El Planetario Alfa y yo
Un museo icónico de Nuevo León cierra sus puertas después de 42 años. Se despide un lugar que promovía la ciencia y la tecnología.
Un museo icónico de Nuevo León cierra sus puertas después de 42 años. Se despide un lugar que promovía la ciencia y la tecnología.
Por Adriana Barba
Monterrey, Nuevo León, 11 de septiembre de 2020 [00:03 GMT-5] (Neotraba)
Todos los regios sin excepción sentimos nostalgia la semana pasada que anunciaron el cierre definitivo del lugar después de 42 años de promover la ciencia y la tecnología de manera interactiva en Nuevo León.
El Planetario fue inaugurado el 11 de octubre de 1978 con la tecnología más innovadora del momento. El primer museo interactivo del país, el primero con pantalla IMAX en Latinoamérica.
Fueron más de 15.2 millones de visitantes en las 4 décadas. Entre esos vamos usted y yo.
Tenía 5 años cuando mis padres nos llevaron un domingo a mi hermano y a mí. La distancia de mi casa a el museo era larga llegábamos a otra ciudad una muy linda con muchos árboles.
Mi memoria de elefante me hace recordar el estacionamiento empedrado y la sensación de llegar a un lugar impresionante. Eran los ‘80 y ese lugar era mágico. Y no me va a dejar mentir usted, lector regiomontano, si no recuerda con mucha alegría la máquina que hacía que se le pusieran los cabellos de punta.
La segunda vez que regresé a ese hermoso lugar fue con 100 compañeros más, divididos en 3 camiones. Te daban el papelito para que tu mamá firmara el permiso, viajar con un montón de jóvenes de tu edad de San Nicolás a San Pedro cargando una bolsita de papel kraft que contenía mi Frutsi de uva y mis Rancheritos. Era la gloria.
El chofer siempre ponía la canción de moda, en ese año era “Barbie Girl” de Aqua. Todos coreábamos y hacíamos las coreografías cayéndonos en el asiento en los altos o en los semáforos.
“No pueden bajar con comida”, nos ordenaba la maestra, los Rancheritos y el Frutsi nos recibían en el autobús al regreso: uno lleno de anécdotas del museo, uno que te dejaba siempre una sonrisa de oreja a oreja.
Pasaron los años y me tocó llevar a mis hijas. Fue en agosto de 2012, era raro, parecía que en ese lugar no había pasado el tiempo: volví a los ‘80 o a los ‘90, no le voy a mentir, la comida de la cafetería nunca fue la mejor.
Los niños de hoy son muy diferentes a lo que fuimos nosotros, no sentí en ellas ese brillo que yo tuve al pisar el lugar. Casi nada les sorprendió, en un momento hasta lo llamaron antiguo.
La última vez que estuve ahí, fue hace 3 años. Ahora me tocó a mí gritar en el camión que no se podían bajar con comida y también bailé las coreografías de una canción de moda con todos los chicos. El cuidado de 30 me llevó al pasado y agradecí eternamente lo maravillosa que fue nuestra infancia, donde un museo servía para llenar nuestra cabeza de historias, donde la sala de la Ciencia y Tecnología –no recuerdo bien si así se llamaba– nos hacía soltar unas carcajadas que hacían eco en el lugar.
Porque de eso estamos hechos, de historias y el Planetario Alfa siempre estará en las mías.
Gracias por estos 42 años, campeón.