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Por Yovana Cruz Reyna

Puebla, México, 4 de octubre de 2023 (Neotraba)

México es un país con una gran diversidad y ha sido un terreno fértil para el florecimiento del arte, enriquecido por su diversa paleta de colores, su folclor y sus tradiciones. Hace milenios, mucho antes de los celulares y los videojuegos, estas tierras estaban habitadas por asombrosas culturas.

Desde las culturas prehispánicas, podemos encontrar una creativa y rica herencia cultural de las civilizaciones que habitaban la región. Ante la llegada de los conquistadores que dejaron una huella duradera en la historia del arte mexicano. Los olmecas, considerados los pioneros del arte mexicano, esculpían monumentales cabezas y figuritas de jade, como si esculpieran su propio mundo en piedra y arcilla. Esto demuestra que el arte, además de su intención estética, se transforma en una ventana hacia la exploración de la vida y la condición humana.

Como los olmecas, en el arte moldeamos la interpretación de aquello que nos rodea, esto podemos interpretarlo como un adulto que plasma en un lienzo su pasado y en cada trazo representa su esencia perdida. Nosotros, como sus herederos, contemplamos la existencia de las culturas prehispánicas desde perspectivas profundas, moldeando, destruyendo y construyendo partes de nosotros mismos, para nuestro crecimiento imperfecto pero encaminado a la libertad.

En el arte encontramos expresiones únicas que trascienden las limitaciones del lenguaje convencional, logrando transmitir emociones y pensamientos complejos, mediante paletas de colores, líneas y texturas. Así, el arte se transforma en un lenguaje universal, un códice que narra historias, cruza fronteras y llega al núcleo de la hermandad humana, a través de conceptos que engloban un sentimiento en común.

Durante la época colonial, con la irrupción del arte barroco que dominó el panorama, los edificios e iglesias se impregnaron de detalles artísticos deslumbrantes. Durante este periodo el arte indígena también influía en los lienzos, incluyendo fragmentos de las tradiciones prehispánicas, fusionando estilos distintos como la técnica de enconchado con nácar, las esculturas de procesión de pasta de maíz o pasta de maguey, creando un cóctel cultural en cada obra.

Tras la llegada de la Revolución Mexicana, uno de los sucesos históricos más reinterpretados por artistas de distintas especialidades. En los que podemos encontrar a José Guadalupe Posada Aguilar. Dicho artista retrató la esencia de pesares y alegrías de los mexicanos con variados dibujos de calaveras que representaban a líderes o caudillos revolucionarios como Emiliano Zapata y Francisco I. Madero, durante el Porfiriato.

También tenemos al muralista Diego Rivera, un artista realista, cubista y muralista mexicano, conocido por realizar obras de alto contenido político y social en edificios públicos, una de sus obras más conocidas es el “Paisaje Zapatista” o “El Guerrillero”, obra considerada cubista. Tanto Rivera como Posada trazaron en aburridos muros una narración mágica de historias épicas y mensajes políticos.

Actualmente artistas contemporáneos rompen esquemas, desde el arte urbano hasta las instalaciones vanguardistas. El arte contemporáneo mexicano conforma factores psico-sociales en sus obras, proyectando las principales problemáticas que afectan al país, a través de una recopilación del trabajo de un grupo de artistas, no siempre desde el circuito institucionalizado enfocado desde una perspectiva abstracta y subjetiva. Esto identifica la presencia de múltiples circuitos que luchan entre sí para imponer sus agendas, ideas y tendencias.

Es increíble cómo el arte desafía nuestra percepción del mundo, invitándonos a reflexionar y cuestionar los fundamentos de aquello que constituye nuestro mundo. Se convierte en un puente mágico que trasciende ambos extremos, desde lo visible hacía lo invisible, lo desconocido a lo desconocido y, en ese recorrido constante, entablamos un diálogo continuo sobre la vida, la verdad, la belleza y nuestra propia esencia.


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