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Portada de Huevos Calientes de Daniel Herrera
Portada de Huevos Calientes de Daniel Herrera

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 28 de julio de 2019 (Neotraba)

Se abre un libro y la historia arranca. Se han quedado atrás esas historias que iniciaban con Érase una vez… una fórmula que cae en el lugar común y que funcionó por mucho tiempo. Sin embargo, la forma de narrar una historia en el Siglo XXI va tomando diversos caminos, algunos fragmentarios, otros como el fluir de la consciencia –herencia también del siglo XX– y otros más se van trazando como viñetas.

Es posible que podamos encontrar diversas historias contadas desde diferentes voces, o bien, un mismo acontecimiento desde diversas perspectivas. Quizá uno de los libros más emblemáticos sea La feria de Juan José Arreola, que se convierte en una miscelánea de voces y de narraciones para dar paso al murmullo de un pueblo.

En el caso de Huevos calientes de Daniel Herrera, ocurre algo similar: nos encontraremos con diversos narradores que se acercan y distancian de un acontecimiento al tiempo que nos van contando una historia, diversas historias.

Compuesto por dos relatos –“Huevos calientes” y “Lesbianas ancianas”–, las historias del primer texto, serpentean alrededor de la figura de José Alfredo Jiménez, homónimo del compositor guanajuatense, que está dispuesto a demostrar su hombría mientras se coloca una botella de cerveza fría entre las piernas y pasar toda la tarde bebiendo a salud de su esposa y de su madre, las únicas que lo toleran y lo entienden.

Las figuras masculinas dentro del relato tratan de ganarse en un mundo dominado por machos. Las formas son importantes, pues forma siempre será fondo: masturbaciones, colección de amoríos, salvaguardar el honor en una pelea callejera, medirse el miembro viril simbólicamente.

Es cierto que hay diversas formas de observar la masculinidad, sin embargo, también es cierto que en muchas partes de nuestro país sólo existe una forma de observarla: a través de la violencia y la imposición por la fuerza. La ley del más fuerte, del más macho.

Las figuras femeninas resultan ser abnegadas y buscan ganarse un lugar frente a los ojos de los hombres. Cuando más crispadas parecen las acciones en el relato, Daniel Herrera recurre a las mayúsculas para indicar los gritos y las palabras entrecruzadas entre los personajes, de manera tal que el lector entiende la pelea y de manera fácil reconoce a los interlocutores, quienes discuten, se arrebatan las palabras y tratan de doblegar al otro, como si de un concurso de albures se tratara:

“TE ACUERDAS DE MI HERMANO SI SE PARECÍA AL LOCO QUE ENTRÓ EN LA MAÑANA YA VAS A BURLARTE CABRONA TÚ SABES QUE NO ME GUSTA QUE HABLES ASÍ DE MI HERMANO TE IBA A PLATICAR DE CUANDO ENCONTRAMOS UNA VACA MUERTA YA VAS A COMENZAR DE NUEVO SI ESO YA ME LO HAS CONTADO UN CHINGO DE VECES PINCHE VIEJA Y LUEGO POR QUÉ TE TRATO NO TE DOY UN MADRAZO PORQUE ÁNDALE PÉGAME PÉGAME SI ERES TAN MACHITO HIJA DE LA CHINGADA NO PUDISTE CON EL LOCO DE LA TIENDA MENOS CONMIGO JAVIER RODRÍGUEZ” (página 18)

El pleito entre dos niños desata la historia. Es la iniciación a un mundo violento del que sólo el más fuerte sale bien librado. El perdedor no perecerá pero sí sufrirá el escarnio público, cargará a cuestas con la derrota y quizá nunca pueda levantarse: “porque sé que de este golpe ya no voy a levantarme” canta el verdadero José Alfredo Jiménez, el que sale siempre triunfador a pesar de que sus canciones sean tristes. El otro José Alfredo, el nuestro, el de Daniel Herrera saldrá siempre con ventaja, observará todas las acciones con la botella de cerveza enfriándole los testículos hasta que sea el momento de obtener las ganancias.

Historia fragmentada, intimista, Daniel Herrera nos lleva por un camino de la hombría ganada a golpes que trastoca la homosexualidad, cuya puerta se abre al relato que completa el libro “Lesbianas ancianas”. Una historia cargada de furia y de rencor, nos muestra los pensamientos vertiginosos de un narrador homosexual que disfruta de su libertad y del espanto social que causa cuando se muestra como es.

Lesbianas ancianas es el insulto favorito del narrador, pues en él se incluye lo que más odia en la vida: a las mujeres y a la vejez:

“El único insulto maricón que sí me gusta utilizar es “lesbianas ancianas”, reúne mis dos horrores: la vejez y dos vaginas chocando. Dos asquerosas heridas restregándose una y otra vez.

“Por ejemplo, mi papá es una lesbiana anciana, sobre todo cuando se pone insoportable diciéndome que le presente a mis novios. El imbécil no sabe que yo no ando de noviecito, ¿qué chingaos le pasa?, yo nomás cojo. ¿Para qué quiero novio si puedo tener un montón de amigos y metérsela a todos? Su incomprensión es típica de una buga católica y moralista”.

En una época en la que las expresiones –sobre todo en redes sociales– son políticamente correctas, Daniel Herrera nos abofetea con este par de narraciones. Huevos calientes, nos demuestra que estamos ante un texto que nos provoca y nos sacude, que nos trastoca, elementos mínimos que debe contener el arte en pleno siglo XXI.

Huevos calientes de Daniel Herrera. Monterrey, México. Universidad Autónoma de Nuevo León, 2019. 80 pp.

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