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Portada de la antología. Foto de Adonai Castañeda.
Portada de la antología. Foto de Adonai Castañeda.

Por Adonai Castañeda

Puebla, México, a 02 de abril de 2020 (Neotraba)

¿Qué respuestas buscamos en la muerte que no estén aquí mismo?

Tal vez sí seamos una vieja carcacha sustentada

por un alma, parafraseando a Epicteto. Tal vez la carcacha solo

se estaciona por última vez. No lo sé y supongo que nunca

lo vamos a saber.

Apología de la carcacha, Mariana Orantes. Página 25.

Aún a veinticinco años de su fallecimiento, la voz de Selena resuena con vigencia. Basta con visitar una fiesta, en México, con participar en un karaoke o con consultar los comentarios de algún video de la mezzosoprano en YouTube, rezando “¿Quién escucha esto en 2020?”.

En cualquier caso, las sentencias de la Reina del tex-mex hacen acto de presencia con su ritmo jovial. Siendo una cantante que destacó en un medio musical, hasta ese momento dominado por hombres, se erigió, como un ícono que confluye los dos lados de una frontera. Todavía en nuestros días.

Con estas ideas en mente, Nora de la Cruz compiló quince textos de diversos autores en torno a esta cantante, teniendo como resultado la antología Bidi bidi bom bom. Diez y cinco writers en torno a Selena (Paraíso Perdido, 2019).

Este trabajo, en coedición con la Universidad Autónoma de Nuevo León, surge de la memoria alrededor del último concierto de la Reina, que tuvo lugar en el Astrodome, en Houston, aunque también sobre lo que su figura representó para la entrada al nuevo milenio. Al igual que la trayectoria de Selena, Bidi bidi bom bom se caracteriza por su eclecticismo: cuenta con textos de géneros diferentes, con voces que narran o poetizan. No obstante su valor festivo, exhibe las heridas de un México sangrante. En sus páginas conviven la violencia, la transfobia, la ruindad política o el machismo imperante con la esperanza, la feminidad y la diversidad social. El filo entre tragedia y fiesta vuelve a romperse, en reflexión.

Dividido en dos partes, Bidi bidi bom bom procura una lectura acompasada. En la primera, Setlist, el lector asiste a once narraciones, que se pasean entre el cuento y el ensayo. La prosa de Alma Columba arriba con un relato arrasador, Lentejuelas y cristales, donde una muchacha asume la labor de imitadora de la Reina de la cumbia, durante la noche en un cabaret, hasta transformarse en su reflejo. Mariana Orantes propone un ensayo alrededor de la mítica Carcacha donde, a través del vistazo lingüístico, la filosofía y la anécdota amorosa, ofrece un acercamiento fiel al significado de las lyrics.

Ilustración  tomada de la Antología, de Pamela Carrington.
Ilustración tomada de la antología, de Pamela Carrington.

La crónica de Iveth Luna Flores destaca por ser entrañable. En ella nos describe la desventura que padeció tras la ruptura de una amistad y, por otro lado, cuenta su infancia, a la par del crecimiento de la fama de la líder de los Dinos, dando cuenta de la nostalgia de toda una década.

“Se suponía que éramos una generación deprimida y poco optimista y hacíamos todo lo posible para demostrarlo: el fin de siglo, el libre mercado, el fin de la historia, bla bla bla”, apunta Daniel Espartaco respecto a los años noventa, narrando también cómo un festival de Woodstock en Chihuahua se halló permeado musicalmente in memoriam de la ganadora del Grammy. Por su parte, Rogelio Flores, en Míster Cool y la reina del tex-mex sugiere un cuento noir, que mezcla la tensión con la tecnocumbia en la radio de un ladrón que huye de la policía.

María Quiroga hace su análisis tras un distanciamiento afectivo, desde la redención en la música hasta el examen mordaz hacia la política precedente al año 2000. En Paredes invisibles, Juan Pablo Torres ficcionaliza la fábula detrás de “El chico del apartamento 512” a partir de la mirada de “un viejo rabo verde”.

Sin dejar de lado la musicalidad en la lírica, la segunda parte del libro, Encore, concentra cuatro voces cadenciosas, cuya estética galantea con la sensualidad y la muerte. Tal es el caso de Maricela Guerrero, que condensa en su poema, Cobarde para evadir el cierzo de la noche, una apología de la añoranza ante el infortunio. Odette Alonso hace lo propio con Last dance, retrato vivo, incluso danzante, de la noche en el Astrodome.

Ilustración  tomada de la Antología, de Andrea Bárcenas.
Ilustración tomada de la Antología, de Andrea Bárcenas.

En ese tenor, sin olvidar el aspecto mediático tras el asesinato, Ana Clara Muro brinda un breve escrito con un narrador curioso: un agente encubierto que da noticia del deceso de la Reina, con un temple oscuro. Minerva Reynosa, en Dulces dieciséis, ofrece un flujo de consciencia que involucra dos dimensiones: la frustración por un cumpleaños arruinado y la concepción del asesinato de Selena como un feminicidio. Un relato que deja frío al lector:

“[…] idioteces de los medios llegaron mis amigos brasileños comimos tostadas con chile pastel de la lety con coca no hubo festejo no hubo mañanitas digamos formalmente no hubo alegría mi papá llegó a la hora usualmente llegada pero distinto todos mis hermanos veintidós veintiuno diecinueve distintos mi mamá gritando haciendo un lío el jerez chayo mi amiga borracha por jerez se fue el día y se murió selena todas las de cd juárez todas y fue es un feminicidio y nada de lío de faldas y fue feminicidio y la mataron y no cantó y la callaron y nos siguen matando van cayendo hay una parte en mí que rechaza tomar órdenes de otras autoridades que rechaza la idea que nos están muriendo.”

A pesar de la gravedad de los asuntos expuestos por la pluma de algunos writers en este libro, el humor está presente. Este factor es necesario dentro del reconocimiento de la base ideológica que aún nos sostiene: inmediatamente arroja una reflexión crítica. Desde el significado de la pertenencia a una nación –en el caso de Say what?, de Raúl Aníbal Sánchez– hasta el dolor que padece una bailarina exótica en su oficio –por poner el ejemplo de Arruina vampiro fiesta sensual, de Daniela Armijo–, o incluso la posmodernidad al desnudo.

Nos toparemos con este concepto al adentrarnos en el cuento de Gabriela Torres Olivares, Room one fifty eight, que propone una conspiración después del crimen, o Nuevo baile de la Techno-Cumbia de Mariana Roa Oliva, que supone un experimento narrativo que concatena el erotismo y la danza con un comando de computador, exponiendo, detrás de su carácter gráfico, un problema ontológico respecto al software.

Ilustración tomada de la Antología, de Citlalli Arcos.
Ilustración tomada de la antología, de Citlalli Arcos.

En suma, Bidi bidi bom bom es una antología que incita a una lectura gozosa, que coincide con el tono musical de la imagen que homenajea y que, al mismo tiempo, con ayuda del humor, nos plantea varias preguntas y críticas ante problemas aún vigentes que siguen sin respuesta.

Con sones que construyen una época, que incluso algunas generaciones no vivieron –me incluyo, por supuesto–, desde lo social, lo político y lo cultural, sobre todo, Bidi bidi bom bom se convierte en el canto entre diversas fronteras que, al final, terminan fulminadas detrás de la voz de la Reina del tex-mex a la cual, hay que seguir celebrando.

¡A bidibidibombomear!


Nora de la Cruz (Antolog.) Bidi bidi bom bom. Diez y cinco writers en torno a Selena. México: Paraíso Perdido/ UANL. 2019. 160 pp. ISBN: 978-607-8646-01-2 y 978-607-27-1000-9.


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