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Por L. Carlos Sánchez

Hermosillo, Sonora, 14 de febrero de 2022 [01:41 GMT-5] (Neotraba)

Testigos silentes son los árboles. El viento quedito acaricia la presencia de trovadores consumados, cantautores en ciernes. Los que de apoco construyen su discurso a través de versos y acordes.

En el poblado Miguel Alemán, sábado antes de arribar a su ombligo. Cuadernos en mano, en la plaza del poblado, que así se le conoce al espacio de algarabía, estuvimos todos lo que pudimos.

Porque la voluntad se dispone. David Aguilar desenvaina un plumón, su voz es la de un niño que transpira inocencia. Cuenta el trayecto de su carrera, los días aquellos en que organizaba tocadas los lunes en el interior de su casa, el desfile de muchos afines que dicen la vida a través del canto.

Un solito por las vías de la honestidad. Para que sepamos de dónde viene, hacia a dónde quisiera ir. Qué es lo que propone en este momento. La poesía un acto de intuición sugerido por un poeta cubano. A los años ya.

En el trayecto de lo que es el taller de composición, desde el auspicio y organización de la Diputada Celeste Taddei, Aguilar provoca la confianza de los alumnos, optimiza las horas y cada uno de los asistentes, febriles de contentos, al final, posamos para una foto grupal en el frontispicio del kiosco.

A David se le da eso de repartir lo aprendido, porque dar debe ser que también es un acto de creación. En los minutos de taller, la claridad es un acontecimiento toral. Se rige desde la mirada, desde el movimiento de sus manos. La contundencia del conocimiento sobre lo que expone.

Entonces brotan las palabras, a las cuales, David subraya como un acto portentoso; y viene luego la técnica: consonantes y asonantes, la existencia de las décimas, octosílabos, sinalefas, la precisión en esta faena que significa escribir canciones.

La musicalidad de las palabras

En hojas de grandes dimensiones, para ilustrar el curso, se manifiesta el proceso de construcción de canciones, los ejercicios brotan, los alumnos levantan la mano, la conversación fluye, anécdotas sobre poesía, los más insignes compositores, rondan por allí Joaquín Sabina, Violeta Parra, entre otros.

Y la chavalada, en su atención al maestro, se ve acuerpada también de los que se adhieren sin cuadernos, pero con la mirada dispuesta y los oídos enclavados en la oratoria ilustrativa del cantautor oriundo de Sinaloa: David Aguilar.

Niños que rondan los columpios, padres que con un ojo al gato y otro al garabato, pergeñan las ideas, señores de sombrero y en bicicletas, el transeúnte que pasa y se queda. Aprender lo fortuito.

¿Cuántos kilómetros se deben recorrer para tocar la vida de los otros? David Aguilar es un referente del canto latinoamericano, el ingenioso escribidor de rolas cuya fonética es también un dulce enmielado para el corazón.

David Aguilar vino a Hermosillo, a la costa para ser preciso, y allí en la plaza, ante las muchachas y muchachos que también escriben, arrojó las semillas de su conocimiento. Más que naranjas, la raza cosechó aprendizaje, las pistas para la reflexión, el análisis hacia la claridad de lo que se quiere decir.


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