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Peje, autor sin identificar
Peje, autor sin identificar

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

Las últimas semanas se ha hablado por montones de Andrés Manuel López Obrador. Y así será hasta que acabe su sexenio – ¡aunque ni ha empezado! –; que si nos convertiremos en Venezuela, que ya no es el mismo de 2006, que no habrá ninguna cuarta transformación, que las cosas mejorarán un poco, que mejorarán mucho, y una larga fila de etcéteras. Sólo hay algo seguro: la incertidumbre es mucha y poco el tiempo que falta para saber qué presidente tendremos.

Yo voté por él consciente del riesgo, pero también esperanzado. Y ahora me uno a la incertidumbre –impulsada por la naturaleza de afrontar una decisión–: ¿ay, dios mío, sí habremos escogido bien? Y ahí está el punto que quiero tocar:

 

AMLO es el candidato que verdaderamente escogió la mayoría, sin duda. Ya sea por el festejo a gran escala del zócalo capitalino la misma noche de las elecciones, o por el ambiente renovado de esperanza que se respira en las calles: –Ya quiero que sea diciembre. – ¿Por? –Para que Andrés Manuel llegue a la presidencia (no es ficción, lo escuché en el microbús); todos tenemos la certeza de que ganó limpiamente. Y justo por eso me atrevo a creer que sí habrá un cambio verdadero. Pero éste poco tiene que ver con López Obrador.

 

De entre los jóvenes, los votantes más grandes que por primera vez escogieron presidente se encuentran entre los 22 y 23 años, –considerando que en 2012 tenían 16 17 años–, y los menores tenemos 18. Significa que toda una generación creció escuchando el descontento por el evidente fraude electoral de 2006 y el regreso del PRI de forma no tan transparente –como es su estilo– en 2012. Me parece que con un desarrollo rodeado de este ambiente, era lógico que llegáramos a la mayoría de edad desconfiando de las instituciones, sin contar nuestras sospechas de un nuevo fraude. Pero no fue así.

Las elecciones se respetaron y este grupo de personas que nos enfrentamos a la papeleta por primera vez, y quién sabe, yo creo que todos los votantes nos quedamos de ah, chingá, ¿eso es todo? ¿Así de fácil? ¿Entonces la democracia en México sí funciona?

 

Ya sea que Andrés Manuel haya llegado a la presidencia por la imposibilidad de que nos taparan el sol con un dedo teniendo índices elevadísimos de descontento social y nula aprobación a Peña Nieto, o por un acuerdo con la mafia del poder para dejarlo pasar. Como sea, los orquestadores de los pasados fraudes cometieron un error que a la larga saldrá caro: demostrarnos a millones de jóvenes votantes y a la generación que nos antecede –y aún no puede ejercer el sufragio– que sí tiene peso nuestra voz.

 

Nosotros, los mexicanos, la mayoría, los de abajo, somos dueños de este país y queremos el bien común (que ya le vaya bien al hijo, al hermano, a la madre, al vecino, al cuñado, a la nuera, al suegro, al marginado, al indígena… ¡a todos!). Ese, me parece, es el gran logro de estas elecciones: cuando vengan tiempos malos, no dudaremos en alzar la voz. Y vendrán, seguro que vendrán.

Pero ahí estaremos, listos para defender lo que nos pertenece.

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