Las palabras en la carne. Charla con Fausto VI
La poesía viaja por distintos medios. Así nos los demuestra Fausto VI, tatuador y poeta, quien escribe su nuevo poemario en la piel de las personas.
La poesía viaja por distintos medios. Así nos los demuestra Fausto VI, tatuador y poeta, quien escribe su nuevo poemario en la piel de las personas.
Por Berenice Aguilar (@bere5n)
Puebla, México, 27 de febrero de 2022 [02:42 GMT-5] (Neotraba)
Si la palabra es cuerpo, ¿qué deseo la puebla? ¿Dónde nace la furia de sus significados?[1]. Si la palabra se forma en el cuerpo, una intimidad nace en el acto. Para Fausto VI, tatuar configura la posibilidad de extraer algo que las personas tienen dentro, así el tatuaje en vez de venir de fuera, brota desde su interioridad como forma de expresión encarnada.
Fausto Alzati Fernández o Fausto VI, es poeta y tatuador mexicano. Su obra se destaca por unir la poesía y el tatuaje. Su primer poemario tatuado Acá también tengo cómo quererte (2017), realzó la relación entre el artista, sus versos y las personas. Fausto VI se encuentra trabajando en su segundo poemario encarnado, titulado Episodios Trascendentales. De esto y más en las siguientes líneas.
Berenice Aguilar. ¿Puedes hablarnos del proceso creativo de este poemario?
Fausto VI. Empecé a escribir poesía desde los catorce.
En ese tiempo tenía una banda con mis amigos y yo componía la letra para las rolas. Desde ahí fui sensibilizándome. Mientras mis compas tocaban las rolas yo me acostaba sobre el piso, cerraba los ojos y trataba de escuchar la música. Me concentraba en lo que sentía, por decirlo de alguna manera. No ha cambiado en cierto sentido.
Claro, he leído un chingo de poetas y he trabajado con los recursos propios de la escritura, sin embargo, yo no puedo sentarme a escribir un poema sobre mi mamá o sobre el aborto. En los días anteriores comentaba –espero no ofender a nadie–, sobre el temblor de 2017 y cómo algunos intelectuales mexicanos escribieron sobre ello, me pareció nefasto. Yo no puedo hacer eso, considero que es un juego de ingenio y no necesariamente un acto de creación poética.
El proceso creativo con la escritura –en específico con la poesía–, para mí, se relaciona con generar una disposición hacia las formas de percepción y vivencia de las cosas. Tener una suerte de temporalidad contemplativa. No me gusta forzarlo. Con el tiempo he cambiado y mutado en la manera de escribir y en el campo de lo que resulta posible con mi escritura.
Se basa en crear una disposición con cierta frescura, de poder ser más vulnerable en la experiencia desde la cual surgen juegos de símbolos y palabras que configuran de otra manera las vivencias.
BA. Tus poemas usan palabras más cotidianas y frescas, incluso irreverentes.
FA. Tenemos la idea de lo cultural como culterano. Se consideran los grados de sofisticación, retórica o el distanciamiento con lo cotidiano.
Para mi hacer poesía significa tener todo el lenguaje a mi disposición, no solo las palabras que riman, sofisticadas, elaboradas o rimbombantes, también tenemos como recursos literarios el ritmo, la entonación, el significado de las palabras usadas cotidianamente, el albur, los cabuleos, las mentadas de madre, etc.
Considero a la cultura como el hábitat, es decir, el espacio que existe entre tú y yo. El campo de lo posible en cualquier interacción diaria, por lo tanto, todos los usos del lenguaje –no sólo el estético o literario– son parte de la manera en la cual nos damos a entender y configuramos nuestro sentido de pertenencia y/o realidad.
En esos espacios comunes también hay entonación, métrica y metáforas. La poesía es en muchos sentidos un albur. Es un doble o triple sentido, entonces, porque no usar el albur como tal, de forma más explícita.
BA. ¿Cómo surge la idea de tatuar a personas con tus versos?
FA. Considero el arte un laboratorio de la realidad.
Todo comenzó con un a ver qué pasa si. Muchos de mis proyectos los comienzo así. Tenía un poemario listo para publicarse y no me entusiasmó tanto, pues me parecía que su campo de acción era bastante limitado –dentro de la noción cultural y literaria. Como objeto el libro tiene cierto peso y campo de circulación limitado. Lo pensaba y decía, pues lo saco, pero ¿quién lo va a leer?, las personas que ya me leen o quienes leen poesía. Y muchas de ellas ya tienen una opinión hecha sobre mí.
Tatuar es mi oficio desde hace diez años, me he sostenido a través de él. Entonces, en algún momento hizo click. Me pareció una conjunción posible e incluso predecible combinar ambas cosas en algún momento. En mi oficio me han tocado varias personas que se tatúan alguna frase de Sabines o de Clarice Lispector, Góngora, etc, es decir, personas muertas y consagradas. Así que me la jugué para ver si las personas querían tatuarse mis poemas –yo, que estoy aquí, me ven y hago mis pendejadas. Hice una convocatoria por redes socialesy esperaba unas diez o veinte personas. No fue así. Resultaron 180, las cuales llevan ahora mis versos y el poemario circula de otra manera.
BA. ¿Cómo seleccionabas los versos?
FA. Cuando la gente venía al estudio les enseñaba mis cuadernos escritos a manos. Yo me salía y los dejaba con ellos para que los leyeran. Si algo les vibraba o les latía me decían y establecíamos en qué parte del cuerpo lo querían rayado.
BA. El filósofo francés Michel Henry destaca el papel de la carne entendida como un cuerpo que se experimenta a sí mismo, al mismo tiempo que siente lo que le rodea. Es decir, la carne es fundamental para la experiencia. A partir de tu primer y segundo poemario, ¿cómo concibes el papel de la carne en tu etapa de tatuador? ¿Ha cambiado algo tu perspectiva respecto a esto?
FA. Que interesante pregunta. Normalmente preguntan si ha cambiado algo mi relación con el lenguaje o la poesía. Nunca con la carne.
La relación con la piel cambia en el acto de tatuar. La piel comunica bastante. Didier Anzieu –psicoanalista lacaniano– tiene un libro titulado Yo piel. Habla sobre la piel como el envoltorio de la noción del sujeto, de la privacidad de la interioridad, es interesante pues menciona cómo la madre es nuestra primera piel. Además, es un órgano permeable y sensorial, sexual y erógeno.
En el proceso de tatuar la poesía hay una relación entre lo que simbolizamos, los órganos, la piel. Por ejemplo: piel, nariz, ojos, etc., son palabras y al escribir sobre otros también me ha dado la impresión de cómo el lenguaje es una construcción gregaria. Una ensoñación en común. Un conjuro que compartimos.
Por otro lado, aprendí a observar mejor la piel de las personas, a través de ella puedo ver su estado de ánimo, cómo se sienten.
Cuando empecé a tatuar tenía una noción más cercana a la transgresión o profanación de la piel de las otras personas. Ahora siento que participo con ellos en la extracción de algo que ellos tienen dentro, como si el tatuaje, en vez de venir de fuera, como una estampa, les brota de su interioridad como una expresión.
Hay una intimidad en el acto de tatuar. La capacidad de disimular se ve disminuida porque se presenta una dolencia, algo somático, entonces las personas fingen menos. Por eso no me gustan los estudios de tatuaje donde hay mucha gente. En ese acto hay algo sucediendo.
Por otro lado, hay una autoría compartida entre lo que escribo y quien se lo lleva tatuado. Porque el lenguaje es un acuerdo y no es mi propiedad.
BA. ¿Puedes hablarnos de tu segundo poemario Episodios Trascendentales?
FA. Los poemas que conforman el segundo poemario los escribí después de Acá también tengo cómo quererte, mi primer poemario.Puedo notar el tránsito de uno a otro. Un progreso, proceso o diferencia, la cual se relaciona con haber tatuado en la piel de las personas. Los poemas de Episodios Trascendentales ya estánasimilados y considerados para escribirse en las personas, en otras palabras, ser parte del cuerpo y cotidianidad de alguien más.
BA. ¿No temes repetirte?
FA. No, para nada.
La técnica es la misma. Me gustaría hacer una analogía con la pintura al óleo. Cuando terminas un cuadro y tienes la idea de pintar otro cuadro usarás el óleo, sin embargo, no pintarás la misma pintura. Quizá generó más novedad el primero poemario, pero no. Al contrario, la sensación es muy distinta, la experiencia previa informó a esta.
BA. Tengo entendido que también intervienes figuras religiosas con tu arte. Esas figuras para los mexicanos contienen una gran carga simbólica, ¿hay alguna intención detrás de estas intervenciones?
FA. Claro. Nosotros sabemos que podemos trabarnos al sopesar todas las hermenéuticas posibles, incluso te pueden inmovilizar. Hice una licenciatura en Filosofía de la Religión, entonces es un tema que me prende y me apasiona.
Todo esto se relaciona con la construcción o poiesis realizada en torno a las paradojas fundamentales de la existencia, las cuartadas que hacemos para ellas. Para mí, todos estos mitos fundacionales y constitutivos son parte de nuestro lenguaje, lo forman, así como a nuestra estructura social. No hay manera de escapar de lo religioso, es decir, el orden secular es totalmente religioso, tiene sus dioses, semidioses, métodos de salvación.
Al intervenir estas figuras, por un lado, hay un acto de profanar lo sagrado, este juego que vemos en Bataille, por ejemplo. El mutuo contagio y el temor que tiene de contagiarse lo sagrado y lo profano. Entonces, no es una pillería, es evidente que se genera un acto de provocación, incluso inevitable, pues son figuras con una carga simbólica y afectiva.
Hice evidente aquello que ya se proyecta en estas pequeñas figuras: les proyectamos la salvación, fantasías, creación, origen sin origen, causa sin causa, etc.
Por otro lado, el proceso me gusta, pues terminan como piezas estéticamente agradables –para mí, al menos– además, me agrada ver lo que inducen en otros al contemplarlas.
He recibido comentarios negativos de personas practicantes de la religión y considero que se basa con la percepción del tatuaje como un acto de transgresión personal. Un acto criminal o todo este rollo de Adolf Loos de la ornamentación y la criminalidad y el estigma del tatuaje. Como si Cristo, la virgen María o María Magdalena tuvieran tatuajes se convierten en malandros o putas.
Además, se vuelve contradictorio porque son figuras de resina. Son intentos de representar la historia y leyenda. Algo abstracto, que va configurando un sentido de realidad en el cual podemos vivir sin quedarnos pasmados ante la perplejidad y la paradoja de nuestra existencia. Las personas se ofenden porque hago visible la simbología detrás de estas figuras.
BA. ¿Puedes hablarnos de tu trabajo como tatuador?
FA. Como quizá ya intuyes, me gustan más los procesos, la inspiración y vitalidad que los movimientos estéticos.
Sin embargo, tengo unos estilos de tatuaje favoritos. Por ejemplo, el tatuaje criminal ruso. Me gusta su semiótica, su mitología y su manera de hacer frente a un régimen –en su momento–, me parece muy potente y cargado. Disfruto del tatuaje chicano, lo tragicómico de su estilo. De hecho, tengo tatuado en mi espalda “perdóname madre mi vida loca”, porque considero que es uno de los tatuajes más chidos.
Le decía a la banda, tatúense, ráyense, se los hago y no querían. Terminé rayándomelo yo, pues tiene leyenda y folclor. Además, me gusta el tradicional americano pues me parece una manera de representar una mitología contemporánea lúdica y potente. Tiene la capacidad de celebrar a la vida y su epopeya, así como su tragedia. Nos permite burlarnos de nosotros mismos con un resultado muy estético.
BA. ¿Otros proyectos?
FA. Pues por ahora estoy tatuando mi poemario, se vendieron los primeros niños dios de la primera serie y estoy trabajando en otra serie de figuras religiosas en diversas técnicas y estilos.
[1] Günther Petrak, “Cuerpos” en De párvulas bocas. Antología de Lolitas. Selección y pórtico de Jorge Arturo Abascal Andrade.