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Portada del libro La novela perdida de Borges, de Pablo Paniagua.
Portada del libro La novela perdida de Borges, de Pablo Paniagua.

Por Edgard Cardoza Bravo

Ciudad de México, 15 de junio de 2020 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

John Lehninger, extremista del verbo, cruel censor de los grandes maestros de la literatura a través de polémicas conferencias, muere asesinado de varias puñaladas a la salida del evento de título el inextricable Borges, mientras su ejecutor vocifera “Viva Borges”. En anteriores ocasiones habían sido ya motivo de su incordio autores tan diversos y lejanos en el tiempo como William Shakespeare o Juan Rulfo, sin que sus aseveraciones hubieran provocado algo más que acalorados disentimientos de opiniones. ¿Qué causó tal reacción extrema? Es la pregunta que genera el desarrollo de los acontecimientos posteriores en La novela perdida de Borges, libro del español radicado en México, Pablo Paniagua.

La mexicana Aurora –borgeana apasionada– y el español Jorge Luis, ambos estudiantes de Letras en la Universidad Complutense de Madrid, testigos de tal hecho de sangre, han escuchado casi al final de la disertación de Lehninger lo que ya consideran como la más que probable causa de su muerte: la revelación de un cuantioso secreto: la existencia del manuscrito inconcluso –69 páginas– de la que sería la única novela del autor argentino (que después se sabrá, está en poder de un violinista suizo con residencia en Guanajuato, México). A partir de esa conjetura y de tal cifra, el 69, número de la imagen-semejanza del hombre hacia todas sus réplicas posibles, inicia un juego de espejos perversos que sólo concluirá con el hallazgo –en Guanajuato capital– del documento revelado por Lehninger.

La abominación es desde ahora el sello distintivo de los personajes involucrados en la historia. Todos tienen su copia pervertida en algún lado: el supuesto asesino (un pelirrojo de tez lechosa) que se replica como amiba podada hacia todos los lugares posibles a donde se muevan los protagonistas de la novela; o Borges mismo emergiendo de sus ficciones para asumir al fin los que fueron sus demonios vitales en un par de cuerpos paralelos, Jorge Luis el estudiante marihuano metido a detective y el escritor polaco-argentino Witold Gombrowicz. Hasta la bellamente frígida Aurora sólo es ella plenamente al practicar un trío amoroso con su cachondísima gemela paralítica y Jorge Luis, que es ya Borges mismo resarciendo póstumamente sus prejuicios de índole sexual.

Al paradigma bíblico creced y multiplicaos el argentino opone su teoría de que los espejos y la cópula son abominables porque multiplican la imagen de los hombres. Durante su vida terrena Borges huyó siempre de su corporalidad pecaminosa hacia un pasado de glorias fingidas, verbigracia su famoso Poema conjetural, en donde supuestas y pretéritas prolongaciones suyas como Francisco Laprida (muerto en 1829), signador de la independencia argentina, y su copia de la edad media italiana, personaje del Purgatorio de Dante, el Capitán Buonconte di Montefeltri (muerto en 1289), son lanzados al infinito a conquistar identidades paralelas tras filas de anagramas de números signados por el azar. En ésta, su novela imposible, estación apócrifa de sus laberintos existenciales, al fin emerge el Borges triunfante como varón, de su ser asexuado.

Los personajes de La última novela… abominan de Borges sobreandando sus pasos, ensayando algunos de sus recursos literarios y fijaciones metafísicas: el protagonista por momentos se siente Borges redivivo flotando entre muros de laberintos conceptuales, creando nuevos tiempos que se mueven en dimensiones sostenidas por la casualidad. Es en la laberíntica ciudad de Guanajuato donde el Borges fingido y su Ariadna de marras encuentran el ovillo para sellar sus búsquedas particulares: él consigue saciar sus fantasías sexuales y ella logra apoderarse del apetecido manuscrito. La novela trata, entre otras cosas, de recrear los principales temas de la escritura borgeana: los espejos, el laberinto como concepto y estructura creativa, el hombre duplicado, la circularidad del tiempo, y el sueño que desborda su realidad irreal e irrumpe de pronto en la vida del hombre. Somos un soñar sin soñador y cada uno de nosotros es un símbolo de ese sueño, señala el argentino. Finalmente resulta que la aventura novelada por el iberomexicano ha sido un sueño.

Tejidas entre los renglones del libro, en voz de sus personajes, Paniagua se permite además algunas insolencias en contra las tan celebradas virtudes narrativas de Jorge Luis Borges. El malogrado personaje Lehninger, en la última conferencia de antes de su muerte, manifiesta que el estilo Borges de escritura es sólo pedantería disfrazada de erudición y según su teoría, son sus trucos y juegos de artificio lo más destacado de su marrullera expresión. El mismo Jorge Luis ficcional asegura que son falsas las razones aducidas por el argentino para nunca abordar la creación de una novela (¿para qué decir en quinientas páginas lo que puedo decir en diez?). En sus palabras, el motivo evidente es que Borges es absolutamente inhábil para construir los personajes que constituyen el verdadero sustento de la novela. El cuento narra historias sin más pretensiones que ventilar la imaginación del narrador, la novela crea personajes imbuidos de realidad imaginativa para fingir la vida real que Borges es incapaz de recrear en su cuentos.

Un gran acierto de esta novela es su estructura, parcelada, pero guardando un cuidadoso equilibrio entre sus trozos complementarios. Los personajes se desdoblan en la búsqueda de sus calcas posibles, mas vuelven siempre a su porción originaria a la hora de ajustar lo creíble ficticio y el decurso temporal de la historia. El Eje, Jorge Luis Borges, siempre está muy claro, es la voz omnisciente que contiene, ordena lo fractal, comunica la identidad al conjunto, en los momentos en que la dispersión quiere hacerse presente.

La novela perdida de Borges, de Pablo Paniagua, es la búsqueda, con un alto grado de verosimilitud –la verdad de la simulación al interior de sí, el elemento de oro– de la novela imposible, ahora cierta desde los terrenos de la ficción, del afamado autor argentino.

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