Crónicas sobre la Marcha
Una reseña de Crónicas sobre la marcha de Juan José Luna, un escritor al que nada fuera de la literatura parece importar.
Una reseña de Crónicas sobre la marcha de Juan José Luna, un escritor al que nada fuera de la literatura parece importar.
Por Diana Heredia
Tijuana, Baja California, 22 de abril de 2022 [00:01 GMT-7] (Neotraba)
Cuando conocí a Juanjo, él escribía, y sigue escribiendo, en Facebook un montón de cosas que nos hacen feliz a mucha gente. Marian Rojas, una psiquiatra española, dice que la felicidad es conectar cada día con lo bueno que nos sucede. Al leerlo ahí, de manera informal y pasajera, pensé: «De esto va su escritura. Juanjo escribe de esa felicidad minimalista, de aquello con lo que todos podemos conectar día a día, pero él se sienta, lo atrapa y lo deja en letras para todos». En sus Crónicas sobre la marcha no solo habla de esa felicidad minimalista sino también de aquello que le duele y que le avergüenza. Le pone belleza al dolor, y eso es maravilloso.
Ernest Becker dice que el ser humano es el único ser consciente de que vamos a morir, por eso preferimos engañarnos y hemos creado tres formas para negar la muerte: la primera es la religión, que nos promete la vida eterna; la segunda es el amor, que cuando nos enamoramos nos sentimos vivos, y la tercera es el arte. Juanjo sin duda pertenece al tercer cubo, el arte, la literatura es su forma de renacer día a día, y escribir este quinto libro es su manera de trascender.
Cuando lo conocí tomé todos sus talleres. Seis meses antes yo había escrito mi primer libro, Avenida Cinema, y Juanjo hizo los ajustes ortotipográficos pertinentes: corrigió un montón de comas y acentos, puso caras felices en los párrafos que le gustaron, marcadores en los que no entendía y corazones en aquellos párrafos que amó. Él dio forma y figura, y cuando alguien hace eso por tus letras, no vuelves a soltarlo. Porque la edición y corrección son un acto de amor, compartes cada línea que trazaste, que sangras, que lloras, y eso te une para siempre y te sientes en familia.
Lo que siguió después fue que escribí otro libro más. Juanjo me enviaba un montón de ligas para que lo metiera a concursos, incluso de otros países. Eso es otro aspecto que te une para siempre, cuando entras al mundo literario y alguien cree en ti. Esa generosidad fue mi efecto Pigmalión en las letras, puesto que es algo que planeo hacer siempre. Y eso es lo que hace Juan José en la Escuela de Letras Sanblás, nos arropa y nos comparte su mundo.
Por aquel año también leí su libro El origen de las cosas, lo leí en una sentada acompañada de una jarra de café. Esa fue la segunda puerta que Juanjo me abrió en su vida, porque la escritura se vive en soledad, te sientas en el escritorio de tu casa o en un café y escribes, y escribir es casi como correr un maratón, se alimenta de esa dualidad: que te sana y te agota, pero cuando tus letras terminan impresas y las expones a todo el público la obra pertenece más al lector. Así que las letras de Juanjo, esa ventana de su vida, a ratos realidad y a ratos ficción, hacen que nos volvamos parte de él.
Tuve el honor de ser de los primeros en ver la impresión de su libro Crónicas sobre la marcha, y lo primero que dije fue: «¿De qué va? ¿Qué tienen que ver tus crónicas con la imagen de la portada que consta de una flor que, entre pétalo y tallo, forma una bailarina?» Juanjo contestó que quería algo bonito y que no tuviera nada que ver con el título. Así es él, impredecible a ratos. Bien lo dice en una crónica de su libro: 36 °C: «No podía seguir con ella (se refiere a Malena), simplemente porque mi naturaleza es partir, siempre me estoy yendo y lo peor es que nunca termino de llegar».Aunque la extrañara y le doliera, él tenía que partir, quién sabe a dónde y quién sabe por qué, ¡Pobre Malena!
Qué sentí cuando leí Crónicas sobre la marcha. Mi esposo lo comenzó antes que yo, y sentado en el sillón mientras leía soltó una carcajada. Luego supuse por qué se reía, quizá porque leyó que la vida es una güila miserable o esos textos donde habla de la envidia que le da el triunfo otros escritores o quizá por el refrigerador que compró que en vez de enfriar, calentaba.
Uno piensa cuando lo lee: esto es surrealismo de lo maravilloso cotidiano.
Me atrevo a decir que los que escribimos, en la mayoría de los casos, somos los incómodos y hemos ido por la vida sin respuestas, así que escribimos para desenredar los lazos de colores de nuestra cabeza y crear nuestras propias realidades y ficciones, dejarlo por escrito es un puñado de lo que somos en ese momento.
Lo que me hizo sentir Crónicas sobre la marcha son tres cosas: la primera, que el escritor, y protagonista, tiene miedo, fracasos y un licuado de emociones que recoge y que flotan como mariposas volando a su alrededor. La segunda, que a pesar de todo lo que suceda, lo que empuja los días es la forma en cómo te tomas las cosas, así que su brío, su educación sentimental y la capacidad de asombro hará para siempre que lo cotidiano se vuelva maravilloso. Y la tercera, que los libros como los de Juanjo son imprescindibles en este mundo en que vivimos, porque nos enseñan a ver con los ojos del escritor, que hay consuelo urbano, que puede que ahora sea difícil, pero al final de la vía estaremos brindando con chardonnay y un copo de almejas.
Incluso hay una escena de la señora que después de la presentación de Parecía que la empujaba el viento en Ensenada se acerca y dice: «Yo no escribiría un libro si no supiera que me voy hacer rica». Me dejó muda. Y dejó mudo al escritor cuando se lo dijeron. Señora, no escribimos para hacernos ricos, las letras, como dije antes, es lo que planeamos hacer para siempre, existimos para nada más que esto. Eso ha unido a lectores y escritores. Eso es lo que nos ha unido a Juanjo y a mí. Recordemos ese día, ese momento que nos hundió al fondo del mundo literario y nos estrellamos en libros, letras y nosotros.
¿Cuándo comenzó nuestra educación sentimental? La mía fue causa y efecto de vivir rodeada de los libros de mi padre. Cada uno tiene su momento, lo cierto es que a partir de ahí nunca volvimos hacer los mismos. Justo de eso va Crónicas sobre la marcha. Escribir un libro puede ser sencillo para cualquiera, pero publicar el quinto libro y encima vivir de ello resulta un hecho extraordinario. Muchos abandonan el pasatiempo, el trabajo de escribir o la dificultad de vivir de las letras. Para Juanjo, nada fuera de la literatura parece importar, aunque eso implique en un principio tener un refrigerador que calienta.