Al circo: entrevista a Miguel Maldonado.
Entrevista con Miguel Maldonado, autor de Al circo, quien platica sobre los temas que le llevaron a escribir su más reciente libro.
Entrevista con Miguel Maldonado, autor de Al circo, quien platica sobre los temas que le llevaron a escribir su más reciente libro.
Por Óscar Alarcón (@metaoscar)
2 de mayo de 2017
Es un martes caluroso, 28 grados para la ciudad de Puebla y Miguel Maldonado llega puntual a la cita: Profética, donde al día siguiente se presentará su libro más reciente Al circo publicado por Impronta Casa Editora.
Se imprimieron 450 ejemplares numerados, las ilustraciones estuvieron a cargo de J. Clemente Orozco Farías; Miguel se ve contento no sólo por la entrevista sino por todo lo que conlleva la presentación de un libro.
Además la revista UniDiversidad acaba de ganar dos Mención Plata en los premios a! Diseño, por el número 24, con la temática de Novela Negra y el número 25, con la temática 49 ángeles clandestinos.
Óscar Alarcón. El circo ya de por sí representa un reto a las imaginación, el lanzador de cuchillos, la mujer que es partida a la mitad, pueden superar a cualquier texto literario en imaginación, ¿por qué llevar el circo a la literatura?
Miguel Maldonado. Bien dices, el circo por sí mismo ya es una farsa. Ya está dispuesto ahí el tinglado de la imaginación para que la gente se asombre o imagine mundos.
Cómo trasladar ese mundo imaginario a la literatura, que es igual de imaginaria —ambas son invenciones—, lo que quise hacer con este libro, que no sé si lo logré, era escribir un circo: hacer que los textos pareciesen números de circo.
Es un juego de espejos de hacer del circo, un circo en la literatura, un circo literario. Por eso es que los relatos son pequeños sainetes, en los que se suceden cosas del circo y que no sabes si estás narrando una historia literaria o estás narrando un sainete del circo mismo.
Escribo sobre el circo y de pronto pareciera que ya estás dentro, lo que quise hacer es volver el libro un circo por sí mismo. Otro circo.
ÓA. La mujer con la cabeza al revés empieza a imaginarse el índice del libro, como si supiera en dónde deben de ir colocados cada uno de los actos, escuchaba la entrevista que te hacían la semana pasada en la que decías que tú habías dispuesto una forma en la que deberían de ir los textos y al final de la edición quedan en otra disposición.
MM. Yo los dispuse de acuerdo a la aparición de los personajes, para que se entendieran ciertas tramas necesitabas tener la lectura anterior —de los enanos sobre todo o de los payasos—, sin embargo sugirieron este orden.
Los editores mandan. Sí me pidieron autorización, yo les dije que sí, que si eso les parecía estaba muy bien. Pero es cierto, los personajes que se van desarrollando a lo largo del texto tienen que ver con un orden muy de actos circenses.
ÓA. Empieza una parte divertida, después viene una parte peligrosa y viene el gran cierre del circo. Insisto en la mujer con la cabeza al revés y que se imagina el índice del circo es una especie de narrador al interior, como un metanarrador. Y de alguna manera siento que es una voz tuya al interior del libro, ¿qué personaje de circo te hubiese gustado ser?
MM. De todos estos, obviamente el lanzador borracho de cuchillos, no. ¡Ni el enano! No creo que a alguien conteste que le hubiera gustado ser el enano.
El payaso, por supuesto. Y a lo mejor un personaje que arriesgara la vida como el funámbulo o el hombre bala, estos que sí ponen en riesgo su vida y retan a la muerte, por supuesto me hubiese gustado ser.
Ahora que preguntas eso, este libro deviene también porque a mí siempre me hubiese gustado ser algún comediante de circo o haber participado en algún tipo de colectivo artístico. Ésta es una manera mía de hacer un homenaje a algo que a mí también me apasiona.
Y las imbricaciones —como tú la llama, la metaliteratura— fue meter en abismo, dentro del circo hay un circo y dentro de ese circo hay una historia en donde viven ellos pero esa historia se parece a un acto de circo. Hay un juego de imbricaciones sutil, porque no es rebuscado. Existe de esa manera.
ÓA. En el siglo XII surgen los Prodigios, los seres que después van a tener gran repercusión en la Edad Media y que han nutrido a los circos, como los siameses o las mujeres barbudas. ¿Te agradan más los monstruos o el circo?
MM. Creo que las dos cosas porque también he tenido una especial atracción por los personajes contrahechos: los hombres lobo —que es un mal genético, ahora lo sabemos.
He tenido una especial atracción por los monstruos y aquí, de alguna manera, lo muestro con la mujer barbuda, que además es una farsa porque no es barbona de verdad, porque consume hormonas y cuando se entera el novio que consume hormonas la deja de querer porque él tenía una misma atracción por estos personajes contrahechos.
Pero esa misma fascinación de él es la propia, es la mía y está inspirada en toda una literatura fantástica, en fotógrafos que han sentido cierta atracción por los hombres contrahechos y creo que es algo que ha fascinado desde siempre en la literatura universal: el Golem de la cultura hebraica, Frankenstein mismo en la literatura moderna.
ÓA. Pensaba en el cine, la película Freaks, una gran referente, ¿también te llaman la atención personajes freaks?
MM. ¡Claro! Ahora que hablas de Freaks me acordé de El hombre elefante, cubierto con una manta y que apenas podía vociferar. Creo que toda nuestra generación pasó por El hombre elefante de David Lynch.
No sé por qué nos despierta una fascinación. Creo que podemos pasarnos horas preguntándonos por qué la fascinación por lo contrahecho.
ÓA. Es en el circo del Renacimiento en donde los circos se hacen acompañar por juglares, ¿qué significado tiene para ti el viaje junto con el circo?
MM. El circo es de los pocos ejemplos que hoy en día nos quedan del nomadismo.
Creo que es de las pocas tradiciones de nuestra cultura que sigue siendo nómadas en un mundo en el que se hacen muros, te arraigas a un departamento. Ya no estamos acostumbrados al nomadismo y creo que es la nostalgia lo que nos atrae. Esas figuras que no tienen una raíz y que están a la deriva.
Si haces la metáfora con la poesía, de alguna manera el alma poética tampoco es un alma arraigada porque finalmente es el vuelo de la imaginación, el relativismo de las cosas.
No existe una verdad absoluta y arraigada en la que gires; la duda, todo esto que es endeble, líquido tiene también que ver con la vida nómada del circo, este espíritu aéreo de los circos, que también ulula un poco en la poesía.
ÓA. ¿A ti como poeta te encanta viajar?
MM. Pues ya no tanto. Dicen que con los años las fobias se acrecientan. A mí me da mucho miedo volar y todo eso.
He vivido en distintas culturas, creo que las más contrastante fue la africana, que fue en donde viví unos años —en África del este—, en Kenya y tienen una cultura diametralmente —si no opuesta— diferente.
De entrada una raza distinta, una organización tribal a la que no estamos acostumbrados. Un idioma distinto —que es el suajili. Es la única región de África en donde se habla un idioma de origen africano.
Es muy curioso porque de los 53 países que hay en África, en todos se habla un idioma occidental o que vino de fuera: el árabe, el francés, el inglés, pero solamente en esta región, que fue donde yo viví, es donde se habla el suajili.
La africanidad la sientes mucho más. Y vivir ese tipo de experiencias a mí siempre me ha fascinado.
La vida que tuve como diplomático fue un poco como la vida de un juglar, que anda de aquí para allá, hasta que ya no me quisieron cambiar a otro país entonces ya me salí.
ÓA. ¿Nunca se te ocurrió hacer un libro de crónicas sobre tus viajes?
MM. Sí, escribí en un blog —que está olvidado— unas 9 o 10 entradas de unas tres cuartillas de las impresiones que tuve en África del este.
También te redescubres porque vemos mucho nuestra tradición española o mesoamericana y azteca pero olvidamos que una de nuestras raíces es la africana.
La influencia de la música en la cultura latinoamericana, la influencia de la oralidad en la cultura latinoamericana es muy interesante. Es nuestra tercera raíz nada más que lo olvidamos. Además de que los segregamos.
En el siglo XVI y XVII tenía más habitantes negros que indígenas. Y nos quejamos de la gente que discrimina.
Nos quejamos de Norteamérica, cuando hemos segregado la cultura africana y a la negritud como pocos países.
ÓA. Nuestra cercanía con Veracruz.
MM. Guerrero… En nuestras venas corre sangre africana. Tú ves los censos poblacionales de la época virreinal y eran muchísimos los negros que existían y no están. Eso ocurre en México porque si tú te vas a Colombia, a otros países la cultura afrolatinoamericana existe. En México, no.
ÓA. ¿A qué crees que se deba? ¿Somos muy racistas?
MM. Es una muy buena pregunta. Aquí teníamos esa población, no es que aquí no hayan entrado los negros. Aquí entraron, por supuesto. Y además fue el primer lugar donde entraron.
El asunto es que los matamos.
Si tú vas a cualquier café en Latinoamérica hay afrolatinoamericanos. Aquí no hay. Qué extraño.
ÓA. Regresando al tema del circo, el circo moderno data de 1768 en Inglaterra, son casi 250 años y ahora surge la controversia sobre los animales en los circos, ¿qué opinas sobre esto? Quizá sea una pregunta que te van a hacer constantemente o que ya te hicieron, ¿te gustan los circos sin animales?
MM. Creo que los disfrutas de una manera distinta. Uno está acostumbrado —tú y yo que íbamos a los circos con animales— a tenerlos ahí son un asombro.
Son un duelo que se ha dado desde siempre, desde que somos cazadores de las cavernas. Son estas mismas reminiscencias de aquellos hombres que éramos, primitivos, en que nos enfrentábamos a las bestias, a los animales.
Esa reminiscencia prevalece y nos sigue fascinando porque forma parte de nuestra historia antropológica.
Creo que haber sacado a los animales del circo fue un error. Lo que creo que sí debió haberse hecho es haber regulado los derechos de los animales en el circo.
Alguna vez platiqué con un hombre de circo y me decía que el problema no era que estuvieran en cautiverio, el problema era el maltrato que sufrían. Eso debiera de regularse.
ÓA. Leí una noticia en donde se decía que todos los animales que habían sacado de los circos estaban muertos.
MM. Pasaron a mejor vida.
Muchas cosas en la estructura del circo tienen que ver con los animales. Platicando con otro hombre de circo, me hablaba de la circunferencia del ruedo, de la pista del circo, su tamaño es el número de trotes que puede dar el caballo guardando la estabilidad del equilibrista que hace malabares arriba.
Ese giro que va dando hace que mantenga el equilibrio. Si lo disminuyes, el quiebre sería mayor y no podría trotar un caballo. Está en la misma estructura del circo —circular— la idea misma que sea propicia para el uso de los animales.
Ahorita la pista podría ser cuadrada ¡pero nadie se imagina un circo cuadrado! Antes era circular para el trote del caballo.
Imagínate a los caballos trotando en cuadrado iban a hacer quiebres que iban a tumbar a los que estuviesen haciendo malabares arriba, por eso se hizo circular.
ÓA. ¿Te gustan circos como el Du Soleil en donde se rinden tributos a grupos como Soda Stereo?
MM. Yo creo que el Circo del Sol, fundado en Montreal —por cierto yo viví en Montreal tres años— se funda en una escuela de circo experimental muy interesante y creo que en esa época —del año 2000 al 2010 quizá— los actos del Circo del Sol eran, algunos, poéticos.
Me acuerdo que esperaba la parte de los payasos y eran verdaderamente poéticos. El Circo del Sol lo compra una empresa de espectáculos y es cuando empieza a ponerle estos matices en los que ya pierde su personalidad y se adapta a los gustos del gran público.
Entonces cosas como The Beatles, Soda Stereo, en Broadway está otro que es musical… ¡Imagínate, el Circo del Sol musical! No puede ser.
Creo que perdió mucho del Circo del Sol, sin embargo en sus inicios me parece que era un buen ejercicio para renovar el papel del circo. Pero hay otros circos que continuaron esta renovación.
ÓA. Siento que algunos textos de Al circo rescatan la tradición de algunos textos que se escribían en el siglo XIX en hojas volantes y que se repartían. En el Museo de la Estampa se han rescatado estas imágenes. Pienso en el vendedor de pájaros, en el vendedor de camotes. ¿Es tu intención rescatar el estilo del lenguaje con el que se escribía este tipo de textos en el siglo XIX? Y también en el trabajo de edición: la estampa.
MM. Sí, tiene un lado costumbrista. Fue intencional.
El siglo de oro del circo es el siglo XIX, quise irme a un estilo un poco más decimonónico.
Parecieran estampas, son clichés al uso de la estampa tradicional —es algo que hizo Clemente Orozco.
ÓA. En Al circo y otros de tus libros nos dejan ver que te gusta mucho el trabajo de diseño editorial, estuviste muy metido en su elaboración, no sé si fue el caso de El libro de los oficios tristes, pero me remonta a Destraza ediciones, ¿cómo vives el diseño editorial, sobre todo ahora que la revista UniDiversidad obtuvo una Mención Plata?
MM. Yo pienso que le dimos en la madre a los libros cuando surgió la impresión en offset, cuando surgió la industrialización del libro.
No hubo un paso de estafeta bien hecho del componedor de tipos al hacedor de placas de offset. Se perdió mucho del oficio de tal suerte que hoy en día compras libros impresos en un papel que se degrada en semanas, con un cuidado de la norma editorial nefasto, de mínimas reglas editoriales.
Frente a la competencia del mundo digital y electrónico, lo que se puede ofrecer como objeto es algo bello, algo que sea cuidado. Si tú compras un libro horriblísimo que hacen las editoriales industriales, prefieres leerlo electrónicamente porque no es bueno a la vista, la hechura del libro está realizada de una forma casi grotesca.
A mí sí me preocupa la edición, pero no por sí misma sino una manera de decir las cosas de un modo distinto. Decía Juan Ramón Jiménez que en edición diferente los libros dicen cosa distinta.
Y es muy cierto, no es lo mismo que te leas El Quijote con grabados de Dalí o de Doré porque cambia mucho la lectura. Lo mismo en el papel, en el tamaño de la letra, cada libro dice cosas distintas. Es difícil de creer.
La gente no cree que por ser distinta edición vas a encontrar cosas diferentes. Por supuesto que sí, porque estás hablando de dos mundos: el del espacio, que es el papel y el de la literatura, que es el tiempo. Entonces, cuando esos dos mundos están en un libro, depende de cómo manejes el espacio va a haber un sentido.
ÓA. Platiqué con Gaby Puente y me decía que en algún momento habían tenido una pulsión de publicar libros. El libro de los oficios tristes está publicado en co edición de Destraza ediciones y Monte Carmelo. Háblanos sobre Destraza ediciones
MM. Desde hace años Destraza surgió porque a Gaby Puente, a Miguel Ángel Andrade y a mí nadie nos quería publicar, entonces dijimos “vamos a hacer nuestros libros” ¡pero entonces hacíamos libros horribles! Y los buenos editores siempre nos criticaban, nos decían “aquí te equivocaste y la hoja legal está de la patada, no tiene colofón, no hay hojas de cortesía, no le pusiste guardas”.
Surgió por necesidad la idea de meternos de lleno al trabajo editorial. Aprender a corregir.
Se concretó cuando me publica Taller Ditoria, que es una editorial del D. F., un libro que escribí sobre los lobos y me invitan al taller. Y ahí me enamoro del proceso: los metales, las máquinas, la composición a mano. Me entero que además, todos los impresores viejos están deshaciéndose de sus máquinas.
Los impresores de Puebla —y de todas las grandes ciudades— vivían sobre todo de la facturación. Cuando empiezan a exigirse facturas electrónicas, empiezan a perder su negocio. O empiezan a comprar máquinas digitales. Las máquinas tradicionales las relegan y las empiezan a vender a muy bajo costo y casi casi por kilo.
Aprovechando esta coyuntura de que estas máquinas ya no iban a tener el uso y que yo había conocido el proceso que me había encantado, fue entonces cuando me decidí a comprar mi primera maquinita.
Me acuerdo que compré una Chandler en 2500 pesos. Una prensa chiquita, vertical, como para componer.
Se me hizo súper barata pero lo difícil fue aprender ¡porque quién te enseña! Además los impresores son viejos, tienes que lidiar un poco con sus achaques, con su tiempo. Ya no les interesa ganar dinero —ya tienen a sus hijos grandes, ya hicieron su vida— lo que menos les interesa es ganar dinero enseñando. Más bien fue el convencimiento de que me enseñaran a usar las máquinas.
En aquel entonces daba un taller de poesía en Puebla y algunos talleristas los involucré y ahí estábamos metidos.
La editorial sigue pero el trabajo es muy lento, se cuecen a fuego lento, son libros hechos a mano, puestos letra por letra, lleva su tiempo. Es una apuesta por una editorial artesanal e independiente. Vamos a ver cómo nos va. Pero yo me metí a esto hace como diez años y apenas estamos empezando a sacar libros.
ÓA. En la lectura de El libro de los oficios tristes, me daba cuenta de la enorme tristeza que es trabajar, ¿por qué crees que se ha sancionado tanto el gusto por el ocio?
MM. Creo que hoy en día estamos viendo dos corrientes opuestas: la que considera la idolatría por el trabajo, por la productividad. Y por otro lado, en algunos países —algunos nórdicos y otros de Sudamérica— se está descubriendo que trabajar, como ya lo dijo Marx y muchos otros filósofos, que el trabajo que no está vinculado con el enriquecimiento de los potenciales humanos es dañino.
En Uruguay se está legislando porque el trabajo sea de 6 horas al día. En Francia desde hace mucho son 7 horas diarias porque se trabajan 35, ya no es la semana inglesa —a lo mejor porque los franceses odian a los ingleses—, en Dinamarca y todos esos países ya son seis horas.
O está el trabajo desde tu casa. Estamos pagando una deuda pendiente en la que millones y millones de hombres, durante miles y miles de años, han hecho labores infrahumanas, inhumanas, injustas y que no les generan ningún crecimiento a sus potenciales humanos.
El problema de la distribución del trabajo ha sido tocado por muchos filósofos. Desde Hesiodo, imagínate, uno de los primeros libros que discutían sobre el trabajo son clásicos, de los griegos clásicos hasta nuestra época.
Me acuerdo que en el último libro de Hannah Arendt decía que el occidente tiene dos temas que debe saldar, uno es la distribución del trabajo y el otro es la visión nuclear de las familias.
Por un lado el trabajo enajena y no permite el flujo natural de las virtudes. Y por el otro lado la visión nuclear hace grupos egoístas en donde sólo importan tus hijos y tú y el vecino nos viene valiendo gorro.
ÓA. Un trabajo que no rinde económicamente no sirve, por eso cuando te ven leyendo un libro te dicen “a ver tú que no estás haciendo nada ponte a hacer algo”.
MM. Alguna vez lo escribió Max Weber en la crítica al protestantismo, finalmente las culturas protestantes y cristianas enarbolan el trabajo como una de las mejores maneras de agradar a dios.
Y también creo, ya hablando clínicamente —metiéndose un poco con Foucault—, al sistema le interesa mantener ocupadas a las personas. Porque si no están ocupadas ponen en riesgo que quiten a la propia estructura. La gente que está en el poder tiene su propia estructura.
Tiene que ver con un asunto de manipulación: “déjalos que estén trabajando porque así quienes somos los privilegiados estamos seguros”. Los demás están preocupados en ir por la chuleta.
El poco tiempo que tienen lo ocupan para reponerse para el siguiente día, para acabar las tareas por la tarde noche e irse a trabajar al siguiente día. Así el sistema continúa sin riesgos.
Creo que es el miedo del poder y su manipulación, hacia la enarbolación de idolatría al trabajo.
ÓA. En el texto “Los invisibles” dentro de El libro de los oficios tristes habla sobre los héroes que no se ven, ¿es necesario el anonimato o se debe de seguir el postulado de Andy Warhol y los 15 minutos de fama por lo menos una vez en la vida?
MM. En esta idea social de la pulcritud, en donde las cañerías tienen que estar escondidas, los hombres que hacen el trabajo sucio no deben de estar en el sistema ni ser vistos. Es una idea —no sé si la palabra sea clasista o si sea discriminatoria— pero seguimos categorizando ciertos trabajos como sucios y queremos que los que hacen el trabajo sucio no se vean.
Pero es un acto de discriminación porque muchas de las cosas funcionan gracias a estos trabajos que no se ven.
ÓA. Siento que hay una línea temática que recorre los dos libros y aunque no es el caso de compararlos, hay mucha melancolía en ambos.
MM. Sí, creo que tienen un lado oscuro. En el circo no sé por dónde vendrá, quizá en una nostalgia por la farsa, el divertimento, no tomarse tan en serio la realidad. Finalmente en el circo todos estamos dispuestos a que todos se burlen de nosotros.
Cuando pasan al público es para ridiculizarlo.
Y en una sociedad occidental como la nuestra, no aceptamos que se burlen de nosotros o que nos tomen el pelo. Todo es muy serio y tienes que cumplir con las normas establecidas.
Quizá sí hay una melancolía que hemos sobre ordenado el mundo y lo hemos puesto en un nivel de orden que ya es una pinche locura.
Me acuerdo que decía Sor Juana Inés de la Cruz que de haber tanta razón ya no hay razón para nada. Creo que hemos llegado a eso: un mundo demasiado racional y esa es la melancolía que lleva el circo.
El Libro de los oficios tristes es un poco más obvio, es un asunto del dolor ante la injusticia pero aun así no es panfletero el libro. No raya en el fundamentalismo de ningún modo, pero sí está la melancolía que es una injusticia. Sobre todo cuando entiendes que hay ciertas vocaciones que hay en nuestros días.
Cuando platicaba con el director del circo, me decía que él estaba seguro —porque él ha conocido a muchos artistas de circo— que el malabarista nació para malabarista, no es un asunto de que haya llegado porque le gustaba el teatro o no le quedó de otra.
Él decía que hay quienes nacen con una vocación pero son vocaciones que se pueden perder en la idea de que ahora lo que se necesita son enfermeras.
Es una discusión muy interesante sobre la distribución del trabajo. Hay países en los que, con este pragmatismo, se dice se cierran tales carreras y tales trabajos y ahora todos van a ser ingenieros. No sé hasta dónde eso afecte en el interior de los seres humanos.
ÓA. Al circo no es un libro que tiene la violencia con la que hemos estado viviendo en los últimos diez años gracias al narcotráfico, ¿por qué atreverse a hacer un libro alejado de esos temas?
MM. Creo que lo que estamos padeciendo es la intensificación y la crudeza de la violencia. Es un tema bíblico, de Caín y Abel. Yo nunca he pensado en escribir sobre un tema de actualidad.
Escribo por ciertas obsesiones y manías que si no las sacas, las tienes allí rondándote la cabeza pero nunca he querido escribir porque haya un tema de actualidad, de coyuntura, que me obligue a hacerlo.
De pronto sí me llama a escribir sobre la muerte, que es un tema que traigo por ahí atorado. Un poco más inspirado por la tradición poética de Villaurrutia, de Gorostiza y muchos escritores que han tratado el tema de la muerte como un tema en su poética.
Me llama la atención hacerlo y cuando lo haga tendré que meterme un poco con la manera de morir hoy en día en México. Es un tema que tengo pendiente pero no es por la coyuntura sino que es un tema que a mí me interesa.
Seguramente vendrán algunas cosas de coyuntura, porque considero que la manera de morir que hoy padecemos los mexicanos ha cambiado muchísimo, por lo menos de la mitad del siglo pasado para atrás porque las muertes masivas o las muertes de Estado o de sociedad, había una ideología en las maneras de ellas. Y hoy se matan por cinco centavos y cuatro bolillos.
ÓA. Una última pregunta, ¿qué es el amor?
MM. ¡Ah caray!, pero no viene en los libros ¿o sí viene?
Occidente se funda sobre la idea de la pareja. Y creo que esa idea nuclear me parece muy conveniente al capitalismo.
Cuando tú fundas el amor sobre un binomio nada más, estás excluyendo la posibilidad de la comunidad, estás excluyendo la posibilidad de la colectividad. Y al excluir la colectividad, lo que te está diciendo el sistema —a mi punto de ver— es “ocúpate de ti y de tu pareja y que el mundo te valga madre”.
Estoy en contra de la idea de la pareja, de la idea del binomio.
Creo que el amor es hacer tuyos los sueños y las esperanzas y los miedos del otro, combinado con todas las cuerdas que mueven al otro: sus alegrías, sus miedos, hacerlos tuyos. Es una especie de compenetración tanto física como mental o del alma.
Estoy en contra de la idea del amor que sólo se puede dar en pareja y si no, no se puede dar. Creo que hay distintos matices en el amor. Distintas relaciones amorosas que se pueden establecer.
No le conviene a estas sociedades porque en el momento en el que extiendas el amor más allá de la pareja puedes convocar a la disidencia casi casi. Eres un disidente porque ya te estás preocupando por otros.
Es la idea de la familia nuclear y que vemos en todas las películas de Hollywood, siempre es el papá que salva a la hija, que salva a la mujer, que regresa. La mamá que lo da todo…
Pero si tú checas la estadística, no existe algo más allá de lo nuclear, de familia en el cine hollywoodense. Creo que es el mayor propagandista de la ideología capitalista.
Considero que el amor tiene muchísimos matices y no es nuclear como nos lo han hecho creer.
Al circo de Miguel Maldonado, Impronta Casa Editora (2016).