Cuatro amigas en Ciudad Juárez, un paraíso difícil de roer
Con "Paraíso difícil de roer" José Juan Aboytia ganó el Premio Chihuahua 2020. Vanguardia en Ciencias y Artes. Óscar Alarcón entrevista al autor
Con "Paraíso difícil de roer" José Juan Aboytia ganó el Premio Chihuahua 2020. Vanguardia en Ciencias y Artes. Óscar Alarcón entrevista al autor
Por Óscar Alarcón García
Puebla, México, 21 de febrero de 2022 [01:46 GMT-5] (Neotraba)
La vida de cuatro jóvenes aparece de manera vertiginosa al inicio de la novela. Mariana, Fernanda, Carol y Kerra son las protagonistas de una novela laberíntica en voces, historias e infiernos. Cada una de ellas nos muestra sus pensamientos íntimos y develan sus temores ante la vida, sus aspiraciones inmediatas y su insatisfacción personal.
José Juan Aboytia traza problemas sociales de Ciudad Juárez, que estarán representados simbólicamente en cada una de sus protagonistas, lo que nos hará ver que la ciudad y ser mujer no es un pan comido. Que quizá nunca lo ha sido en este país. O en el mundo.
Paraíso difícil de roer, obtuvo el Premio Chihuahua 2020. Vanguardia en Artes y Ciencias. Aquí una entrevista con su autor.
Óscar Alarcón. ¿Qué tan difícil fue construir las voces narrativas de mujeres? Además del entrecruzamiento narrativo, el inicio de Paraíso difícil de roer es muy vertiginoso.
José Juan Aboytia. En un principio tenía al personaje principal, Mariana, quería que todo fuera desde el punto de vista de ella. En un primer intento estaba en primera persona, pero no me convencía, no me gustaba.
Lo llegué a tallerear en un verano muy padre en la sierra de Durango. Julián Herbert era quien estaba a cargo del taller y confirmaron mis dudas: no funcionaba esa voz femenina.
Decidí entonces por un narrador externo, un poco involucrado, metiche, a partir de Mariana. Me interesaba que el lector pudiera creer que estaba hablando y viendo a un personaje femenino.
Fue un poco de ensayo y error, escuchar a las amistades y estudiantes mujeres –de todas las edades, desde mi generación hasta más jóvenes– que estaban en los talleres. Estaba al pendiente de cómo se expresan, cómo hablan, y de sus dinámicas. Me interesaba mucho que, independientemente de quien lo escribe sea hombre o mujer, que internamente se sintiera eso.
Crear ese mundo a partir de la visión de Mariana y darle un ritmo dinámico –a pesar de todo lo que estaba pasando–, vertiginoso –como comentas. Y mucho es por la influencia del cine. Tengo un diplomado de cine, he dado talleres de guiones.
Al inicio eran pequeñas “escenas” sobre quiénes son los personajes principales y poco a poco fui incorporando otros personajes que eran importantes para la historia. Me interesaba que se dieran cuenta sobre qué se va a hablar en la novela, quiénes están ahí y luego enfocarme en el punto de vista de Mariana, las amistades, algunas generaciones –como los papás de los personajes. Y luego el Contador, que es el antagonista.
Quería que ese tono y esa voz estuvieran en los personajes femeninos y respetarlo para que fuera creíble y estar desde lejos, como narrador.
ÓA. Desde tu perspectiva como hombre, ¿qué tan difícil es ser mujer en Ciudad Juárez?
JJA. Hay muchas situaciones, hay un estigma que ha ido cambiado un poco. Pero pensemos en 10 o 15 años atrás, estar fuera de la ciudad, era señalarlas, que las identifiquen, que digan: “Es que son de Juárez, allá las matan, son las víctimas”.
Era un estigma de mucha gente de aquí, que parecía algo muy prejuicioso, muy superficial. O la pregunta no llevaba esa carga negativa sino como preocupación, pero cómo en su momento la percibíamos distinto. Ha ido cambiando, afortunadamente, es un estigma que tiene la ciudad, es una cuestión política.
En la época de las muertas de Ciudad Juárez yo no vivía aquí. Yo llevo 15 años. Cuando vine por primera vez hace 17 años –me invitaron a un encuentro de escritores– también quería saber qué era. Y es un poco eso: investigar, conocer qué ocurre.
Ciudad Juárez nunca fue la ciudad con más índices de muertes de mujeres –no es para enorgullecerse–, fue la quinta ciudad de todo el país. Pero hubo una cuestión partidista, de gobiernos.
Dentro de toda esa situación lamentable, se formaron muchas redes, vínculos, asociaciones, grupos de ayuda, lo cual es muy importante, pero sí hay un estigma que ha ido cambiando. Y gracias a los movimientos feministas ya se es más consciente, más humano con el crimen de género.
ÓA. ¿Cuáles crees que sean las diferencias de percepción de la industria de la pornografía y del narco entre el centro del país y la frontera?
JJA. Lo que yo manejo es un punto de vista masculino de estas situaciones. Y tiene que ver con que a mí me gusta mucho trabajar con lo corpóreo, de aquello que te hace darte cuenta de que eres mujer. El punto de vista masculino es muy superficial también. En la novela es un tipo cuyo único refugio era la pornografía expresada a través de su cuerpo.
No he hecho investigación al respecto, soy ajeno a saber si hay una industria. Sé que hay una industria de la pornografía que está hacia el centro de la República, pero en un momento dado –pensando en que yo soy de Baja California y que viví en Mexicali, Tijuana y Ensenada– sé que en California hay una industria muy basta de pornografía hacia todo Estados Unidos –incluso México. Ese era mi vínculo.
Sé que hay casas de citas muy ocultas en la ciudad –y que aparecen en la novela–, pero la parte de lo superficial que somos los hombres está reflejada a partir de esos momentos: la única opción era trabajar en el crimen organizado para poder “sobresalir”, y la otra válvula de escape es la pornografía. Esa era la situación.
Una de los personajes se ve envuelta en la trampa de una productora de soft porn, pero también de mula: “voy a usarte para cruzar un cargamento de droga, sin que tú lo sepas, a Estados Unidos”.
ÓA. Ahora que hablas sobre el cuerpo, en la novela también se menciona un tema que pensé superado: la anorexia. Aparece el cuerpo, pero esta vez enfermo. ¿Cómo decides incluir la anorexia en una novela del siglo XXI? No porque diga que no existe sino porque ya no tiene los reflectores.
JJA. Tuvo su auge en una preocupación universal y creo que algunos nos quedamos con esos traumas e impresiones. El trabajo ahí es mostrar todo lo vulnerables que nuestros cuerpos pueden ser en el caso de algunos hombres: el caso es la satisfacción inmediata, como puede ser el sexo –como con una de los personajes. Ella no está a gusto con su cuerpo, pese a lo que le digan.
Quizá por generación entrando a la adultez –algunas amistades comentaban o mi contacto con jóvenes como maestro– me daba cuenta de eso. Tal vez ahora se traslade a las redes sociales, puede ser una presión al tener que verse bonita, guapa o guapo, que tienen que verse bien y el cuerpo no les ayuda al parecer; entonces, trasladar al cuerpo lo vulnerables que podemos ser. En este caso la bulimia y la anorexia.
Cada personaje femenino vive su infierno: Mariana porque vive con el contador; Fernanda con el cuerpo, no se acepta, no se quiere tal como se ve; Carol, con la cuestión de la pareja y el novio de su roomie, que la acosa y que además tuvo una pareja que la golpeaba; y el caso de Kerra, que ella es al revés: la gente le dice que es muy bonita y aprovecha el cuerpo y al mismo tiempo la utilizan. Hay temas que nos siguen estrujando.
Me interesaba mucho porque son mujeres, de cómo el cuerpo está expuesto a diferentes escenarios adversos.
ÓA. Como bien lo mencionas: aparece el cuerpo maltratado y vendido, el cuerpo enfermo por la anorexia, el cuerpo ultrajado por el acoso, y el cuerpo prostituido. Se tocan temas muy importantes para la feminidad actual.
JJA. Además, son las situaciones con las generaciones: aparece la parte física, pero también la parte mental, de cómo tienen que darse cuenta primero y después intentar salir de ahí, en el caso de Mariana, sus padres y su hermana mayor; la mamá de Fernanda le pide use su cuerpo en otro sentido: que rente su vientre en una situación religiosa, muy católica y va aumentando el conocimiento y va madurando.
Sobre todo, lo que me interesa es que muchas historias hablan de sobrevivencia, las cuales tienen que ver con la edad, pero también con la ciudad.
ÓA. Hablando de lo psicológico, te he de confesar que hubo algunas partes de la novela que me descolocaron por la aparición de los personajes ficticios. Aparece un narval y un par de demonios: el nerval le habla a Fernanda sobre las problemáticas de su cuerpo; y los demonios que le hablan a Mariana sobre si hacer o no lo que tiene pensando. ¿Por qué decides incluir este tipo de personajes?
JJA. Siento que son los medios para sobrevivir, para hacer algo. Mariana se siente sola y se pregunta qué va a hacer porque sus padres están ahí, pero no están. Fernanda está en una enfermedad y ella se crea esos personajes para sobrellevar las cosas.
Me voy a extremos: estoy entre un ángel y un demonio, pero resulta que son dos demonios. Escucha las voces. Es un poco crear la fantasía y que la imaginación debe estar ahí para salir de algo. El tono de los personajes me gustaba: irónico, burlesco.
Los pensamientos están ahí, pero por irse hacia un lado se vuelve intenso o lo rechazas y entonces se plantea: “No, no, no, tráelo, tráelo. Tienes que ser así.” Y uno a veces los piensa y los quita. Esos personajes no lo quitan, lo regresan y lo multiplican, lo intensifican.
Es parte de la imaginación de ellas, porque no es una novela fantástica, pero estaban los diálogos de “No quiero estar sola con mis pensamientos y entonces me creo estos dos personajes, que ya somos tres voces, aunque las tres estamos igual de mal o de raras, pero ahí vamos sobreviviendo.”
Y con el nerval igual: en el fondo de todo este caos hay una voz que a veces te lo dice de forma negativa, irónica o burlesca. El narval es un animal que me fascina porque todavía no se sabe de qué se trata, como el ornitorrinco. Es una consciencia-voz, que a las dos amigas les ocurre.
ÓA. La madre de Mariana también tiene alucinaciones.
JJA. Y se lo dicen en algún momento. Mariana no quiere dejar a su madre, pero las voces le dicen “Sí, pero con el problema que está viviendo tu madre en algún momento no se va a acordar de ti, lo cual es tristísimo, pero cuando ya no se acuerde no va a sufrir”. Hay recompensas.
ÓA. ¿Qué tan difícil es hablar de la violencia y el narco en Ciudad Juárez?
JJA. En la parte literaria no hay riesgo. En la parte periodística, sí, lamentablemente. Han ocurrido hechos lamentables, de sangre, en Tijuana.
En Ciudad Juárez se dio mucho –tú lo sabes. En México ser periodista es una profesión muy peligrosa, a nivel internacional. Es lamentable.
En la parte literaria, no. Al parecer los narcos no leen. No tenemos ese riesgo. El autor o la autora decide si escribir o no sobre eso. Siento que no les llama la atención, no hay demonios que expulsar, no hay nada que les corrompa el alma –en algunos casos– con el tema de la violencia. A lo mejor porque consideran que es parte del periodismo. O porque dicen “Lo que quiero es entretenerme y olvidarme, quiero escribir o leer otro tipo de cosas”.
Pero en mi caso, tenía que escribir esta novela. Tardé bastante tiempo en terminarla y luego el curso de ver qué era lo que pasaba con ella.
ÓA. Pareciera ser que el tema de la violencia se le impone al escritor y ahora me sorprende que digas que no muchos escritores lo están abordando.
JJA. No, no. Hay un compromiso social de varios autores y autoras. Hay un interés en escribir tu ciudad, lo que conocen, lo que viven.
He dado talleres –tengo más de diez años dando talleres de escritura, sobre todo de narrativa– y son muy pocas las historias. Creo que 5% de lo que he leído en el taller tiene que ver con la violencia o con cuestiones sociales.
Obviamente son libres. Escriben lo que les nazca, lo que quieran, pero sí veo eso. Conozco amistades mías que trabajan el tema que, si tienen 4 libros, uno habla de eso, pero no hay un área que diga: “las novelas de Ciudad Juárez que tengan que ver con la violencia o con el narco”, no existe.
ÓA. Te lo preguntaba porque del Colectivo El Zurdo Mendieta también se ha publicado Desierto en escarlata.
JJA. Uno puede pensar eso. De hecho, dos autores del colectivo, que son Ricardo Vigueras y Alberto García, tienen una novela y una especie de cuentos novelados acerca de la violencia. Hay otro autor del colectivo, Francisco García, que es sacerdote y tiene un libro de cuentos por la Secretaría de Cultura de Chihuahua, relacionado con la violencia.
Quizá, mi novela al estar publicada por una editorial de la Ciudad de México está circulando –y eso me agrada bastante–; la novela de Ricardo Vigueras es Premio Sor Juana Inés de la Cruz, en el Estado de México, también quizá por eso se conoce. Desierto en escarlata también está publicado por Nitro/Press.
La novela de mi amigo Gimo es una novela independiente, aunque también ganó el Premio Chihuahua, como yo, pero no circuló igual. Puede ser que de diez novelas te encuentres ocho y entonces se piensa eso, pero hay otras 30 que son otra cosa. Ahí tenemos un problema de dar a conocer más obras de Ciudad Juárez. O del Chihuahua.
ÓA. Háblanos un poco sobre los conceptos de “literatura”, “centro” y “frontera”, ¿cuáles son los temas que se están escribiendo en la literatura fronteriza?
JJA. Yo veo un universo. Lo que me doy cuenta es que hay un auge de la novela policiaca, que no necesariamente tiene que ver con narco. Veo que hay congresos, colecciones de novela policiaca –como la colección noir de Nitro/Press–, pero siento que es cuestión de quien quiera escarbar y encontrar más autores. Quienes estamos en el medio literario estamos leyendo cosas, buscando autoras, libros y podemos tener acceso a esa información, pero el punto es saber qué es lo que se comercializa, qué encontramos en los aparadores de las novedades.
A mí se me hace muy vasto. Lo que veo es una tendencia a la novela –que no es malo–, las editoriales crean las búsquedas: lo importante ahorita es la novela ¡y novelas largas! A mí me gusta mucho la novela corta. Escribo novela corta y tengo varias sin publicar porque no hay a quien le interese el tema.
Veo que las editoriales crean la tendencia de lo que se debe leer y a veces se van con la finta de “Ah, entonces también debo de escribir acerca de eso”, pero lo que veo es algo muy completo, siento que ha cambiado bastante y que las redes sociales ayudan a esos grupos a identificar nombres, portadas, libros.
De pronto no encuentro diferencias: “Esto es novela del norte o novela del sur”, por el contrario, son autoras mexicanas y ese libro tiene que ver con cuestiones de espacio, pero el otro del libro de esa misma autora es una cosa distinta.
En mi caso, escribo novela, cuento y minificción. Hay temas de la violencia en la frontera que no aparecen en mis cuentos, que no aparecen en mis minificciones, pero hay temas que sí. Veo que la violencia es más para desarrollar una novela, crea más matices. En un cuento puedo abarcar un punto, pero no todo lo que me gustaría hablar. Siento que la novela es el espacio idóneo para hablar sobre eso.
ÓA. Regresando a Paraíso difícil de roer, ¿qué ocurre con el concepto de Dios y el fanatismo religioso que aparece en el libro? También se pensaría que mientras más lejos del país más se diluye el fanatismo y encontramos que no es así.
JJA. La búsqueda de lo espiritual es inaudita, es increíble. Acá en Ciudad Juárez hay mucha oferta religiosa. Hay amistades que vinieron para acá por esa cuestión: “es que acá hay un grupo que me ayuda con esto, vamos”. En mi caso fue estudiar una maestría, la academia, pero hay mucha oferta de religiones. A mí me interesaba trabajar la parte en donde se llega al fanatismo, en donde se cruzan ciertas líneas y se entrega a la religión. Que no es que esté mal, pero se desvirtúa y va afectando a los que están alrededor.
En el caso de la madre de Fernanda es eso: “tu religión está bien, pero no me involucres”, y entonces ella le responde: “es que tú estás mal, quiero que te des cuenta que la religión en la que estoy te va a salvar” y la jala. Llega un punto en el que se desvirtúa y “quiero hacer una especie de control sobre tu cuerpo y quiero que hagas esto”.
En algunas familias, los papás darían todo porque sus hijos fueran sacerdotes. En este caso es “tu hija no puede ser sacerdote, pero puede darnos un hijo, puedes rentar tu vientre” y es “a ver, espérate, eso no es tan sencillo. Para empezar, no es tu cuerpo, aunque yo estuve en tu cuerpo, tú no tienes control sobre el mío”. Es irse al extremo de pensamiento de la madre hacia la religión.
Hay mucho apego a las religiones, muchos temas tabús cuestionados en el tema y me gustaba que muchas veces confundimos la parte espiritual con la religiosa. Es como cuando confundimos la política y los partidos.
Mi punto de vista va más allá. Esta mujer estaba ahí: “mi entrega es con Dios y todo lo que está a mi alrededor debe de ser igual; soy tu madre y te vas a dar cuenta”. Es un proceso que las dos tienen que llevar a cabo, tienen que reconocerse como independientes.
ÓA. ¿Sigue siendo Estados Unidos el lugar de salvación para los mexicanos?
JJA. Sí, no tanto como antes, pero todavía sigue así. En nuestro caso, por la proximidad de la frontera –Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, en el caso de la pandemia– la gente dijo “Ya me voy a vacunar a Estados Unidos”. “Espérate, acá también va a estar, no te desesperes”.
En el caso del personaje es escaparse para allá para hacer real las cuestiones simbólicas: cruzo el territorio y ya soy libre. Y no es cierto, el tema del narco tiene que ver con las fronteras, con nuestra cercanía con Estados Unidos, pero ella lo ve así, de cierta forma le resulta. Ese sigue siendo el pensamiento.
Cuando recién llegué a Juárez, los papás mexicanos se iban a tener a sus hijos a Estados Unidos. Si uno pregunta a sus alumnos, 80% nació en El Paso. Ha ido cambiando, pero todavía es: “Allá hay más oportunidades de todo, y entonces voy a tener a mi hija allá”.
Y en Tijuana no ocurría eso, de cada 100 niños, 1 nada más. En Ciudad Juárez ha ido cambiado, se complica, pero todavía se cree que todo en Estados Unidos es mejor.