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Por Mario Bravo Soria

Todas las imágenes fueron tomadas de la cuenta de FB de Ariel Cavalieri

Ciudad de México, 30 de mayo de 2023 [00:10 GMT-6] (Neotraba)

[Bajista, compositor y productor musical, nuestro entrevistado es un hombre que dejó su país de origen sin un mapa en el bolsillo… aunque sí llevó consigo un pentagrama que ha trazado la ruta de su vida desde su lejana infancia en Buenos Aires, Argentina. Ariel Cavalieri, radicado en México desde hace dos décadas, charló con Neotraba y compartió recuerdos, experiencias, aprendizajes y proyectos, entre los cuales destaca su actual labor al capitanear el estudio de grabación Casa Pop!!!] 

Atrapar un suspiro

En la hermosa película Pollo con ciruelas (2011), el violinista Nasser Ali Khan decide echarse en su cama y esperar a la Muerte tras la irreparable pérdida de su instrumento que, quizás, fuese el mejor de todo su país.

Desde joven, su madre le envió a tomar clases con el más afamado y respetado maestro de su época: Agha Mozaffar. En su primera lección, Nasser interpretó una melodía frente al sabio mentor quien, al final de tal ejecución, expresó:

–No tengo nada que decir sobre su técnica, es excelente –comunicó ante un gesto de satisfacción en el rostro del aprendiz–, pero su música es pura basura.

El discípulo, balbuceando, intentó argumentar. Agha Mozaffar continuó su lección:

–Cualquier tonto puede adquirir técnica. No se trata de la técnica: ¡se trata del arte! Es a través del arte que comprendemos la vida. El instrumento está ahí sólo para iluminar.

El maestro se levantó de su asiento y caminó hacia una ventana, con pasos de quien se sabe revelador de verdades aplastantes y filosas, verdades como espadas penetrando en la piel de quien las escucha. Allí prosiguió enseñando al joven músico:

–Tus dedos se mueven y producen sonidos, pero están vacíos. ¡Es la nada! ¡No hay nada! La vida es un soplo… la vida es un suspiro… Ese suspiro es lo que debemos atrapar –enfatizó Agha Mozaffar y, con su mano derecha, se apoderó de algo que flotaba en el aire.

Al charlar con el músico Ariel Cavalieri (Buenos Aires, 1971), me queda la indudable certeza de estar ante un perseguidor de esos suspiros que el arte es capaz de ofrecer a nuestros sentidos. El también vocalista de la banda Bersalieri y bajista invitado dentro del proyecto de Federico Bonasso, La Subversión, nos comparte algunas postales y unos cuantos jirones de memoria sobre ese proceso suyo en el cual, con paciencia y virtuosismo, ha capturado suspiros de vida, mismos que persiguió desde el porteño barrio de Mataderos en Buenos Aires hasta los presentes días y las noches viviendo entre montañas y cerros en Ciudad de México.

Ariel Cavalieri
Ariel Cavalieri

Un niño en Mataderos

–Usted nació en el año 1971. Fue una década compleja en Argentina con una dictadura militar de por medio…

–A mí me tocó el regreso de Juan Domingo Perón, luego murió y quedó Isabel Martínez de Perón. Después vino el golpe militar… todo eso lo viví de niño.

–Ese momento de entrar en dictadura, ¿en su infancia cómo lo vivió? ¿Cuáles recuerdos conserva de esos últimos cuatro años de la década de los setenta ya con la dictadura militar del general Rafael Videla en su país?

–Tengo pocos realmente. Sí recuerdo que me traumaban mucho las noticias de los conflictos, las pocas que veía. Mi familia no estaba muy interiorizada del asunto; pero recuerdo mucho que, como dicho popular, a mi barrio llegaba el famoso “si te para un policía, ¡no corras!”

–¿Su padre a qué se dedicaba?

–Mi padre tenía una fábrica de zapatos para mujer en Mataderos, el barrio de donde soy.

–¿Su madre fue ama de casa? ¿Usted fue hijo único?

–Sí, ama de casa. Tengo una hermana que es ocho años más grande que yo. De hecho, llegué inesperadamente…

Ariel Cavalieri
Ariel Cavalieri

“Mi primer deslumbramiento fue con Charly García”

–En esos días de la infancia, ¿ya se presagiaba algo con respecto a lo artístico y musical en su vida? ¿A qué sonaba esa década de los setenta en su niñez?

–Mi papá era un tipo a quien, por ejemplo, le gustaba muchísimo el tango. Además, cantaba muy bien. Él tuvo un cierto acercamiento al ambiente del espectáculo porque, en la época en que él era joven, se estilaban mucho las orquestas de tango. Había tres formatos de orquestas: tango, típica y jazz. Salían mucho a tocar a los clubes de barrio. A mi papá, por gusto y capacidad, en su juventud lo contrataron para presentar las orquestas en uno de los clubes de Mataderos: el club liberal, eso ocurrió en las décadas de los cuarenta y cincuenta.

“Mi viejo no sé si me llevó a amar esto… pero sí me introdujo al escenario, al canto y al gusto por la música. Mi casa era muy musical. Todo el tiempo estaba sonando algún disco.

–Me imagino que discos no sólo de tango…

–No únicamente de tango, pues también le gustaba el pop. De chico recuerdo tener el disco The dark side on the moon (1973), de Pink Floyd… por el lado del rock… que sonaba mucho en mi casa; en el pop, a mis papás les gustaba el grupo sueco ABBA, de finales de los setenta. Y, por el lado del rock nacional, mi primer deslumbramiento fue con Charly García.

Ariel Cavalieri en el zócalo de la Ciudad de México
Ariel Cavalieri en el zócalo de la Ciudad de México

–¿Recuerda algún tema en específico?

–Sí, a los seis o siete años compuse mi primera canción basada en un tema de Serú Girán, el cual se llamaba “Mr. Jones”. Hice una letra propia agarrando la melodía de esa canción y fue mi primera composición antes de cumplir los 10 años.

–¿Luis Alberto Spinetta o Litto Nebbia no aparecieron en su radar musical?

–Sí, aparecieron bastante más tarde y después de un deslumbramiento que tuve con el pop de los ochenta. A Spinetta sí lo conocí; pero lo aprecié y valoré un poco de la mano de Gustavo Cerati y de su fanatismo por el “flaco”. Charly García está desde el primer recuerdo que tengo de gusto por el rock.

–Uno de los principales guiños que Cerati le hizo a Spinetta fue la grabación del tema “Bajan”, incluido en el disco Amor amarillo (1993); pero déjeme situarme unos años antes, todavía en la década de los ochenta con el surgimiento de la agrupación Soda Stereo. ¿A usted le ubicó con un pie en la música asumiendo que se dedicaría a eso o aún se encontraba estudiando algo diferente?

–No, todavía lo estaba decidiendo porque, por ejemplo, durante el primer disco de Soda Stereo yo tenía 12 años. Ya había estudiado pues me enviaron a clases de guitarra; pero eso era una especie de modelo de una familia de clase media: a la niña hay que enviarla a clases de violín o piano y al niño a guitarra…

“Realmente me gustaba más de lo normal. La música siempre envolvió mi vida. Cuando Soda Stereo apareció, recuerdo que a mis 12 o 13 años escuché una canción en el radio: me sonó tan bien y me llegó de una manera que nunca pude describir… ¡A partir de ahí sentí que podía hacer música!

–¿Qué canción fue?

“Si no fuera por…”, del segundo disco de Soda Stereo. Me sonaba totalmente moderno y vanguardista para ese entonces. Había como un cierto estilo de que lo anglosajón era lo que mandaba y no había manera de acercársele… Soda Stereo me daba una sensación: ¡esto suena bien chingón y es de acá!

“A partir de ahí, mi primer instrumento lo tuve a los 14 años. De ahí en adelante tomé clases y armé mi grupo…”

Ariel Cavalieri
Ariel Cavalieri

Romper un boleto en un café de México

–Usted llegó a México en el año 2000, poco tiempo antes de esa crisis política, económica y social de diciembre de 2001 en la Argentina. ¿Qué le llevó a migrar hacia el norte del continente? 

–Mira, todo empezó con el grupo que tenía en el año 1991. Recuerdo que hicimos una promoción a un programa de televisión que ya no existe más. No nos iba muy bien: por momentos metíamos algún gol y, por momentos, nos lo hacían a nosotros…

“Pero recuerdo una charla que tuve con un productor. Años más tarde me enteré que él trajo a México muchos grupos muy exitosos. Él nos dijo: Acá está difícil. Si quieren a ustedes me los llevo a México y creo que les irá muy bien por el estilo y la imagen que tienen…”

–¿Esa banda cómo se llamaba?

–Venga, venga. Años después, una vez me encontré platicando con alguien de una filial en Argentina que trabajaba en una disquera multinacional. Buscábamos las formas de encontrar el capital para no sólo sacar un disco sino promocionarlo. Él me dijo también que, si estuviésemos en México, la cosa sería muy diferente. Pensé: segunda llamada…

“La tercera fue que, en un momento donde yo quería avanzar más en mi carrera y sentía que se me estaba complicando, me sumé a un proyecto que no era mío y vine como músico de sesión. Tuvimos una gira por acá en el año 2000. Así vine contratado por un grupo de rock de allá… vine por tres meses.

–Entiendo que era una gira de tres meses; pero el boleto de vuelta estaba totalmente abierto…

–Sí, lo tenía a la mano. De hecho, lo rompí en un café… sentado… diciendo: ¡me quedo!

–¿Se acuerda en cuál café?

Garabatos.

–¿Y qué le llevó a romperlo?

–Como persona de costumbres muy arraigadas, a mí me había costado mucho subirme a ese avión. Pensé: una vez que estoy acá, quiero probarlo todo antes de decir “ya está”. Sentía que eso era bastante potable para mí. Por un lado, como músico de sesión; y simultáneamente llevar un proyecto personal de música.

–¿Qué pensó en el Aeropuerto de Ezeiza al venir a México a una gira, la cual se suponía únicamente duraría tres meses?

–Pensaba que no iba a regresar. La gira debía ver cómo funcionaría… Los músicos de sesión, salvo excepciones, no somos muy partícipes de los proyectos. Tenía la intención y la madera para probar suerte en lo personal. Así que, cuando me subí al avión, sentía que me iba y no volvería en un muy buen tiempo. Y eso pasó.

Ariel Cavalieri
Ariel Cavalieri

Giovanni Antonio Cavalieri

A veces, con muchísima buena suerte, uno puede descubrirse como continuador de las vidas de otros seres humanos. Hombres y mujeres que nos antecedieron en el tiempo y en el espacio. Padres, madres o abuelos nuestros que ya habitan en esa eternidad que es el mundo de los muertos.

Un gesto, un modo de caminar o un tono al hablar, ciertas actitudes ante la vida o la misma pose frente a las cámaras fotográficas… alguno de esos elementos hoy los reconocemos en nosotros; pero corresponden, originalmente, a personas de ayeres en blanco y negro, tiempo que únicamente tiene cabida en la memoria que ejercemos desde el presente a colores.

–¿Su familia fue migrante? –pregunto a Ariel Cavalieri quien, al otro lado de la pantalla de mi computadora, sin reparos desenrolla el carrete de hilo de un cometa que transporta evocaciones y trozos identitarios.

–Mis abuelos paternos llegaron de Italia a inicios del siglo pasado, y mis cuatro bisabuelos maternos también.

–Algo traía usted en las maletas al arribar a México, polvos de otras tierras… No era tan inédito que usted migrara.

–No, en ese sentido me parezco bastante a mi abuelo paterno.

–¿A qué se dedicaba su abuelo?

–Era un buscavidas. Fue un tipo que, hasta el día de su muerte, no aprendió a hablar en español… hablaba en italiano. Un tipo bastante rudo, de aguantar vara, totalmente introvertido… ¡También en eso me parezco bastante a él! No lo conocí. Murió antes de que yo naciera; pero, en mi vida, mi papá mantuvo su memoria viva y la de mi abuela. Fueron referentes muy importantes para mi formación.

“Recuerdo algo que se me quedó en la cabeza. Mi abuelo enviudó y, cuando ya estaba grande, dijo: Ya hice todo lo que tuve que hacer acá, ¡me voy a Italia a visitar a mis amigos!

“Un día antes de volar, se murió.

“Algo de eso se me quedó dando vueltas en la mente y en el alma. Al punto que, cuando tuve la posibilidad, fui al pueblo de él en Italia. Fue como una manera de llevarlo hasta allá… de devolverlo a la tierra a la que no pudo volver.

–¿Cuál es el nombre de su abuelo?

–Giovanni Antonio Cavalieri.

Ariel Cavalieri
Ariel Cavalieri

“El balance siempre es positivo”

–Si yo le preguntara por tres postales de Ariel Cavalieri en México, ¿qué podría compartir? ¿Algún sonido, olor, canción o algo que haya visto?

–Tengo una que es muy clara. Fue la primera vez que regresé a tocar a la Argentina con un proyecto muy grande en un teatro de la calle Corrientes. La otra fue cuando me subí al avión.

–En esa primera imagen, ¿cuál fue la sensación? ¿Regresaba sintiéndose triunfador o más cercano a la letra del tango “Volver” con “las luces que a lo lejos” anunciaban su retorno?

–Era más la sensación de que no me había equivocado. Una reafirmación de que tenía razón.

–Hacer música en México, ser un artista, músico y compositor, ¿qué características tiene? ¿Era así como lo dijo aquel personaje de la discográfica o cómo lo podría definir ya siendo un conocedor de la industria musical de este país?

–Hubo mucha parte de eso que dijo aquel personaje en el año 1991; pero tampoco era tan color de rosa, tan “vienes y todo está servido en bandeja”. Una cosa es venir de gira con apoyo de una disquera multinacional o hacer un trabajo con fecha de caducidad; y otra cosa es plantarse aquí, rentar un departamento, empezar a hacer una vida, picando piedra y sin conocer a nadie como lo hice.

–Con la edad que usted tiene ahora y prácticamente con medio siglo de estar en este mundo, ¿qué dividendos le deja hoy en día la música? ¿Hacer arte para qué? ¿Qué le aporta en lo espiritual y como ser humano?

–También ha cambiado mucho mi vida y mi forma de dedicarme a esto. He diversificado mucho mi trabajo y mi dedicación; pero me deja mucho. Tuve varias etapas, desde muy buenas hasta muy malas. El balance siempre es positivo. A los 52 años mi perspectiva es bastante diferente…

“¡Qué respetuosa es la gente aquí!”

–Usted ha estado en diversos escenarios junto a Julieta Venegas, así como con el cantautor Edgar Oceransky, ¿cómo es para usted el acto de tener enfrente tanto al público mexicano y, en otras ocasiones, al argentino?

–Ambos son públicos muy fervientes. El mexicano creo que es más receptivo. Hace poco tiempo me subí a un escenario en un festival que se hizo y acompañé a una cantante que realiza música como muy hípster, muy bonita, muy color de rosa… Antes de eso tocó un grupo [hace ruido como de un rugido o alarido…] y yo dije cómo nos va a ir ahora… nos tirarán vasos de cerveza o qué…, pero… ¡nada que ver! La gente aplaudía, aunque también esta chava tiene sus fans. Y pensé: ¡qué respetuosa es la gente aquí!

“El argentino es un poco menos compasivo o comprensivo en ese sentido. Si no les gusta, te chiflan hasta que te vas”.

–Usted se inició, de niño y adolescente, escuchando a Charly García teniéndolo como un referente. Él, Spinetta, así como la agrupación Soda Stereo fueron propuestas artísticas contestatarias en una sociedad como lo fue la Argentina de aquellas décadas de la segunda mitad del siglo XX. Con esas coordenadas, ¿políticamente usted cómo mira tanto la actualidad argentina como la mexicana?

–Mis ideales están cercanos a una izquierda un poco más hacia el centro.

–¿Usted apoyó a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández? 

–Me costó entenderlos al principio justamente porque no vivía allá; pero, después en los procesos que han tenido y en sus formas de gobernar, he estado mucho más de acuerdo que con sus sucesores. Sobre todo, con el gobierno de Cristina Fernández.

–Y un argentino como usted, ¿cómo vive el presente mexicano en el aspecto político y social?

–Hay cierto apoyo que en este gobierno estoy viendo, el cual no veía antes. No estoy muy interiorizado en el tema político; pero me parece vital esta ayuda que brinda a la gente que menos tiene. Hay que empezar por ahí: ¡a dignificar a la gente que, desde hace mucho tiempo, siente que no tiene mucha dignidad!

Ariel Cavalieri
Ariel Cavalieri

“Nunca me fui para no regresar”

–¿Cómo vislumbra su futuro artístico y musical?

–Lo veo más hacia tomar un rol tras bambalinas y aportar todo lo mejor que pueda a las generaciones que siguen. A cierta edad, para quienes somos de perfil bajo, esa es una de las mejores opciones a seguir: dedicarme a la producción y apoyar gente con el fin de que se suba al escenario.

–También, infiero, le apuesta mucho a su estudio de grabación Casa Pop!!!

–Uno sigue creando. Con casi toda la gente que he producido, mucho de lo musical es parte mío. Me sigo reflejando en eso, sigo haciendo rolas.

–Ariel, finalmente, resalto esa imagen que compartió sobre su abuelo: ese avión al cual no se subió… aunque quizás la muerte también es una forma de viajar; además el nieto de Giovani Antonio Cavalieri completó aquel viaje. La imagen de volar, viajar y subirse a un avión, pareciera que es una situación ineludible en la biografía de usted. ¿Cuál será el siguiente avión que abordará? ¿Queda todavía un boleto abierto para viajar, sea lo que sea que eso signifique?

–Quedan varios. Todos estos proyectos me han hecho moverme. Incluso este proyecto donde estoy ahora, pues sucede que a veces debes trasladar tu equipo de trabajo a otro lado. Muchas veces le digo a mi mujer que, el último de todos los viajes, me gustaría que fuera a Mataderos. Es como una manera de reunirme con mi viejo y con lo que seguramente también será mi vieja. Nunca me fui para no regresar. Todavía esa idea está flotando.

“Cuando encuentras una segunda casa, se hace difícil. El corazón partío, diría Sanz.

“El último creo que sería ese, si no me agarra desprevenido…”


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