playera de Banana Street.
Digo que Bogotá fue un lugar inusitado porque era más fácil encontrarnos en México, pero si algo me ha prodigado mi faceta de escritor noir son las sorpresas, los finales inesperados y la gente interesante.
Llegó el momento de las confesiones: la novela no me atrajo inmediatamente. Como salta a la vista, se trata de un volumen breve, brevísimo, y a mí, hecho a la tradición anglosajona, me gustan las historias extensas, que se expanden por al menos por un par de cientos de páginas. Me gustan grandotas, para acabar pronto.
Ello no impidió volvernos camaradas instantáneamente. Pronto esos encuentros se repitieron en nuestras respectivas ciudades. Yo, sin embargo, seguía con la mirada puesta en las gordas. En las novelas gordas, no sean malpensados.
Cuando Macaria me invitó a presentar Madafakers, llegó el momento de entrarle a su concisión, que siempre es una virtud, pese a mis deformaciones.
Las primeras frases de Madafakers me hicieron ver que ésta es la segunda parte de la historia iniciada en Banana Street. La brevedad de ambos libros me permitió, a diferencia de lo que hubiera sucedido con historias de mayor tonelaje, ponerme al día en un par de sentadas.
Permítanme presentarles a Isabel Tierra Frías, la menuda protagonista de esta historia, quien pese a su juventud lleva a cuestas el luto violento de toda su familia. Padres y hermano mueren a manos de criminales, llenando de furia y clamor de venganza a la protagonista.
Irrumpe en escena el elemento fantástico: portada por Eleazar, el objeto del deseo no resuelto de Isabel aparece el arma de obsceno nombre que al igual que la pócima mágica de Astérix o la Éxcalibur del Rey Arturo, vuelve invencible a quien la blande, pistola de municiones inagotables, que aparece y desaparece a conveniencia de su dueña, con voluntad propia y caprichosa.
A partir de ese momento, entendí o intuí la estrategia de la autora: las entregas breves, casi telegráficas de cada volumen, parecen apelar a la tradición, no del folletín –si bien la novela policiaca desciende de este formato francés, naturalizado norteamericano en las revistas pulp–, sino a los cómics, medio que me es tan entrañable.
Y aunque es probable que Macaria no haya tenido a la historieta entre sus referentes, la imbatibilidad sobrehumana de su protagonista y las situaciones extravagantes por la que atraviesan me hacen pensar en una superheroína, al menos lejanamente emparentada con Frank Castle, el Punisher de la Marvel, en versión femenina. Ya decía Robert Crais, decano de la novela de detectives contemporánea, que los detectives y los superhéroes están íntimamente relacionados.
De modo que las dos primeras entregas de la serie se van como un suspiro, dejando una estela de cadáveres y destrucción tras atravesar un universo de violencia tan desaforada que logra arrastrar a los lectores hacia la anulación voluntaria de la incredulidad.
Como buen cómic, y sin hacer revelaciones que estropeen la lectura, la acción deja abiertas muchas puertas y posibles derroteros para una inminente tercera entrega de las peripecias de Isabel, Eleazar, Violeta y el arma del nombre obsceno, entregas que prometen ser tan breves como emocionantes, puesto que la pluma de la autora no hace sino afilarse en la medida que avanza la historia.
Quedo legítimamente picado con la historia y a la espera de la tercera entrega de la serie. Mi único consuelo es que, si la autora conserva su concisión, habrá de tenerla lista pronto para deleite de sus fans. Yo ya la estoy esperando.
Muchas gracias.