El emisario o la lección de los animales.

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Por Zaira Eliette Espinosa (@zairaee)

Nuevo León, México, 8 de noviembre de 2019 (Neotraba)

No mucha difusión se le da a la literatura de Nuevo León. Pareciera que, en el río inmenso y desbordado de novedades editoriales del país, las letras regiomontanas se asoman en su momento, pero pasan con esa velocidad que las pudiera dejar kilómetros atrás. El emisario o la lección de los animales, primera novela del escritor Alejandro Vázquez Ortiz, es una de las obras que merecen ser mencionadas a destiempo.

Los emisarios eran en los años 80s esos embajadores designados por los cárteles mexicanos y colombianos para conciliar o concretar negociaciones entre ambos. En Monterrey los había. Al protagonista se le presenta la oportunidad de ser como siempre lo deseó: como su hermano, un emisario.

De esta manera, pudiéramos creer que es una novela más sobre el narcotráfico; sin embargo, el protagonista nos ofrece recorridos psicológicos, emocionales y reflexivos a lo largo de historia. Desde las primeras líneas, el personaje advierte sobre su vida arrinconada en la ciudad, de su deambular cuando cruza la ciudad de oriente a poniente, desde Guadalupe hasta Santa Catarina.

Intuye: “La ciudad, lo mismo que el cielo, no está vacía sino dormida. El río es una franja de silencio”. Así nos advierte que despertará una tormenta, el huracán Alex, que en gran parte de los pasajes de la novela va a custodiar la acción, y finalmente le da una plasticidad y textura narrativa únicas y no solo para quienes vivimos de cerca los estragos del huracán. El río Santa Catarina cobra vida, casi como otro personaje.

El emisario narra la violencia del huracán, del río, de los hombres que en persecuciones quieren arreglar su mundo que ya está chueco y estropeado de por sí por el aguacero, por el querer ser otro y descubrirse a sí mismo en un espejo de pasado; la violencia de reconocerse y desconocerse cuando hay soledad, sangre, adrenalina, calles vacías, puentes oscuros de un Monterrey que a ráfagas marca su destino.

Vázquez Ortiz enmarca la historia además con la presencia de los animales, de aves, serpientes, perros y otros que como si fueran otros emisarios de presagios o amuletos de vida llevan consigo los significados de identidad, por ejemplo, esa gravedad de la individualización de los gemelos idénticos.

Por si fuera poco, el final de la novela es inesperado. El emisario propone una senda de acción en el desamparo y la intemperie citadina; y al mismo tiempo plantea una cavilación sobre los reflejos de una sociedad extenuada por el crimen.

Alejandro Vázquez Ortiz nació en Monterrey en 1984, obtuvo el Premio Nacional de Cuento Comala (2015), el XXXI Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción de Puebla (2018) y el Premio Nuevo León de Literatura (2017). Es editor de la editorial regiomontana An.Alfa.Beta.

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El emisario o la lección de los animales, Alejandro Vázquez Ortiz. Caballo de Troya, 2017.