Gerardo Laveaga presentará “Leyes, neuronas y hormonas” en Puebla
El autor nacido en la Ciudad de México presentará su obra en el Teatro de la Ciudad el 24 de febrero.
El autor nacido en la Ciudad de México presentará su obra en el Teatro de la Ciudad el 24 de febrero.
Por Luis J. L. Chigo
Puebla, México, 21 de febrero de 2022 [00:01 GMT-5] (Neotraba)
El jueves 24 de febrero del año en curso, el abogado Gerardo Laveaga presentará su libro Leyes, neuronas y hormonas. El vento tendrá lugar en el Teatro de la Ciudad y será a las 17:00 horas. La presentación correrá a cargo del autor e invitados. Editado por el sello Taurus, el libro posee el subtítulo “Por qué la biología nos obligará a redefinir el derecho”.
Actualmente, Laveaga se desempeña como docente de Derecho en el ITAM y ocupó cargos como Comisionado Presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (IFAI). Más tarde sería designado titular de la Unidad de Transparencia de la SFP.
Entrevistamos al autor para conocer más de la obra a presentarse.
Luis J. L. Chigo. Parece sencillo de comprender porque, cuando nos acercamos a las leyes, hay una intimidación y un ejercicio del poder relacionado con una cuestión orgánica. Al ser tan natural, lo pasamos por alto y pareciera carecer de una perspectiva científica.
Gerardo Laveaga. El libro Leyes, neuronas y hormonas publicado por la editorial Taurus, es producto de un desencanto personal por el derecho, particularmente por el derecho penal.
He sido director general del Instituto Nacional de Ciencias Penales durante 14 años. También fui agente del MP, director del Ministerio Público Familiar y Civil. Descubro las enormes insuficiencias del derecho penal. A medida que investigo, entiendo y descifro, me doy cuenta cómo nuestra conducta no está regida por el derecho penal. Éste influye muy poco en nuestros actos.
Por ejemplo, si mañana se despenalizara el homicidio, ¿tú saldrías a matar? Yo no. Si mañana desaparecieran las consecuencias para quienes abandonan a sus hijos, ¿tú abandonarías a los tuyos? Tampoco lo haría.
La gente que mata, viola, incendia y secuestra, lo hace con ley o sin ley. Esto quiere decir que nuestra conducta está determinada por nuestras sustancias químicas y nuestra estructura neural y hormonal. De eso trata el libro, de cómo lo que hacemos –o no– está más determinado por la dopamina, oxitocina y serotonina.
LJLC. Pienso en el conductismo y pareciera suficiente programar al individuo para realizar ciertas acciones. Sin embargo, está muy ligado no solo a la parte moral, sino a la parte fisiológica el actuar del sujeto en la sociedad. ¿A qué se deben estos componentes?
GL. “Cambien el medio ambiente y el entorno; cambiará la conducta”. Esto es absolutamente falso. Es cierto: cuando el entorno influye en tus sustancias químicas, tú cambias. Si es un entorno muy agresivo, generas mucho cortisol y noradrenalina. Eso te hace menos afectuoso.
El entorno sí puede cambiar tus sustancias químicas, a mucha gente le pasa que cambia su estructura fisicoquímica. Se le llama epigenética.
LJLC. ¿Qué reacciones has encontrado en ese nivel para determinar si el sujeto puede o no seguir la ley?
GL. De muchos tipos. Presenté el libro en el Instituto Nacional de Neurología y les encantó. Los médicos lo han aplaudido.
Los abogados lo ven con cierto recelo porque son como los sacerdotes de la antigüedad. Creen que la gente se porta mejor o peor gracias a sus leyes y sus tribunales, no es cierto. Es una ilusión.
Sabemos que la gente no se conduce mejor o peor no por las leyes, sino por otros muchos mecanismos, básicamente biológicos.
LJLC. Lo decías al inicio: pueden suspender los castigos para los asesinos y violadores, y eso no significa necesariamente que yo salga a ejercer este tipo de violencia. ¿Qué estructura encuentras a nivel axiológico o moral que permite al individuo tomar decisiones de este tipo sin corromper un orden social?
GL. Como decía Darwin, todos somos seres vivos diseñados para sobrevivir las mejores condiciones posibles.
Si un día tú y yo, que somos muy amigos, y sólo tenemos una tabla para sobrevivir en medio del mar, nos volveremos horribles asesinos. O si tenemos que pelear por un pedazo de carne, podríamos volvernos enemigos. Y eso lo determina mi genética.
Esa es la moral a la que me refiero, la que se limita a la supervivencia.
Las emociones son reacciones de nuestro organismo ante el medio ambiente. Pero mucha de la moral está determinada por las convenciones sociales; lo que hoy se puede, mañana no se podría. Lo que ayer no se podía, hoy se puede. Va variando.
Entonces, el consumo de drogas o la carne de cerdo son “inmorales”. Y cito el caso de un amigo mío de la India que me decía: “Yo no podría comer una carne de res, nunca. Me sentiría profundamente herido”. Y nosotros podemos comerla, pero no nos pasa nada.
Tiene mucho que ver los valores y nuestros principios. Pero yo no hablo de esa moral superficial, sino de la conducta biológica que como organismo nos permite sobrevivir a las mejores condiciones posibles. Eso es determinado por nuestros genes, hormonas y neuronas.
LJLC. ¿A qué polémicas te has enfrentado con este tratamiento de las leyes en nuestro país?
GL. Por todos lados hay polémica. Pongo un solo ejemplo: todo lo que hacemos toda la gente, lo hacemos para generar dopamina. La dopamina nos da alegría, felicidad. ¿Cómo se consigue dopamina? Algunos la consiguen tocando el saxofón, jugando básquetbol o conduciendo un vehículo a toda velocidad. Yo la consigo leyendo. Hay personas que no logran generar dopamina.
Hay dos sustancias fundamentales para liberarla. Una se llama heroína, la otra cocaína. La pregunta es, ¿puede el estado prohibirte generar dopamina de manera artificial?
Si no tengo retina, no veo; si no tengo tímpano, no oigo; y si no tengo ciertas sustancias, no puedo liberar dopamina.
La heroína y cocaína tienen efectos secundarios muy severos, pero estoy seguro que cuando nuestros nietos –los tuyos y los míos– tengan nuestra edad, se van a reír de cómo perseguimos hoy las drogas. Se van a reír de cómo usamos policías, soldados y jueces para impedirle a la gente liberar dopamina de manera artificial.
Porque la gente no va por las drogas, la gente va para liberar su dopamina. La pregunta es, ¿se vale? Ahí chocan las morales, y tienes que preguntarte un sí o un no.
El derecho es un conjunto de fórmulas y de instructivos disque para “vivir mejor”.