Murmullos desde Comala
Edgard Cardoza Bravo nos presenta versos en alusión a Rulfo, Fuentes y Paz, quienes, como Macario, ya se comieron un guajolote que los llevó al más allá.
Edgard Cardoza Bravo nos presenta versos en alusión a Rulfo, Fuentes y Paz, quienes, como Macario, ya se comieron un guajolote que los llevó al más allá.
Por Edgard Cardoza Bravo
Ciudad de México, 28 de octubre de 2023 (Neotraba)
Hoy he venido a Comala
en busca de Juan Preciado,
el que murió de pavor
entre lágrimas de pasmo
y andanadas de estupor
mientras buscaba a su vez
el diapasón y la aldaba
de esta aldehuela que exhala
–ábranse que lleva bala–
etereidad de fantasma,
humores de perdición.
Comala es como el Mictlán
–de inagotables arenas–,
el lugar a donde van
las almas a expiar sus penas.
Aquí quizá coincidieron
en su poema final
Luis Cardoza, Gorostiza,
Sor Juana y Octavio Paz,
y dieron un recital
(cierta noche de cenizas)
para Susana San Juan.
Soy Juan Rulfo, el ectoplasma
ha comenzado a brotar
de este rumor convocante
de las almas del desierto.
Aunque es cierto no se espanten,
resulta que ya estoy muerto,
pero les quiero contar,
integrándome al elenco
de ánimas del evento,
tan sólo para que suene
el chischil de mi aposento.
Aquí estoy, sigo buscando
–en mi panteón no tan santo
y en las esquelas sin fe
ni identidad que guardar–
a toda la descendencia
de mi grey particular
que sucedió mas no fue
ni se puede remediar:
a mi Susana sin par
–que fue más 'Clara' que el viento–
cuyo amor idealicé
aunque nunca lo gozó
mi personaje más cruento.
Abundio, Eduviges Dyada
y la Damiana Cisneros,
el tal padre Rentería
arzobispo del dinero
entre la noche y el día
(la vida y el agujero);
y hasta el tal Fulgor Sedano:
sobrestante del averno /
encomendero del diablo,
con un rosario profano
sahumando la romería.
Ya regreso a mi galera
de eterna maledicencia,
ahí les dejo al abandono
la mies de mis personajes,
y si alguna vez requieren
o se les antoja viaje,
dejo en el 'Páramo' un pomo
que contiene mis esencias.
Las sirenas, esa vez, solo esa vez,
no cantaron: la vez que la historia
registró su canto.
Carlos Fuentes
Desciendo la región más transparente
como reloj de sol en el ocaso,
por la calzada indemnes se abren paso
las historias y mitos de la gente.
Hay un rumor de dioses sublimados
en la piedad rugosa de la tarde,
en los muros opacos gime y arde
el azar con su búcaro de dados.
Ya la noche columpia su clepsidra
en la viscosa nube que es el viento.
Desde la entraña gris del esperpento
asoma la cabeza de la hidra
dando nombre uno a uno a los arcanos
que brotan de las líneas de esta mano.
Para redondear el trino
de presencias del camino
de inagotable arrebol,
que ya no se diga más:
en este día de muertos
hablemos de Octavio Paz
tramando su laberinto
sobre una piedra de sol.
Increíble pero cierto:
una nube de sotol
de maguey dasilirión
respirando a cielo abierto
será el flamígero puerto
que sellará la ocasión.
Octavizo mi rumor
a saga de la Malinche.
Para no sentir tan pinche
invito a José Martí
a que lo mate el amor
de una mirada de lince
o una pica de aguamala
de las que hoy no veo aquí.
Y que nos cante en la sala
La niña de Guatemala
con música de violín.
Y es que yo soy un expendio
de nubes y polvo eterno:
me apago con un incendio,
con las aguas me encaverno.
¿O qué otra cosa prefieren
además de mi guadaña
por los cuerpos que se mueren
dejando el ánima en casa?
¿Me paseo en escafandra
por el centro de la plaza?
¿Me pinto de salamandra?
¿En una tela de araña
encontraré lo que fui?
¿Doy la vuelta en Cabo de hornos
y llego por mil retornos
a lo que queda de mí?
(Sabemos que a Elena Garro
se le secó el corazón
por culpa de la obsesión
de no descansar en Paz).
Beban pues este cotarro
que nos deja Edgaralán
viendo de Palas el busto
con un cuervo en el holán.
¡Badabadú / pim pum cuaz!:
con este conjuro guarro
protéjanse y además:
si tienen lengua en el susto
y cruces en el gabán
nunca digan: nunca más.