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Guadalajara, Jalisco, 20 de marzo de 2025 (Neotraba)

Treinta y cuatro
episodios de Piscis
(Introducción)
Soñé que me envolvía. Soñé el agua inundándome el cuerpo con ternura. Como un álgebra donde todas sus ecuaciones en su resultado dan seis. Piscis tiene seis letras. Así que decidí el principio de mi transformación. Las escamas brotaron de mi piel. La ciudad se sumergió en mi sueño. Largas y cortas avenidas eran laberintos de coral. Aves como medusas. Constelaciones se ahogaban en el agua de mi sueño. Y ella? Ella insolada en el mapa de mis ojos. Rezando. Para que los barcos aparecieran y tiraran las redes y la rescataran con un puñado de alegría.

Nadé hacia su mente. Me instalé en su recuerdo. Avancé con ella toda la ruta de la salvación. Una isla levantaba saludos de palmera. Una bienvenida vegetal ascendía en una plegaria al percibirla con los rescatistas. Y yo en sus tímpanos. Nadando por rutas interiores. Buscando el otro acuario. Ahí su corazón es una estrella.

Descubrió la vida de nuevo. Se dirigió a su departamento. Soñó. Los peces de una artesanía minimalista la miraban con mis ojos. El olor a mar y barro se mezclaban. El amor de las ballenas era un espíritu danzando. Otros espíritus bajaron la luna para esconderla. Se la entregaron. Dijo que sabía a miel. A miel blanca con poesía. Y la poesía se hizo una con el mar. Con su cuerpo y mi cuerpo se hizo mar: Mar del sueño: Mar de los peces imaginados: Mar de ella y un estribillo de Daniel Melero: Descansa en mis brazos amor.

Soñó que me soñaba por la habitación entera. Sabía que era Piscis. Que cuando las ecuaciones en su final resultaban seis me convertía en Piscis. Seis letras y mis dos yo en mí mismo sumaban doce. Lo cual también me convertía en el último signo zodiacal.

Recordó la estabilidad de su dominio. El anzuelo del sol la despertó. Todos los terrores de la ciudad regresaron a ella. Tuve que despertar para encontrarla en cualquier plaza o avenida.

Así es la vida de los Piscis. Tenemos dos formas de vivir el mundo. Soñamos y vivimos. En las dos afirmaciones el ambiente es el mismo. Cuento mis días. Todos los minutos riego mi esperanza. Tantas macetas tengo que mi acuario parece un jardín botánico. Y ella en esta historia con sus días bañándose en el agua de mis mentes. Suspendiéndose en cada golpe de agua como un reloj que dirige las estaciones.

De 34 Episodios de Piscis.

Perplejidad de Hugo de Mendoza
Viajar. Quien lea este fragmento debe de tener un pie fuera de todo manual de psicología. Es preciso reconstruir______________________________________, encontrarme en la tiniebla: Hay recortes de estaño en los dedos de un trabajador, un pequeño sepultado en una pieza de pan. Pienso en otro vacío formándose en el  pensamiento de un dios universal. Otra cosmogonía, otro santuario lastimado por el crecimiento cibernauta. Qué pequeña es la luna cuando se refleja en el casco de un astronauta o en el seno de una joven en una acuarela de Agustín Dubourg. Escucho un bosque aproximándose por la velocidad del auto. Meditemos:_________________________________________. Un jesuita dice ser mi abad en otro tiempo. Implora: Dónde estaremos mejor, sino que en el abrigo del pan y el vino. Lavemos las conciencias de Guerra Santa. La tragedia me hace actor de su argumento. Escucho un caballo trotar desde la Nueva España, la dramaticidad de una patata en los dientes de Samuel Beckett. Prefiero oír el monólogo de un rinoceronte, el sueño de un pez en el estómago de un gato. Nacerá otra ciudad donde un hombre descartiano pueda decir quién soy. Te escucho reír, lector, porque no comprendemos nada. No escuchemos a la humanidad preguntar por qué, para ello fueron inventados los espejos y así es decidida mi existencia.
Cristo desciende en ascensor
Estabas arriba. En este momento puedes sentirte extinto de las redes hidráulicas, de los puentes peatonales. Todo es cielo en derredor: nubes vaporando crema de afeitar en la cara antigua del fuego. Pasan por tu frente ángeles geométricos, guillotinas de aluminio, y un óvulo fecunda tu llegada en los nervios del periódico. Si observas la ciudad: la primavera gotea en la frente del trabajador, la vergüenza de las madres se unta en las casas de empeño, y los vendedores de hamburguesas levantan 30 monedas como un crucificado en las manifestaciones energéticas. 
Deseamos salvarnos aunque es difícil evadir tanto anuncio electoral: hagamos un círculo, extraviémonos en la verticalidad de una aspirina. Sin remedio, viajamos al último agujero.
En esta barbarie de la lengua, la multitud no distingue nuestras cabezas de una fruta a punto de reventar.
Tu cuerpo es alimento para cuervos, renacerá en harina al tiempo que tu sangre es adulterada para embriagar a los ancianos.
Mientras tanto, el sótano te espera con su templo en construcción. Una civilización en guardia, una multitud de palmas prepara tu corona.
Plusvalía del minusválido
    Mi ser inmóvil, mi ser postrado en las ilusiones de atletismo y salto de longitud no termina de caer en esta silla de ruedas. Vendo dulces, tejo estambre, en mi baba se colapsan oraciones de abuelas bailando zumba. Mi única fuerza surge de lo que ya no es visible en las multitudes: el cuerpo. Ruedo por el amor de las madres en sus viernes de quincena; aun así –en mi mecánica rodante-, deseo no estrellarme en el vacío. Voy por canales de ayuda a malformados, me llenan de serpentinas, de actrices colgando impuestos en mis muletas. Soy un higo lleno jugo, me exprimo en plazas de cebollas, las monedas no enderezan mi espina dorsal, soy un monolito en la ortopedia de un Amén, un acento en la palabra: paraolímpico.
Por instantes, cuando las estatuas ambulantes recuperan movimiento, cuando se equivoca el estado del clima, cuando revienta el cráneo de un puerco el carnicero, creo agrandarme en la boca de Cristo…
-Levántate y anda.

Es así como puedo trotar en el mundo.
Cocinero e insecto
(Diálogo último)
Un extractor, tenedores, la cocina sucia y toda la mugre de un país en diez cucharadas de azúcar. Aún puedo percibir mi ceguera colapsada en la frontera. Tanto tiempo hemos estado juntos; desde la lumbre de la estufa hasta el rincón del desperdicio, que esta plancha de operación culinaria enloquece por tanta mirada nuestra.
Dirás:
Es mejor extinguirte, al menos en este lugar.
Hay un estropajo en el fregadero, el jabón es arena para sepultar mi patria. Tengo motivo para escobillarme, para poner a secar mi cabeza sobre un plato y recibir un hilo de miel que permita purificarme de todo el odio del mundo. Así, los comedores compulsivos no tendrán repugnancia por masticar mis pastas, mi barriga encinta, mi cuerpo inflamado y crujiente, empapado de moras y saborizante de cereza.
Y dirán:
¡Qué bella cucaracha en la ensalada!
Más aun, cuando mi rostro comience a desfigurarse entre sus muelas.
Ilusión marina
Vivo en el mar. No soy un pez, tampoco el capitán Flint o el ojo de una ballena. Prefiero evitar toda semántica marina, no soy nada en ese diccionario. Sin embargo, juro que vivo en el mar. Debo confesar que nunca he navegado, nunca mis pies emprendieron un balompié contra las olas, nunca he podido sumergirme en ese telar por donde los barcos fundan su cementerio. Sólo lo sé, vivo en el mar, lo contengo en esta memoria de argonauta. 
Cuando estoy triste, mi día es un hospital de focas. Mi casa está sumergida en la Ciudad de México. En oscurantismo, mi lámpara parece leer la nomenclatura de las estrellas, la bitácora de Simbad. Si recuerdo la Odisea, mi hogar es una tripulación fantasma. Ahora presiento la alta marea arribando a este sofá, un hechizo de tempestad inunda el espacio que nos separa de esta página. Se liberan todas las memorias del océano: se alza una arquitectura de coral, los submarinos alemanes en el Golfo de México. Todo es iluminación cuando la mano de Dios separa el petróleo de las corrientes submarinas.
Ahora no hay que creer en las supersticiones de la razón, es real ese ballet de medusas saltando en mi cabeza, la competencia de esgrima con mi nariz y un interruptor liberando anguilas. Respiro bajo el agua, frente a la sardina en un congelador, escucho los remos de Yemayá navegando hacia el imperio. Papá enciende la radio: Noticias del huracán Catrina. Aún persiste la tormenta, aún el faro nevando su espíritu infra rojo. Aún Tú, nosotros, flotando en la incertidumbre. Miremos la sal sobre la mesa, las latas con atún comienzan a temblar, despiertan de la muerte las angulas, todo es buceo e inundación. El agua de las cisternas estalla en un acuario. ¿Escuchas el genocidio de un barco japonés? Ya se hundieron las carabelas españolas, y pesar de que Juan anuncie las langostas del Apocalipsis, Cristo aun camina por el mar.

Hugo de Mendoza. Fotografía por cortesía de Manuel Parra Aguilar

Hugo de Mendoza (1976) Guadalajara-México. Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, italiano e inglés. Coordinó los ciclos: Critica de la narrativa y poesía en México. Es director editorial de El Golem, revista de literatura. Libros: Danzar del agua, 34 Episodios de Piscis, Confesión en el diván / seguido de cuando los ángeles se materializan, entre otros.


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