Una ventana inmensa: Juan Manz
“Una ventana inmensa” es el taller de poesía en prosa dirigido por el sonorense Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Juan Manz.
“Una ventana inmensa” es el taller de poesía en prosa dirigido por el sonorense Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Juan Manz.
Por Juan Manz
Ciudad Obregón, Sonora, 16 de diciembre de 2021 [02:51 GMT-5] (Neotraba)
Esta vez, en este poema excluyente, no tendrás la ilusión de girar en línea. Con esta voz, no descubrirás el color que da fondo a la forma, realidad a la metáfora. De frente a la reflexión, rezagaré el concepto, para que no tropiece con tus ojos y te agreda su destello. Solo asentaré oscuridad en estos páramos. Aquí no habrá sitio para la revelación o el desengaño. Me entenderás. Esta vez has de leerme sin prejuicios. Por ahora la imagen del día será tu complacencia, el blando gesto con que aceptas estos versos; pero mañana, ni tú ni yo podremos vernos a la cara.
El silencio nos trae la cartaCansado pero fiel a su ruido toma la orden sirve la copia de la casa y tartamudea como en verso cada una de sus palabras Aquí la carta merendera pasa por obra literaria menuda su canto de carne asada de mano a manoAquí entre los paquetes para dos o cuatro personas frijoles charros florean hacen de tripas de leche corazón copla y corrido Aquí sin embargo esta carta prohíbe la reproducción de su obra menú-da su canto solo de carne asada. La mesa nunca la misma como si hubiera otras mesas Igual aunque inhale distinto este aire exhala treinta años Este aire interior sustento aspiración del silencio cuando se asía de sonidos Sonidos que ahora dormitan entre el clamor de la imagen y la silla que da la espalda mira calla y otorga. El libro del lugar ha escrito sus memorias El libro abierto solo para las personas importantes ahora se abre al pueblo Molesto de tanto enfado ha decidido dar a conocer una opinión más propia de lo que en él han escrito Ya no desea ser ese libro largo -como de actas- que se presenta después de las comidas Él quiere hablar de sí mismo o del comensal ignorado pero sin estar él presente él quiere decir no ser dicho. Esta casa me asegura que nunca se pensó restaurante Dice que aun cuando concurrida resonaba con los tríos siempre se sintió abandonada Que entre tanta mesa y silla vacías no haya una sola que le acomode y como antes y como siempre aún no puede acostumbrarse a la comida de la casa que ahora no es. Ah cuánto abruma el silencio de tanto escuchar enmarcado parece hablar con los ojos de muertos entre paredes parece hablar en las bocas que comen ya de su muerte. *** El silencio nos trae la cuenta Colgado como hace siempre no tiene más que mirarnos desde sus varios retratos Largo como vino la voz a pesar de sus piernas cortas baja y toma la foto.
Los cotidianos de la imaginería y el coloquio no sabemos más la poesía Los predicadores muertos de alma los fríos con licencia literaria no se apiadan de los versos Tú que tienes el gusto por la magia en el taller anónimo de manos la justa forja para el justo surtidor de agua reparada la precisa transfusión de luz que tiende imágenes en línea por el aire eres tú quien más sabe de los cantos.
*Del libro Agua reparada (2005)
Sol tiende al alba sus palabras blancas. A cielo abierto, escucho su parábola redonda iluminar el mundo. Sol tragaeldía como tragaluz como tragaoscuridad la noche. Ojo techumbre, muro adentro, despliega en abanico su metáfora. Madera sube los peldaños, como si de oído, como si del paso… Canta nostalgia el árbol de su casa niña, canta la danza malabar de su follaje. Dentro, el sitio virtual tiende sus redes al par de la escalera. Fuera, la rosa cardinal poema el rumbo. Arena ondula la marea, sube los peldaños de su andar añoso. Anega, música de espuma y sal, memoria de agua verde, el azul que la ribera. Patio solar, enrejada imagen, encasilla sombras, modula el día. Viga atraviesa en línea el sueño que se curva. Azul penetra los cristales de la tarde. Naranja y blanco, amarillo y verde, escrituran la luz que ahora reflexionan. Paz de acuarela, misión blanca, cruz ennegrecida, salmodian la fe de sus visiones. Hacienda cantera sus columnas, decanta en verso el tono que la funda, desemboca en voces. Por tal puerta espera el barandal que gire al ritmo de sus pasos. Templo, penacho de la forma, proclama, en la entrada, su legado.
Un río riela de cabeza al pie de tu caída hielo arriba Un caudal de angustia taja tu cerebro testa duro tajo e mente Un represivo vaso captura la avenida que no viertes Un cauce vigía odia el puente tendido entre tus venas. Hay en tu cuerpo un mar innavegable en el cauce de tus huesos un parásito helándote la sangre Un algo como alga o ramaje de marea dada en red ida en prenda a tu conciencia. Un candelabro roto aduna en agua sus arañas para vidriarse en tus ojos inframundo. Hay un ocaso oral amaneciendo en cada aurora un sol feo atilpado y recurrente escalando sus acordes cordilleros con la trastumba a cuestas en tu lengua Un sol feo gregario y soliloco sonsoneando entre dientes su solfeo Un ocaso oral amaneciendo.
**Del libro Madera la mañana (2016)
Me dices que al espejo del baño de tanto mirar a la regadera se le nublaron los ojos. Dices que yo le asfixié la vista por dejar correr demasiado la llave del agua caliente. Y no concuerdas conmigo, que no fue esa la razón de tanto vapor acumulado en ese espacio y lugar. ¿Si tú y yo transpiramos a baño de tina llena y en otras variadas formas, ¿por qué crees que sería?
“No, no cabe duda: el mundo debe estar por acabarse, o al menos hay señales que así parecen indicarlo. Mira que amanecer Cajeme con esta neblina espesa como si estuviéramos en Londres un día cualquiera de su invierno. Estoy frente al patio de Los versos, la casona familiar, en Cócorit. Estoy solo, sentado a la enorme mesa de mezquite, mientras recargo mis brazos entre las rajaduras de lo que alguna vez fue portón de iglesia. Apenas miro entre la bruma la fuente de piedra canterana engarzada en la palmera, a la derecha el guayabo, atrás la buganvilia y al voltear hacia la izquierda la casita de muñecas… La palapa se me pone enfrente, llama mi atención desde su palidez de teja y viga de madera, desde su hogar que anoche ardió en medio del frío de la noche con su boca de fuego, que coreó, bromeó y gesticuló a cada risa nuestra y, en cierto momento, nos mostró su frustración, rebotando en el piso como sierpe a brasa viva. Miro que ya son las diez con treinta, en esta mañana de enero, y el sol no acaba de abrir los ojos y asomar de su bostezo. Pero a pesar de tantos caprichos en el clima, el petróleo a la baja y la devaluación de nuestro peso, pienso, que a pesar de todo, el mundo no debe estar por acabarse, si miro a mi país, a mi eterno proyecto de país, equilibrista del alambre, sin red que lo proteja de sí mismo, aún en pie.”
“Los versos”, Cócorit, Sonora. 26 de enero de 2017
Érase una vez una hada muy antigua un ángel que aguardaba a tras ala del zarpazo ancestro de sus otros era se dice una hada madrina venida de otro entorno de bambú a defender a sus hermanos niña pastora que huyó del asedio de su signo blanco entre la espesa sombra ramadura de las horas entre el clamor sereno del invierno pero vino a suceder un mal día de augurios infinitos que la madrina más hada de las madres niñas se alejó para siempre de su guardia y aquellos que eran sus oseznos como ovejas fieles por su dolor de entonces se frotaron con ceniza manazas y pezuñas como si fueran uno solo y sin poder siquiera consolarse un poco y sin querer siquiera lloraban demasiado y vino también a suceder que aquellos sus oseznos a cada viva lágrima frotábanse también con el dorso de sus manos las cuencas de los ojos y que a un mismo tiempo las crías y las crías de sus crías hicieron esto propio cuando de estar tan tristes por esos varios tiempos ni comía ni dejaba comer el dolor de sus iguales así sus brazos quedáronse manchados como una negra noche trasnochada más negra que la melancolía biliosa y terca de su padre y de su madre grandes y sus ojeras acabaron también oscurecidas como muda señal de luto eterno por su hada ida por la madrina hada de su madre niña por la hada pastora ahora guía de sus muertos.
Beijing
***Del libro Cotidinarios (2020)
Juan Manz Alaniz (Ciudad Obregón, Sonora, 1945). Poeta y promotor cultural. Coordina, desde 1986, el Taller de Creación Literaria de la Biblioteca Pública Jesús Corral Ruíz. En el año 2003 fundó el Encuentro Internacional de Escritores Bajo el asedio de los signos, y en junio de 2010 la Asociación Civil Escritores de Cajeme, dentro de la cual dirige la colección de poesía Yo’o joara. Ha recibido varios reconocimientos nacionales e internacionales por su trayectoria literaria. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y alemán. Libros: Oro verde (editado en varias ocasiones), Tres veces espejo (1996); Padre viejo (editado en varias ocasiones) Molinar sin aspas (2006); Trashumo de mirada, 2013, editado por el Instituto Sonorense de Cultura en ocasión del homenaje que se le brindó al dedicarle la XIV Feria del Libro de Hermosillo, Madera la mañana (2016) Cotidinarios (2020), entre otros.