Una ventana inmensa: Paty Blake
El taller de poesía en prosa de Manuel Parra Aguilar presenta esta semana a la autora de libros como Amanecer de viaje, Ciudad A y Los puntos son ciudades, cuyos poemas dialogan con una fotografía de Alexis Salinas.
El taller de poesía en prosa de Manuel Parra Aguilar presenta esta semana a la autora de libros como Amanecer de viaje, Ciudad A y Los puntos son ciudades, cuyos poemas dialogan con una fotografía de Alexis Salinas.
Por Paty Blake
Tijuana, Baja California, 25 de agosto de 2022 [00:01 GMT-7] (Neotraba)
Habitar el principio es necesario. Reiniciar en un punto del camino. La pausa. El respiro. El silencio que separa los sonidos para que existan. Recuerde.
Todo mundo necesita un hábitat de emergencia. Una ciudad de paso donde descansar la maraña y el olvido. Un sitio donde ser otro. Ser otra vez. Volver a sonar como ánfora nueva. Eco del primer sonido.
Indispensable llegar con ojos claros. Deshabitado. Caer poco a poco en lo desconocido, acotar el terreno como si se fuera a dejar el secreto enseguida. Ser lo que es. Saber que no podría ser de otra manera.
Venga a esta ciudad sin saber cómo. Solo ha sabido de pasos. De uno tras otro. De elegir cada vez si derecha o izquierda, si arriba o abajo. Venga para estar aquí hoy. Para escribir que vino a esta ciudad sin saber cómo. Y seguir sin saber.
Llegue al principio. En la orilla imagine el resto. Sepa que hay otra parte desconocida, pero no le tema. Prepare la estrategia detallada, trace mapas aún sin la certeza del perímetro.
Para habitar A, construya el aire con fragmentos, amárrelos con lazos de lo intangible. Dibuje la utopía detallada y hágala materia. Levante el eje de una casa. Corte madera a la medida, péguela a su estructura. Clave cada extremo a la otra pieza. Hágala sostenerse por sí sola.
Venga a escribir este paisaje. A la ciudad sin nombre a ensayar imposibles existencias. A conocer letras en palimpsesto y descifrarlas para esta historia. Venga a conocerla, desconocido eterno, a acortar distancias como si fuera posible, a explorar la ciudad interior para saber si de verdad es suya.
Abra la puerta y habite la única casa. Fuera de estas paredes sepa lo desconocido. Vea hacia adentro en cada espacio. El abismo. Escriba como si fuera a inventarse en cada letra. Descífrese en cada trazo. Conozca cada rincón de A para saber su procedencia.
Llegue como el primer día. A nombrar el entorno y darle vida. Venga ya deshabitado de sí mismo. A habitar lo que sea que se encuentre.
Imagine que llega desde lejos. Que encuentra el lugar que alguien ha construido, ciudad extranjera en el paisaje. Que lo toma como suyo. Que hoy habita la palabra y que es su primer significado.
Recorra con cuidado cada surco. Haga de su espacio su entorno cotidiano. Adapte sus recuerdos a este sitio. Múdese por completo hoy a esta estancia.
Pero, sobre todo, recuerde: habitar el principio es necesario.
Prepárese para un largo camino. Elija una salida. En el perímetro. A menos que quiera viajar hacia el centro. De un hoyo negro. Evite sobresaltos. Al cambiar de renglón. Anúdese los signos. Aclare la garganta. Y vaya a espacio sencillo. Conserve su simetría. Aunque la calle sea esdrújula. Póngale acento y siga.
Tome cualquier diámetro. Saque una tangente. Póngale una estaca.
Probablemente B ya se vislumbra.
(B es lo que usted quiera.)
Los dos poemas anteriores pertenecen al libro Ciudad A
1
Un cuervo junto a la ventana de mi casa. Dicen que un ave aletea mal augurio. Dos cuervos graznan desde la palmera. Picotean las ramas, vuelan en círculo sobre mi casa. Cuatro. Se detienen y graznan. Picotean la palmera. Graznan. Picotean.
El cuervo entero da la espalda al aire. Ojos fijos miran hacia dentro de casa sobre la maceta de sábila. No se mueve de su esquina. Parpadea. No vuela hacia algún cielo. Dentro, el gato acecha. Media la ventana: gato y cuervo se miran, cómplices de un no movimiento que solo ellos reconocen.
La tarde avanza en graznidos. El cuervo se hace pequeño, se vuelve rincón de casa, camuflaje de rama oscura. Mira hacia adentro, ya sin gato. No mira a los cuervos-guardias que graznan y circulan el aire, que desaparecen entre las ramas altas de palmera. Hay un triángulo hojas altas/ techo de casa/ noche alada en maceta.
Madrugada. El cuervo se vuelve parpadeo frío. No vuela y ya nadie grazna.
Este cuervo-silencio no vuela. ¿A dónde van las aves cuando dejan de volar?
2
La noche refresca las superficies. El cuervo sigue de pie, parpadea. ¿Y es ya una mascota cuervo? El augurio da un revés inesperado. ¿Es el ave quien no vuela o es mi no vuelo detrás de la ventana que no grazna? Lo miro lastimosamente. Me duele su silencio herida, su inmóvil parpadeo pluma.
De pronto, abre sus alas. Y se va.
3
El vuelo desapareció tras la medianoche, en las primeras horas de un cumpleaños. Una década de vida amaneció en nuestras canciones.
Los cuervos son los ancestros que vienen de visita en ocasiones especiales. Ráfagas oscuras acompañan esta fiesta de capítulos nuevos y nuevas estaturas.
Soy la terrestridad personificada, ejemplo de gravidad cotidiana de pasos y pensamientos lentos. Nombro con abecedarios lineales, repetidos vocablos cíclicos.
¿A dónde van los sueños de quienes cruzan el cielo? Tal vez la experiencia celeste no es el único camino. Expertos en vuelo, buscan el arraigo. Envidio la ligereza oscura y su contraste en las almas nuevas. Soy el sueño cumplido de las aves y esta ventana es el hábitat de su paraíso.
Silencio. En esta orilla escucho que agua brota con eucalipto de mis pulmones. Tiempo-letra ha transcurrido en mis cuadernos a través de los años. Dos seres humanos llegaron en este tiempo. Hubo gatos. Uno permanece y otro decidió habitarnos solo unos días.
El silencio parece el mismo. Pero no es idéntico. Ahora tiene frecuencias, variaciones dentro de su quietud. A veces el silencio estalla frente a mí y me golpea la cara. A veces me acaricia y acompaña como gato invisible en mi regazo. Pocas veces se parece a sí mismo.
Las paredes tienen la misma pintura, creo. No. Otra vez los recuerdos me engañan o me dejo engañar por los recuerdos. La pintura de entonces se encuentra debajo de una capa más reciente. La pintura de entonces se encuentra sobre otras muchas capas de quienes han querido renovarse en este espacio. Conozco a algunos, no a todos. Pero me gusta imaginarnos a todos conversando en algún lugar de este cuarto que huele a eucalipto. Tal vez sentados, compartiendo nuestras esquinas favoritas y los asuntos que han quedado pendientes por reparar o limpiar. Entre todos formando una foto, un clic para el álbum del tiempo.
Recibo una llamada, contesto con monosílabos. No quiero traducirme. Afuera en el árbol hay un pájaro que canta. Gracias, pájaro. Mis pensamientos son el humano imaginario que ese pájaro escucha desde la otra orilla.
Paty Blake. Escritora, terapeuta gestalt y promotora de lectura, radicada en Tijuana, México. Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en Jóvenes Creadores, en el género de Poesía, 2012-2013 y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en el 2005 para realizar un libro de entrevistas a creadores artísticos. Estuvo a cargo del Depto. de Fomento a la Lectura estatal, con actividades de lectura, literatura y del área editorial. Actualmente acompaña procesos terapéuticos e imparte talleres de Escritura Terapéutica. Libros: El árbol, Amanecer de viaje, Ciudad A, y Los puntos son ciudades (antología personal).