¿Te gustó? ¡Comparte!

Nuevo León, 17 de junio de 2024 (Neotraba)

En el año 2006, Max Brooks publicó una de las novelas de horror contemporáneo más originales de los últimos tiempos: Guerra Mundial Z. El libro es una lección de estilo y estructura narrativa por su pulcra expresión y su presentación polifónica. Se trata de entrevistas ficticias que un narrador intradiegético realiza a los sobrevivientes de la Guerra Z: la guerra contra los zombies. Dichas entrevistas ocurren en China, India, Estados Unidos, Japón, Rusia… En general, el espacio es el mundo entero porque la plaga devastó la sociedad globalizada desde sus cimientos.

El libro es tan magnífico que en 2013 se estrenó una película homónima protagonizada por Brad Pitt. Por el título podría pensarse que es la historia de Brooks llevada a la pantalla grande. Nada más ajeno a la realidad. La cinta es un pastiche de fragmentos del libro, pero cuenta una historia diferente a la narrada por la literatura. Es una producción mediocre de la novela de Brooks, una historia completamente distinta que aprovecha el título del libro como estrategia de marketing. En fin, en la obra de Brooks encontramos todo tipo de personajes que de una u otra manera sobrevivieron a la hecatombe. Científicos, soldados, un astronauta, etc., componen el cuadro de supervivientes del conflicto.

“Se le conoce por muchos nombres: ‘La Crisis, Los Años Oscuros, La Plaga Andante, así como otros apelativos nuevos más ‘a la moda’, como Guerra Mundial Z o Primera Guerra Z” (Brooks, 11). En esta obra que describe la casi extinción humana, los perros, inseparables compañeros del Homo sapiens, no podían faltar. Brooks los retrata en la entrevista realizada a Darnell Hackworth, en Nebraska, EU. Es un adiestrador retirado de un equipo K-9 del ejército y atiende el último refugio para perros veteranos de la guerra. La entrevista narra los hechos sangrientos que los perros superaron para ayudar a los humanos: desde el encuentro inicial con los zombies antropófagos, y siempre hambrientos, hasta el adiestramiento al que eran sometidos para prepararlos física y mentalmente para enfrentar a un enemigo que no existía en la naturaleza, que olía a muerto, que no podían morder y, por lo tanto, los perros no entendían cómo enfrentar.

La inducción inicial era la primera fase, la más importante; cogías un grupo de cachorros, un grupo al azar o incluso una camada entera, y los metías en una habitación dividida por una malla metálica: ellos a un lado, los zetas al otro. No había que esperar mucho tiempo a la reacción. El primer grupo eran los B, los que empezaban a aullar o a gemir; se hundían. No tenían nada que ver con los A; esos cachorros podían mirar a los zetas a los ojos, y ahí estaba la clave. Se mantenían en su sitio, enseñaban los dientes y gruñían en tono bajo… (Brooks, 381).

Los perros iniciaban su adiestramiento para apoyar en labores de exploración y rescate. Incluso eran utilizados como carnada para alejar a los zombies de puntos clave en las misiones. Por eso eran muy valoradas las razas pequeñas, como los salchichas, por su destreza para incursionar en terrenos derruidos e ingresar a edificios infestados de zombies a través de ductos de aire o coladeras. La novela describe las estrategias desesperadas para sobrevivir o limpiar de zetas la mayor cantidad de territorio para que las personas recuperaran paulatinamente su espacio en el mundo. No obstante, en la novela los zombies no eran el único peligro al que los perros de guerra se enfrentaban: también existían jaurías de perros salvajes que de una dentellada podían acabar con la vida de un perro adiestrado. Por lo tanto, el equipo K-9 asignó perros escolta a los perritos de las misiones:

(Se refiere a la perra dormida) Ella tenía dos escoltas, un par de perras muy feroces: Anson, que era una mezcla de pit y rot, y Howe… que no sé bien qué era, mitad perro pastor, mitad estegosaurio. No habría dejado que Maze se acercase a ellas de no haber pasado el entrenamiento básico con sus cuidadores. Resultaron ser escoltas de primera clase; ahuyentaron jaurías de perros salvajes catorce veces, y dos de esas veces se emplearon a fondo. Vi cómo Anson iba detrás de un mastín de noventa kilos, le agarraba la cabeza con las mandíbulas y le rompía el cráneo… (Brooks, 386).

El capítulo dedicado a los canes cuenta la desesperación de los seres humanos por sobrevivir a toda costa, no solo con armas sino con el apoyo del animal más querido, en el que más pueden confiar. A pesar de que el panorama lucía desalentador, los perros apoyan a los humanos, a veces sacrificando su vida, con el objetivo de cumplir la misión encomendada. Por el lazo emotivo que vincula a los cuidadores con sus perros, la tasa de suicidios de humanos, cuenta Brooks, es enorme debido a las frecuentes muertes de perros en acción: devorados por zombies. Es tan alto el número que deciden aplicarles una especie de eutanasia con un pequeño explosivo amarrado a su cuerpo, que el equipo humano hará explotar remotamente si consideran que no hay esperanza de supervivencia para el caniche.

Guerra Mundial Z es una novela que cuenta una historia de horror viral explotada en los últimos años tanto por el cine como por la literatura. Tenemos, por ejemplo, la Antología Z (volúmenes del 1 al 4), coordinada por Juan de Dios Garduño y Álvaro Fuentes, o la novela del colombiano Miguel Ángel Manrique, titulada Ellas se están comiendo al gato. La particular característica es que ninguno de los tres libros cuenta una historia lineal. Todos son un compendio de historias fragmentadas que proponen un panorama amplio y variado de lo que harían las personas para sobrevivir a los zombies.

En el cine el tema del zombie motivó a directores como George Romero a filmar películas como La noche de los muertos vivientes (1968), o a Robert Rodríguez Planeta Terror (2007). Los zombies llenaron las pantallas con gran número de cintas, algunas buenas, otras pésimas. Entre las excelentes del género enlistamos la británica 28 days later (2002), protagonizada por Cillian Murphy, y su secuela: 28 weeks later (2007), cuyos títulos en Latinoamérica son Exterminio y Exterminio 2, respectivamente. REC (2007) una cinta española que proyecta el brote del virus zombie en Barcelona. Zombieland (2009), Warm Bodies (2013). O las producciones surcoreanas Tren a Busán (2016) y #Vivo (2020). En 2020 Netflix produjo Reality Z, una serie de diez episodios donde se describe el problema del zombie en Rio de Janeiro, Brasil. No hablemos de las abundantes malas películas, auténticos bodrios, como Estación Zombie 2, Península (2020), World War Z (2013), la interminable y aburrida The walking dead (2010) o Army of the Dead (2021). Lo que llama la atención es esa obsesión por la sangre, el contagio, la enfermedad viral.

Queda claro que debido a la educación masiva las sociedades que conforman el mundo postmoderno difícilmente se asustarían con monstruos decimonónicos como el vampiro o el hombre lobo. Lo que si puede provocarles pavor son las epidemias en las que el peligro es el vecino, el compañero de trabajo, tu novia. Es un terror contemporáneo. Durante la década 2010-2020 se explotó al máximo por la industria cinematográfica, de videojuegos y literaria quizá preparándonos para el SARS-CoV2 o lo que venga después.


¿Te gustó? ¡Comparte!