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Por Óscar Alarcón

Monterrey, Nuevo León, 13 de julio de 2021 [12:14 GMT-5] (Neotraba)

Un libro de crónicas en donde el oficio del periodista se pone a prueba. El idílico puerto se desvanece y le da paso a narraciones crudas y violentas. Lo mismo encontramos historias del narco que recetas para cocinar tortuga. Personas desaparecidas o dónde buscar la famosa Acapulco Golden.

Paul Medrano nació en Tamaulipas, pero vive en Acapulco desde hace 30 años. No haber nacido en sus playas no es impedimento para hablar de un lugar de llegada y salida para cualquier tipo de persona; de múltiples anécdotas, de la noche y el día como formas disimiles de convivencia.

El lugar que se volvió un estereotipo en los ’70 se construyó gracias a las necesidades de poseer una fachada televisiva y cinematográfica, pero años después son las balas las que lo atraviesan. Y eso también se convirtió en un lugar común.

Medrano maneja muy bien el oficio de cronista. Se sumerge y nos trae historias que de ninguna otra forma podríamos conocer. Gracias a las crónicas de Medrano nos damos cuenta de que somos lectores extranjeros en nuestro propio país. Paul Medrano también es Acapulco.

El libro está dividido en tres partes: El punk, Las historias, El sur. Periodismo Gonzo de alto calibre; por las páginas del libro desfilan personajes que construyen armas con sus propias manos: nos sorprende la habilidad con la que un armero llamado Reynol Fierro podría copiar un Ak47 pero prefiere fabricar su propia arma: La raptor. Un arma que sorprende a cualquiera que la vea.

Paul Medrano utiliza la entrevista como herramienta para desentrañar lo que ocurre en Guerrero. Es a través del diálogo como construye sus crónicas. La charla le sirve de guía para pintar una playa abarrotada de gente o los tacos más famosos de Acapulco. Cuando no es el diálogo es el monólogo pero Medrano siempre nos ofrece sus pensamientos.

Paul Medrano. Imagen tomada de Punto U UANL
Paul Medrano. Imagen tomada de Punto U UANL

En El Acapulco Punk asistimos a un viaje al interior de Guerrero tal cual lo ve Medrano. También se habla de Taxco, donde todo es subida y bajada y más nos vale tener rodillas fuertes para emprender la excursión.

La noche de Iguala también puebla las páginas del libro: “Para los guerrerenses, Ayotzinapa es la punta del iceberg. Un iceberg de hartazgo, de injusticias, de pobreza, de masacres, de corrupción, de nepotismo y de muchos malos políticos”. (página 79). Estampas en tercera dimensión se mueven delante de nuestros ojos, ondean como si fueran velas de un barco navegando en altamar.

Ayotzinapa fue una bomba cuyas esquirlas aún no tenemos idea dónde siguen lastimándonos. Puede ser que nunca hubiésemos escuchado de la escuela Isidro Burgos, pero de una cosa estamos seguros: jamás olvidaremos la Normal de donde los 43 estudiantes salieron.

Si Ayotzinapa es esa herida sangrante, Aguas Blancas se convierte en una cicatriz que para este año no ha dejado de supurar. Es cierto que no es una obligación de todo escritor guerrerense abordar estos dos hechos históricos, pero pareciera ser que para Medrano se convirtieron en un compromiso con el oficio del periodista.

Libros prohibidos por el ejército, pérdidas, iguanas que invaden las casas de los costeños son otros temas a los que se acerca Medrano.

Publicado en 2021 por la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León, esperemos que El Acapulco Punk encuentre más lectores que hasta el momento la pandemia le ha permitido.

Se puede comprar en la página web de la Editorial Universitaria de la UANL.


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