“En México puedes hablar de lo que sea y todo está relacionado, hasta al último, con corrupción o tráfico de poder o impunidad, en la cultura, en la política, en la policía, nuestra república es de película.”
Por Óscar Alarcón
21de diciembre de 2010
Óscar Alarcón. ¿Cómo vives la literatura actual, la escritura de los jóvenes tomando en cuenta lo que se ha escrito recientemente y a lo que se le ha llamado “el cartel de los escritores”? ¿Qué piensas de este tipo de literatura, sobre todo por el estilo en el que tú escribes?
Guillermo Rubio. Pues mentiría si te dijera que la conozco, pero ahorita es lo primero que me vas diciendo y no tengo, sinceramente, mucho tiempo para dedicar a la literatura nueva. Lo último que leí fue un libro de un escritor que hizo El cadáver andante o El cadáver ambulante, de Gonzalo Martré. Y me lo dieron en la feria del libro del zócalo, lo leí y en la dedicatoria, Martré escribió que esa era la primera narconovela.
Regresando a tu pregunta, nuevamente, mentiría si te dijera que he leído algo, de género negro específicamente, de la nueva ola.
ÓA. ¿Ni a Orfa Alarcón?
GR. La chava de Perra Brava; no, no he podido leerla, pero entré en contacto con ella. Parece que es una novela del tipo Pasito Tun Tun, pero en mujer, hay que leer ese libro. Me apena mucho no poder contestar específicamente sobre eso [risas].
ÓA. ¿Qué te parece que los jóvenes se acerquen y hagan este tipo de literatura? ¿Crees que si le das difusión a esa literatura, validas la violencia?
GR. Por lo menos sirve de denuncia. O de jugar con la imaginación y con los personajes de nuestra política, que entran como inmaculados y salen envueltos en los peores lodos de nuestra sociedad. Pero deberíamos practicar la literatura de crítica cuando menos para burlarnos de alguna manera de ellos. Imaginar cosas que después pueden ser ciertas, que jugáramos con cualquier personaje. Que pudiéramos jugar con la maestra Elba Esther [Gordillo], que se presta para hacer mil novelas, todas del género negro.
O un puedes agarrar a un gobernador al azar, un jefe de la policía, y tomar como molde a un diputado o a un senador, que hoy es un promotor de la decencia y la cultura y a los pocos días, meses o años es un depredador, como una persona que nos fustigó con los sueldos con los que cobran, que dan risa y pena. Me acabo de enterar que les van a dar trescientos ochentaitantos mil pesos a cada diputado.
Entonces eso es un aliciente para ir a tocar al FONCA y decirles “quítenles la mitad y dennos algo“.
ÓA. ¿De esta manera construiste el universo narrativo de Pasito Tun Tun, imaginando y trastocando la realidad?
GR. Lo hice con toda la mala intención de tomar las notas que fueron importantes en su época; cuando se encontraban en la opereta de que salían más cómplices y de que no encontraban al compadre Raúl Salinas [de Gortari], todo se prestó como magia. No hay ni la más mínima investigación para recrear a un tipo de pasaje de nuestra historia.
ÓA. ¿Qué tanto de autobiográfica tiene la novela Pasito Tun Tun?
GR. Nada, absolutamente nada. Al contrario, es un buen ejercicio de escritura usando la imaginación y el entorno del periódico, porque Pasito Tun Tun salió del periódico, de la televisión, de las revistas, porque fue un tema que durante meses nos metieron como una telenovela, como muchas que nos dan en México.
ÓA. ¿De dónde surge “el Yaqui”?
GR. Había que tener un pretexto para ponerle un nombre al personaje, pero podría haber sido “el Poblano” o “el Veracruzano” podría ser cualquiera.
ÓA. Cada vez que platico contigo, me recuerdas mucho a Bukowski, un tipo que llega avanzado de edad a la literatura.
GR. Sólo que él era muy borracho [risas] y además era poeta. Sí, yo llegó bastante avanzado de edad, entro a finales de mis 40 años. Es muy conocido que fui encargado de la seguridad del periódico La Jornada y de ahí, como digo en el libro, entro en contacto con escritores, cineastas, escultores, poetas, hasta a un presidente de la república conocí, premios Nobel, y eso fue como un acicate, aunado a los informes que hacía en Gobernación, y sobre todo que hacía unas novelas casi diario, porque tenía Ruta 100, que era un sindicato que estaba conceptuado quizá como el más conflictivo en el Distrito Federal, y me tocó su época de oro.
Elaboraba diariamente de 3 a 4 informes, pero extractando eran de 2 o 3 cuartillas cada informe y eran como novelas. Eso me dio un poquito de formación y sobre todo la imaginación, que conjuntado con la doble vida de la policía—o sea entre la vida clandestina y la vida oficial, que se acostumbraba en ese entonces que en tus horas de servicio fueras servidor y en las horas de no servicio, no servidor.
ÓA. ¿En la que cabía de todo, incluso ser escritor?
GR. No. Escritor era de manera oficial. Porque es muy diferente usar la pistola a usar la pluma. Como policía político, el arma, en vez de ser la pistola era la pluma.
Regresando al mundo de La Jornada, después de conocer a ese gran personaje como fue don Carlos Payán, y después de esa apertura a ese mundo de corte comunista-socialista, tienes que hacerte un lugar en donde estás. Yo traté de congraciarme con él y con todos los de su entorno, y más o menos lo logré, pero fueron años de rechazo de editoras y años de correcciones, de volver a hacerlo. Fue una buena experiencia que hasta la fecha sigo cosechando, de ese sencillo texto que logré hacer.
ÓA. ¿Mientras duró la convivencia con Carlos Payán, cuáles fueron tus influencias, qué leías?
GR. Había una dirección, que leyera a Dashiel Hamet, que leyera a Chandler. No creas que le hice mucho caso.
ÓA. ¿Payán te los recomendó?
GR. Sí, e incluso me los regalaba. Payán me recomendó a Paco Ignacio Taibo II ¡imagínate! [Risas]. Mi capacidad para asimilar algunas lecturas no es universitaria, entonces me iba más hacia lo que me gustaba.
Desde antes de entrar a trabajar a La Jornada, por raíces familiares me inculcaron la lectura. Empecé leyendo a los clásicos juveniles, sobre todo las novelas y después lo policíaco y aventuras. Eso me fue mostrando una ruta: lo que me gusta terminarlo, y lo que no me gusta abandonarlo a las 3 o 4 cuartillas. Así he abandonado a gente que quizá tengan premio Nobel, pero que no me pueden llenar el gusto por leer.
ÓA. ¿Qué estás leyendo en este momento?
GR. Terminé un libro que se llama Los 30’s, que es un análisis sobre escritores mexicanos, en el que están José Emilio Pacheco y Poniatowska, un libro editado por Chema Espinaza, o sea de Ediciones sin Nombre, de la colección “La Centena”, que son unos libros pequeñitos.
Hay veces en los que entro en baches de lectura, y ahorita estoy precisamente en uno de esos. Pero sí busco, tengo en lista de espera 2 o 3 libritos, los títulos no los recuerdo pero siempre tengo en reserva.
ÓA. Quizá la respuesta pueda ser obvia, pero ¿por qué escribir sobre temas violentos? Entiendo que es tu contexto pero ¿por qué escribir sobre ello?
GR. Porque es lo primero que domino. Porque hay una especie de revancha de tipo personal hacia la gente que alguna vez tomé como referencia, que en cuestión de rectitud, sin saber que ellos llevaban una doble vida al igual que yo, y con una gran ganancia que era el reconocimiento popular, y era el reconocimiento por medio de votos; por ello la literatura que trato de hacer, y que siempre estará restringida por las editoras. Por los mismos personajes que inclusive están dentro de sus funciones en este momento, para mí es muy fácil imaginar las peores atrocidades porque se dan a conocer día con día.
ÓA. ¿Son parte de tu imaginación o son una experiencia vivida?
GR. No, todo es un ejercicio mental, nada más. Imaginarme que cierto personaje puede ser drogadicto, a lo mejor no lo es, o tal vez sí. Pero por mientras me gusta aventurarme, porque las acciones pueden concordar con las de una persona que ingiere drogas.
ÓA. Resulta tremendo que tú te imagines una tortura y que cuando lees la revista Proceso o lees el periódico es similar a lo que te imaginaste, cómo la realidad supera a la ficción, eso es más terrible.
GR. Como somos mexicanos y tradicionalmente tenemos una gran atracción hacia lo mal habido y sobre todo que los personajes que llegan a encumbrarse los corrompen mentalmente, es fácil llegar a los excesos más aberrantes y el aparato que los rodea es un mecanismo que los impulsa a borrar todas las buenas intenciones que tenían desde el principio. ¿Qué ejemplos te podría poner? Hay decenas de ejemplos que te podría poner de nuestra vida política, policíaca, de todos nuestros ámbitos de la sociedad, siempre hay un negrito en el arroz.
ÓA. ¿Podríamos decir que mucha de la decadencia cultural del país es culpa de la manipulación de la mente del ciudadano de a pie, por parte de los medios de comunicación?
GR. En cualquier estrato en que te desenvuelvas hay ciertos intereses entendibles. Maridajes entre gobierno-periodismo, periodismo-política. Está visto que también en la cultura, por ejemplo el FONCA, que está visto que es un círculo de becados, te dan ahora la beca y en tres años te la vuelven a dar. Y hay una cola de gente que tienen verdadero talento o verdaderas carencias y no se les respeta.
ÓA. ¿En México las becas producen escritores?
GR. Pues no se ve mucho. No sé. Ni idea tengo porque no hay difusión de los trabajos que se hace en tres años. En los pintores se ve un poco más porque presentan dos o tres exposiciones al año y con eso validan el dinero que les dieron; a los escritores me imagino que deben ser libros, pero libros que sólo leen ellos, y que pueden ganar premios. Hasta suena a revancha política [risas].
En México puedes hablar de lo que sea y todo está relacionado, hasta al último, con corrupción o tráfico de poder o impunidad, en la cultura, en la política, en la policía, nuestra república es de película.
ÓA. ¿Cuál es el papel social de la literatura delante de los medios de comunicación? No puede competir con el cine, con la televisión, mucho menos con las telenovelas…
GR. La denuncia. Si yo fuera apóstol todos los días saldría a decir “hagan un cuento sobre Ebrad, sobre el Peje o Calderón” para tratar de narrar lo que nosotros nos imaginamos. Y serían unos cuentos fabulosos para cuando menos descargar nuestro afecto o desafecto a quien sea. La literatura es un buen camino para expresar lo que traes adentro de la cabeza y hay gente que nos volvemos puntillosos hacia lo que está ocurriendo. Pero también habrá escritores que publicarán novelas de amor y de aventuras y de todo.
Yo creo que la literatura que estoy haciendo es imaginar mi entorno político-policíaco, porque tengo gran influencia de ese contexto. Y como lector y como visor de televisión me da bastantes ideas para crear personajes dentro de nuestra vida nacional.
ÓA. ¿Ahora que liberaron al Jefe Diego, se te ocurrió algo?
GR. Me impresionó el tipo que no deja de ser valiente y un caballero —aunque sea de otro partido—, me impresionó el mensaje que les mandó “ahorita me agarraron pero no me vuelven a agarrar, me agarraron papando moscas”. Un tipo valiente, me quiero imaginar los diálogos si es que estuvo secuestrado por alguna célula guerrillera, esos debates eran para haberse grabado y para reproducirlos.
Exactamente ahorita me estás dando una idea como para hacer un cuentico —como si fuera colombiano— de esos seis meses. No está mal la idea: un líder guerrillero y un personaje que es odiado por la mitad de la población, y también manipulado. Ya bien lo dijo él “me secuestraron por la mala información de que soy el abogado más rico del mundo” y sobre todo de los malos manejos que se le atribuyen. Pero es un hombre valiente.
Creo que sus enemigos lo han de respetar por las declaraciones tan coherentes que hizo.
ÓA. En la pasada feria del libro del zócalo presentaste un texto incendiario, ¿crees que hubo censura?
GR. Hubo una total y completa censura porque abarcaba desde gobernadores, obispos, personajes del entorno, y a la vez era una invitación, a todos los que me escucharon, a jugar con los personajes sin temor, a los tiempos de los priistas. Lo que sugerí era imaginar mínimo una madriza o una desaparecida. Me di cuenta que parece que lo eché al olvido pero eso es bueno, porque ya me di cuenta de que de todos modos aunque existan tiempos de apertura de pensar, de jugar con la imaginación, serán panistas, priistas, perredistas, hay una censura visible. Lo bueno fue que era una invitación a pensar, si hubiera hecho un taller regresábamos a los tiempos priistas aunque estemos en la ciudad del perredismo.
Hay censura y te das cuenta cuando empiezas a rastrear la minuta y las notas del día: se dedicaron a leer la contraportada de Pasito Tun Tun, y todo lo que dije —que no raya en valentía sino en desfachatez— era una franca invitación a que nos atreviéramos a tomar esos temas, no a inventar a Juan Pérez o el Shame de Taibo, qué caso tiene si puedes inventar personajes cotidianos, que en lugar de esos sea el jefe de la policía o el procurador.
Estamos en México para aprovechar los personajes y explotar lo que tienen, te podrás equivocar en 1 o 2 porque la honestidad no está muy bien conceptuada por nuestros gobernantes, especificando culturales y políticos.
“Hubo una total y completa censura porque abarcaba desde gobernadores, obispos, personajes del entorno, y a la vez era una invitación, a todos los que me escucharon, a jugar con los personajes sin temor, a los tiempos de los priistas.”
ÓA. Ahora que entré a la librería me encontré con el libro más reciente de Élmer Mendoza, ¿buscas ser un escritor de éxito?
GR. Órale, mano. Pues yo busco divertirme, jugar con mi imaginación, con el entorno cotidiano, inventar las historias con base en la realidad. Creo que El Asesino Solitario es su mejor libro; Balas de Plata es un libro para intelectuales. Considero que debemos ser menos adornados para la literatura. Élmer, Taibo, hay una generación de escritores que tienen todos los reflectores puestos en ellos pero creo que hay otros que estamos en la espera de que nos pasen la batuta tantito [risas].
Me estoy encontrando con un texto que me mandaron sobre mi novela, Visitando al Diablo, que dice “la novela necesita una radical revisión de estilo”, que eso ya lo sé. Pero ¿por qué son tan puntillosos los editores siendo, que hay textos que son perfectamente armados y son unos bodrios, que se dedican sólo a describir cómo estaban las escaleras, cómo estaban puestos los libros? Y en eso se pueden pasar tres cuartillas.
Puedes describir que te metes una línea de coca pero pasas a escenas y a escenas, pero los editores hacen la literatura con una formación como si hubiera sido con Cervantes, en los tiempos en los que era impecable la redacción.
Cuando llegas como nuevo personaje hasta una coma les molesta: “el autor tendría que poner nombres ficticios para obligarse a crear un poco más de realidad en el texto y no depender de una presunta carga testimonial o de un efecto de lo real muy fuerte, le falta ambientación propia”, entonces los editores se vuelven unos dictadores para determinar qué le puede gustar a un lector, siendo que los lectores van evolucionando en su lectura y les importa poco que esté bien construida una frase. Sí ayuda la fluidez y la buena construcción, pero tengo entendido que antes a un narrador se le podía ayudar quitándole las cursivas o acomodándole una coma. Ahora no, ahora te ven como un enemigo de la literatura y publican libros que no te llevan a ninguna parte. Pero quizá estén bien construidos y los ven como un trabajo impecable.
ÓA. ¿En México sobra adjetivación y faltan tramas? ¿Quién las escribe?
GR. No; sobran tramas. Y debe haber de sobra quién las escriba pero se han de estar imposibilitados, como yo, porque no están bien construidas, porque abusan del antagonista o del protagonista, pero sí hay. Me imagino que debe estar repleto de temas interesantes, escalofriantes, sorprendentes por escritores que no son escritores.
Ahora que he terminado el bloque de escritura me estoy encontrando que, en Visitando al Diablo, tengo que cambiar los nombres de los personajes, ¿por qué? Porque el editor lo quiere. Tengo que cambiar las escenas porque las consideran inverosímiles y aparte hay que revisarlo estilísticamente, bueno eso se acepta. Pero si llega don Élmer Mendoza lo reciben con aplausos y como su novela está bien construida, como es un académico, indudablemente el libro estará bien escrito pero de interesarle sólo le va a interesar a las personas que lo conocen de ganador de un importante premio.
ÓA. ¿Qué editorial fue la que te mandó este correo?
GR. Es Terracota.
“Sobran tramas. Y debe haber de sobra quién las escriba pero se han de estar imposibilitados, como yo, porque no están bien construidas, porque abusan del antagonista o del protagonista, pero sí hay. Me imagino que debe estar repleto de temas interesantes, escalofriantes, sorprendentes por escritores que no son escritores.”
ÓA. ¿Crees que sería mejor publicar en editoriales pequeñas?
GR. Lo que estoy pensando es que voy a ser famoso cuando me haya muerto, porque los textos no los voy a cambiar. Y más ahora que voy sobre la segunda novela en la que yo soy el personaje, inventando mis propias historias, ligadas con la política, con el entorno de México y sobre todo el que me interesa: el policíaco.
ÓA. Los editores siguen siendo los castigadores
GR. No encuentro qué decirles. Pero para la próxima aventura que voy a escribir me voy a disciplinar por lo menos en lo estético y en lo máximo posible de bien construido y estilizado.
ÓA. Estaba pensando en Mario Bellatin, que se ha olvidado de las editoriales y ahora él mismo imprime y vende sus libros en el parque México.
GR. Pero no me gustaría llegar a eso. Quiero dejar plasmadas mis horas de escritura para que no se pierdan, porque ya son más de mil cuartillas. Mil cuartillas mal escritas ante los ojos de cualquier editor, pero son varias historias que son cotidianas, de dominio popular y de humor negro. Tienen comicidad, algo estoy aportando a la literatura nacional.
ÓA. Eso es lo que te iba a preguntar, ¿hacia dónde va la literatura de Guillermo Rubio?
GR. Primero va divertirme con una trilogía en la que yo soy el personaje. Después unos cuentos enfocados a los problemas de corte político, va a los excesos, a cierta aceptación a las drogas y a divertir. Esa es la idea.
Alguna vez me preguntaron que si quería dejar algún mensaje. Bueno pues el mensaje es divertir nada más. Divertirme con lo negro, con lo oscuro, con lo que nadie se atreva, y sobre todo dejar de creer que nuestros personajes son intocables, y que los podemos tocar con la imaginación.
ÓA. ¿Qué es para ti la literatura?
GR. Es la huella que vas a dejar, es tu firma para toda la vida. El cuerpo se muere pero las letras no van a morir, y si son medianamente legibles pues tienes para ser recordando por muchas generaciones.
Guillermo Rubio es autor del libro Pasito Tun Tun, Tiempo Extra Editores, México, 2006.