La rosa de los vientos gira de nuevo (algunas notas sobre Banana Split)
Poesía necesaria como el pan de cada día, que no se lava las manos para evadirse, sino que viaja en el tiempo y el espacio.
Poesía necesaria como el pan de cada día, que no se lava las manos para evadirse, sino que viaja en el tiempo y el espacio.
Por Antonio Arroyo Silva
Plátanos de Canarias, sudor del agricultor platanero. El hambre y la sed, la historia y lo que callan los que la escriben. Los callos de la historia y el tegumento de la falacia… Una receta sencilla. Le quitamos la piel al objeto del deseo, los hilos bajo la piel y lo depositamos en una bandeja de plata. Disfrazamos la apariencia desnuda con un buen chorro de chocolate y situamos a cada lado nata chantillí y una bola de helado de vainilla a derecha o izquierda según cuadre. El postre para las mejores mesas de una casa mal amueblada.
Detrás de la dulzura queda una desazón en el paladar de la memoria, como si le faltara algún ingrediente o como si en algún lugar del plato permaneciera alguna cáscara de olvido escarchada de azúcar. Hay una suerte de mestizaje entre el sabor y la memoria que tanto une a las personas que intervienen en el proceso de elaboración culinaria como las separa:
La poesía no puede quedarse callada tomando el té en la mesa del patrón, no es un objeto de lujo. No responde a los enigmas; pero, al contrario de la historia (también de esta historia), no sólo no miente sino que encuentra el silencio donde alguien escondió la verdad. De ahí el título Banana Split. Un título para hincarle el diente del pensar.
Dice Jorge Rodríguez Padrón que la poesía ha de encontrar su habitación en el lenguaje y que éste (su pulsión) englobaría toda la carga significativa del poema desde ese ahí. Vida y poesía, respiración y sintaxis. Nuestro poeta Samir Delgado no sólo asume este (digamos) principio sino que esa asunción le supone englobar toda la literatura en toda la espacialidad de su poética, la del pasado y la del presente, o sea, toda la memoria oral y escrita. Samir no se encuentra cómodo en esas piezas erigidas en las torres de marfil y gira todas las rosas de los vientos de todas las bitácoras para encontrar las voces casi olvidadas con las que se identifica. Como tantos poetas, primero se asoma al balcón y observa a los transeúntes. Después se pone el sombrero, se ajusta la bufanda y sale a las calles del verso a imbuirse en el transcurrir de los tiempos.
Así, el grito desgarrador y desgarrado de los ancestros tamazigh, Bartolomé Cairasco de Figueroa y la inauguración del mestizaje con sabor italianizante y universal. La mirada perpleja y asombrada del Poeta Viana, la rebeldía de Nicolás Estébanez, y más. Todos van de la mano de nuestro poeta por esta habitación con vistas.
Esa ansia primera por definir la diferencia está presente en Banana Split a través de estos poetas, con la seguridad del autor de que, a partir de estas voces casi dispersas por el viento del olvido está el quid de la cuestión sociocultural actual. Ese “ser-en-la-isla” y aquella teleología fijada por el escritor cubano Lezama Lima y también, en nuestro ámbito insular, matizada por el poeta Pedro García Cabrera y, en general, por todos los que participaron en la revista Gaceta de Arte hacia 1936. Después el nuevo planteamiento en los setenta de poetas como Eugenio y Manuel Padorno. En pocas palabras, la importancia vital de encontrar un sistema de signos que designen lo insular y saberlo como movimiento fundamental para su incorporación en lo verdaderamente universal. Energía telúrica de la isla para unirse a la sinergia del universo y saber la función del ser humano y su pensamiento en ese UNO que constituye el cosmos.
Si en Una casa mal amueblada, Samir Delgado analiza el impacto negativo de la mal denominada globalización de la cultura universal y, por ende, su manifestación catastrófica en Canarias, en Banana Split su análisis se transforma en corpus poético y carne emotiva del asombro.
Hay que matizar que en su libro anterior nuestro autor, incluso dentro de los planteamientos sociopolíticos que denuncian con todas las armas posibles de la argumentación y con radical oposición unos hechos orientados a finiquitar la cultura de los pueblos y a centralizarlo todo desde unas premisas prefabricadas por los intereses comerciales de la gran metrópoli contemporánea, nunca deja de observar la realidad con esa mirada poética del que se pregunta la manera de no llegar al desasosiego a pesar del caos. En Banana Split, aparte de esto, ya hay un poeta que, más que saber, intuye que su respiración debe estar presente en el mensaje, pues de ello depende la eficacia de su poética. La semántica de su texto es pura sintaxis corporal. Formas que se corresponden con la vida, respiración que aspira a su propio equilibrio y al de su entorno.
Desde el primer texto que leí de Samir Delgado (ahora no recuerdo si un poema o un ensayo), sentí dibujado en la página ese inmenso huracán que supone para la literatura de Canarias la palabra de Agustín Espinosa, sobre todo en su obra Lancelot 28º 7º. Precisamente a este autor no le preocupaba si el resultado final de sus textos era un poema, crítica literaria, un método para depilar las axilas o un poco de todo. Espinosa tenía que traspasar los océanos y no quedarse amarrado a la roca de la isla. Que lo que nos separara fuera lo que nos uniera. Transcender también los marasmos genéricos, los caireles de la literatura. Una acción identitaria que ponía a la par los límites de la expresión y los de la insularidad.
Aparte de esto y del mestizaje que ya a Samir le viene por tradición, en Banana Split hay otro tipo de mestizaje más íntimo que se manifiesta en la obra a través de las estampas, ya no los afiches o postales turísticas sino aquellos recuerdos trasmitidos del padre libanés, que hacen que el corpus poético se llene de un absoluto lirismo, no sólo por lo emotivo, sino por el ejercicio de la mirada que se ahonda en el álbum familiar alcanzando desde la aparente objetividad una belleza envolvente.
En resumen, no se trata de un mestizaje literaturizado, sino de una indagación en las raíces que el poeta (o a ese sujeto lírico que está oculto en el poema) le tocan de parte y parte. Y con ellos la memoria lejana o próxima.
Tamazigh, fenicio, canario, libanés, plátano de Canarias, banana split para el turista, silbato de tinta amarilla y bofetada. Todos los ecos, las heridas, las brújulas, los aparejos, la carnada y el pez.
La rosa de los vientos gira de nuevo.
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SAMIR DELGADO Joven autor canario. Licenciado en Filosofía por la Universidad de La Laguna. Gestor cultural, editor y locutor de radio. Colabora con artículos periodísticos en portales digitales alternativos. Participa activamente en los movimientos sociales de las islas. Asiste como autor invitado al II Encuentro de Escritores y Escritoras Jóvenes de Canarias organizado por el Cabildo Insular de Tenerife (2009), al Forum des Langues du Monde en Toulouse, Francia (2009) y el XV Festival Internacional de Poesía de La Habana, Cuba (2010). Es Codirector de la revista literaria La Salamandra Ebria y Coordinador responsable del Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas. Entre su obra publicada destacan el ensayo “De Guajara a Tafira” Travesías del movimiento estudiantil canario (2005), “Última postal desde Canarias” (2006), “Poema global de la ciudad turística” (2007), “Un libro contra el fuego” (2008, CCPC 2010) y “Una casa mal amueblada”(Baile del Sol, 2010).
Antonio Arroyo Silva también habita en: http://esquinaparadise.blogspot.com/