Carta
Fabiola Arellano escribe una carta para alguien que ha lastimado a otras personas: ¿Qué hará falta para que dejes de justificar tu presente con las historias de tu infancia? ¿Has notado que te vas convirtiendo en tu padre?

Fabiola Arellano escribe una carta para alguien que ha lastimado a otras personas: ¿Qué hará falta para que dejes de justificar tu presente con las historias de tu infancia? ¿Has notado que te vas convirtiendo en tu padre?
Por Fabiola Arellano
Ciudad de México, 4 de abril de 2025 (Neotraba)
Le he dado vueltas a la idea de escribirte esta carta y aunque no tengo confianza de decir tu nombre, sabrás que es a ti a quien le hablo. Como una práctica personal, trabajo en quitar el enojo del centro y mirarte sin reducirte a la persona que se ha atrevido a ponerle punto final a algunas vidas. No sé cuántas, pero ojalá que ya no sea ni una más.
Cierro los ojos para recordarte y me encuentro con la imagen de tu piel maltratada y tus hombros endurecidos. Una vez te dije que tus manos contenían al desierto y que la memoria de tu cuerpo guardaba con esfuerzo los retazos de las historias que no han sido justas contigo.
Muestras esas cicatrices con orgullo, justificando la supuesta necesidad de mantener tu armadura sobre el caparazón; sonríes con despotismo, te defiendes hasta de quien no te lastima. Veo que sufres, siempre quieres ganar, viene la venganza y luego la culpa y luego el odio. Ante la cercanía, te endureces, tus hombros se alejan y aprietas los labios. Usas al dinero como medio para conseguir reconocimiento y te frustras al mirar a tu familia reprochándote por no haber ido a ver a tu hijo bailando en su salida del kínder.
¿Qué tendría que pasar para que dejaras de lastimar por haber sido lastimado? ¿Qué hará falta para que dejes de justificar tu presente con las historias de tu infancia? ¿Has notado que te vas convirtiendo en tu padre? ¿Alguna vez te has imaginado cómo se sentirá cuidar en vez de maltratar? ¿Cómo sería tu vida si lograras aceptar que creciste con las manos vacías en lugar de intentar llenarlas de piedras para lanzarlas a los que te recuerdan la herida abierta?
Yo sigo confiando en ti, aunque te empeñes en invitarme a dejar de creer. Confío en que podrás negarte a ser el resultado de la ignorancia de tus padres, el resultado de las historias de violencia, el resultado de crecer en abandono.
Sé que sientes que te rebasa el deseo de ser escuchado; que, aunque recuerdas que la omnipotencia genera impotencia, te niegas a abandonar la soberbia que delata la inferioridad contra la que intentas luchar. ¿Podrías volver a intentar escuchar? Intenta recordar las súplicas de las personas a las que has herido. No te burles, intenta identificar el efecto de reconocerte como alguien que ha ido en contra del cuidado de la vida.
Cuando un día dejes de repetirte lo peligroso que eres, lo egoísta que puedes ser, el respeto que puedes ganar a partir de las amenazas que haces y seas un sitio seguro para el abrazo de tu hijo, podrás conectarte con la vida y cuidarla y cuidarte y encontrarte sin necesidad de esconderte detrás de tu cuerpo que se parece a un bloque de concreto.
¿Te atreverías a cuidar a tu propia vulnerabilidad?