Una ventana inmensa: León Plascencia Ñol
Poemas del autor de Animales extranjeros y que ahora se publican en la sección que coordina Manuel Parra Aguilar.
Poemas del autor de Animales extranjeros y que ahora se publican en la sección que coordina Manuel Parra Aguilar.
Por León Plascencia Ñol
Jalisco, México, 2 de mayo de 2024 (Neotraba)
uno
Está bien ir despacio.
Eso es simple: una madera vieja
y corroída con pespuntes de amarillo, permanece tirada en la esquina. Enfrente, unos niños juegan a la pelota un poco amodorrados por el frío. El tranvía baja por la calle empinada. Nada ha cambiado desde entonces. Dejé de concentrarme en la parte más difícil de los poemas, aquella que oculta su retórica más oscura. Quiero sentarme en el jardín, cruzar las piernas, y aplastar un escarabajo que tenga mi nombre.
Las palabras extrañas simplemente nos descolocan.
dos
Aumenta el movimiento
desordenado de las piernas al subir
y bajar las escaleras del metro. Es una muchedumbre a modo general, por decir algo. Jamás pensé que este otoño sería como un teatro de luz amarillenta. Yi Sang murió a los 27 años, en Tokio. Hoy es un simple pensamiento, un giro casi imperceptible. No sabemos nada del otro pero tengo una idea estupenda: “oscuro mar borravino”.
No es una idea. La historia es un libro de recetas. (Charles Simic)
tres
El lugar estaba ahí,
apacible, oscuro; un cristal
de por medio. El roquedal, el Pacífico al fondo, las nubes tan cerca de nosotros, pero yo quería decir que a Rodolfo Walsh lo mataron despacio. Olvidé en mi cajón un bote con hilos de Madagascar. A veces experimento una cierta melancolía cuando escucho parpar a los patos de la laguna cercana.
Algo se cayó desde la escalera, no tan lejos, pero parecía caer al abismo.
cuatro
Vamos a pensar
que las descripciones sobre el dolor
son innecesarias, que hemos olvidado nadar al fondo de la piscina. Yo solo oigo respirar al animal moribundo de la melancolía.
cinco
No veré a nadie.
Las luces del edificio gris
producen extraños movimientos a través del cristal mojado. Pensaría que nunca pudiste llegar hasta la Estación Central. ¿Fue así o me equivoco? Yo no estuve nunca en ese tren. Hizo frío esa mañana: mis manos estaban congeladas, creo recordar. El dolor no tiene que ver con un puñado de magnolias caídas de la mesa verde. Quisiera haber estado aquí, contigo, en la punta de ese peñasco. Debería dormir o prender la televisión pero veo el cielo.
seis
No queda nada
en la mesa. Es mentira,
quedan restos de una comida peruana, también algunas hojas donde dibujaste edificios de ciudades a las que jamás has ido, un pedazo de pan, una copa de vino y mi mano empuñada y dolorida. ¿Escuchaste cómo los vecinos se movían del otro lado de la pared? Nunca hay nada que esté lo suficientemente cerca para impedir que se detenga nuestro camino en una perpleja confusión.
siete
Fijman estuvo encerrado
la mayor parte de su vida en un hospital
siquiátrico. Lo comentamos el otro día, ¿lo recuerdas? Detrás del muro crecen las ortigas. A veces no sé cómo dilucidar las ideas que provienen de un campo minado. No niego que he soñado que estabas muerto, tumbado bocabajo con un violín en una mano y una pistola en la otra. Jacobo Fijman estuvo encerrado y soñaba con azaleas y violetas. Hoy tu rostro está pálido.
ocho
Quedamos heridos.
El lenguaje tiene forma de molusco.
A veces intento recortar las fotografías de los moteles que vimos en la carretera que va de San Francisco a Portland. A veces escucho el murmullo que viene del bosque de secoyas rojas. ¿Te dije alguna vez que no es necesario dejar cortado el césped, que vendrá alguien a hacerlo? Es una revelación como cualquier otra.
nueve
Tenemos
un creciente apetito
de minucias, de un pedazo de nosotros, de un trozo del mundo; de un entendimiento siempre inconcluso, fragmentado, con grandes imperfecciones, con tal que dure. (Mark Strand)
diez
Los muertos nunca
se levantan cuando lo deseamos.
Estuve soñando con una ciudad al norte de Japón por la que nunca he caminado. Caía la nieve, una nieve negra, pegajosa, entonces yo intentaba pintarla en un cuaderno. Los bocetos son como los muertos que llegaron en invierno a la casa de al lado. A Kafka le gustaba nadar en agua fría. Mi tatuaje es un alacrán del desierto. Solo nos queda una sensación de estática que proviene de la radio.
Los poemas aquí presentados pertenecen al libro Animales extranjeros (Era, 2021)
León Plascencia Ñol (Ameca, Jalisco, México, 1968) Poeta, narrador, editor y artista visual. Dirige filodecaballos, editores y Nox Escuela de Escritura Creativa. Ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales. Su obra ha sido expuesta en diversos museos y galerías de México. Está traducido parcialmente al francés, inglés, coreano, sueco, fines, islandés y portugués. Es miembro del Sistema de Creadores de Arte de México. Libros: Enjambres, El árbol la orilla, Zoom, Satori, Seúl es una esquina blanca, Tratado sobre la infidelidad, Revólver rojo, Polaroids de grullas volando bajo un cielo naranja, El lenguaje privado, Paisajes sin habitaciones blancas, La música del fin del mundo, y Animales extranjeros, entre otros. Foto de Petronella Zetterlund