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Deseos. Foto de Adriana Barba.
Deseos. Foto de Adriana Barba.

Por Adriana Barba

Monterrey, Nuevo León, 28 de marzo de 2020 (Neotraba)

La cuarentena ideal no existe y menos para la mayoría de los mexicanos. Pudiera pensar en la cuarentena que hace una madre con su crío en brazos y ni así. Al menos yo tuve muchos sentimientos encontrados: lidiando entre sentirme feliz o sentirme miserable. El día 41 todo vuelve a la normalidad, ¿será así en esta ocasión?

La casa me da tranquilidad. No veo Netflix. Por más que intento no puedo estar quieta viendo la tele, aquí siempre se lee. Aunque mi día esté hasta el copete de chamba o no, eso no es negociable. No podría estar sin viajar a otras vidas desde el sillón de la casa, no me conformaría solo con vivir mi vida.

Me cansé de ver a todos mis contactos de Facebook expertos en el tema y de leer artículos alarmantes. Sólo quiero que tú y yo estemos bien, tu salud y la mía, tu economía y la de todos.

No voy a hacer ejercicio ni a aprender un idioma nuevo, no fingiré preocupación por quien nunca me he preocupado. Sobreviviremos.

Escribí varios tipos de cuarentenas ideales para mí. El imaginar y escribirlo me divierte demasiado:


Mi ex marido en casa, pidiendo comida cada media hora y exigiendo usar antibacterial cada 3 minutos. O un ex novio, cuya madre era sobreprotectora y celosa de su querubín. Con algún escritor argentino, suspiro, que le guste hacer empanadas y pays y me cuente relatos en el porche tomando mate.


En Puebla, oliendo a tierra mojada y acomodando libros por nombre de autor, en esa ciudad se pasaría rápido la cuarentena, comiendo tacos árabes y escribiendo historias –como ahorita–, sintiéndome muy muy querida y diciendo “Bendita cuarentena”.


O por último, como toda regia, en el rancho. Pudiera ser en Cadereyta, Allende o Montemorelos, jugando con los perros. En una mesa grande hay Ruffles verdes, Chips jalapeño y cacahuates cantineros; yo pizcando chile piquín para la salsa en el molcajete, en la cocina; las naranjas ombligonas y las manzanas de la huerta se desbordan, cierro los ojos y puedo oler el carbón y escucho a Laurita Garza a lo lejos. Miro al cielo y agradezco la cuarentena con mi gente, entre montañas donde el verde predomina, no me falta nada. Los chicharrones de la Ramos están en la mesa, en eso, escucho una voz amorosa llamándonos para seguir contándonos anécdotas de la infancia.


Ya imaginé mucho. Hasta pude sentir el amor por aquel caballero que jamás pensé llegaría. No quiero dejar de escribir de esa cuarentena donde una casi cuarentona vive su mejor etapa, pero hay mucho que orar, mucho que seguir trabajando para esperar que salgamos de esta y ahora sí, luchar por esa cuarentena de ensueño que escribí en una cuarentena muy complicada.


Sobre la autora:

Adriana Barba Montemayor. Comunicóloga, máster en Apreciación y creación Literaria. Loca por las historias. Apasionada de la novela histórica. Compradora compulsiva de vestidos línea A.


Nuestras Cuarentena de crónicas:

  • Tres estaciones de un tren que no deja de avanzar
    Javier Claure escribe una crónica sobre la presentación de su primer poemario en Bolivia.
  • La marcha que fue al no serlo
    El 20 de enero de 2017, Donald Trump asumió por primera vez la presidencia de Estados Unidos. Al día siguiente se realizó una manifestación donde los pussyhats sirvieron como un estandarte contra la misoginia. Una crónica de José de Jesús «Chucho» Márquez Ortiz.
  • Un jueves lleno de expectativas: las palabras del Nobel se escuchan en el mundo
    Javier Claure C. escribe una crónica sobre el ambiente que se vive al interior de la Academia Sueca al anunciar al Premio Nobel de Literatura.
  • Doble P en Monterrey
    En esta crónica, Clars nos cuenta cómo entró al concierto de Peso Pluma en Monterrey, a pesar de que no tenía boleto minutos antes. Un escenario 360 por el que se desplaza Peso Pluma y aprovecha el acercamiento para interactuar con algunos de sus seguidores. Puedes verlo todo en blanco y negro. La visión que domina tu mirada en monocromo.
  • Destroy del cerro de la silla, cabrito, wateke y piporrazo en Monterrey
    Belafonte Sensacional estuvo en Monterrey y Clars nos trae una crónica: Te tienes que aguantar las perras ganas de escribir del bandido que te robó el corazón. Del reflejo resplandeciente de las luces congaleras sobre sus gafas punkibelicas, su hedor a chela, y sus labios carnositos.
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    Samuel Segura escribe una crónica sobre uno de los conciertos de Metallica en México: Aquellas ocho pantallas parecían naves salidas de La guerra de los mundos (con Tom Cruise). Emiten un sonido así de furioso e interespacial. Ahí están las imágenes del viernes anterior: los videos en México, los fragmentos de The good, the bad and the ugly. Y abren con la misma canción.
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    Jorge Laserna, al igual que un alquimista, supo transformar el dolor en poesía. Y nos ha llevado, con valentía, a transitar por los caminos que han pisado sus pies. De esta manera, nos regaló la esencia de su alma sensible.
  • Orgullo y Muerte o cómo un hoyo en el calcetín puede salvarte de morir.
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    La inteligencia artificial nunca estará lista para la loquerana y la belikeada. Mucho menos para experimentar el impacto de adrenalina del que te colma un concierto de Natanael.
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    No conocí a Armando Palomas de antes. Puede que haya sido diferente. Quizá los excesos le han consumido la batería social. Ningún artista se debe a su público, se debe a su obra. Una crónica de Clars.
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    En el concierto del Compa Gabito en Monterrey, más que hacer apología a la violencia es nuestra realidad. Un México herido. La música no tiene la culpa. Hoy a sus morritas ya no les mandan cartas. Les tiran DM. Las tunean. Las pasean, presumen y les compran Dior, Chanel o Louis Vuitton. Una crónica de Clars.
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    Una influencer entra a una librería, se porta pedante, exige que la atiendan rápido y se topa con otro influencer. ¿Cuál es el resultado? Ale León escribe una crónica sobre ser vendedor de libros.
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    La efímera existencia de la flor de cerezo, nos recuerda a la fugacidad de la vida. En la brevedad de su floración, encontramos un espejo de nuestro propio existir. Por Javier Claure C.
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    Recientemente Los Tigres del Norte reventaron la Macro y sus alrededores. Creíste que no podrías ver nada parecido. Te equivocaste. Carín se lleva el récord. Más de noventa mil asistentes. Una crónica de Clars.
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