La línea erotizada: Egon Schiele
Sobre Egon Schiele, Gilberto González apunta: En estos tiempos convulsos haríamos bien en poner en la palestra a los sujetos con toda su maravillosa obscenidad e imperfección.
Sobre Egon Schiele, Gilberto González apunta: En estos tiempos convulsos haríamos bien en poner en la palestra a los sujetos con toda su maravillosa obscenidad e imperfección.
Por Gilberto González (@gilbertrotsky)
Puebla, México, 2 de agosto de 2020 [15:55 GMT-5] (Neotraba)
Los Cuadernos de Don Rigoberto, fue una de mis lecturas más paladeadas de la juventud. El orbe de erotismo que envuelve esta novela del tan vilipendiado, por sus posturas políticas, Mario Vargas Llosa, me permitió acercarme a uno de los artistas más importantes de principios del siglo XX. Me refiero al extravagante Egon Schiele.
Si la erotización de la palabra corresponde a la poesía, lo mismo ocurre con los trazos de Schiele, son los socavones, las formas las que nos seducen. Los famosos retratos de prostitutas escupen al observador los cuerpos amorfos y las miradas de las modelos –en ocasiones, pendencieras. También en sus autorretratos está presente esta condición.
La mayor parte de su obra es una invitación a la obscenidad del erotismo, no desde el cuerpo, sino desde la línea trazada, esas que se cruzan serpenteando contornos y colores. La obsesión de trascender lo corpóreo mediante el lenguaje del lápiz y pincel.
Una de las obras que más me atrajo fue Female Lovers, de 1915. La mirada inquietante de la modelo es una invitación a un estado apolíneo. La desnudez obscena –junto con la postura juguetona– es un grito por no objetivar los cuerpos, hay una experiencia conmovedora: ¿qué está pensando o sintiendo esa mujer?
En la misma obra, del lado derecho del espectador, hay otra joven –aunque no está claro porque puede ser una muñeca. Los ojos sin expresión, apenas dibujados nos abren el campo interpretativo. Se trata de otra versión del cuerpo que carece de expresión, una metáfora de la frivolidad del ser humano. Quizá un vaticinio de la tragedia del siglo XXI: la eliminación del sujeto ante el objeto y del misterio de la otredad por hipersexualización de lo cotidiano.
En los detalles de la ropa, las líneas psicóticas se erotizan, copulan entre ellas y rematan el retrato, un guiño al abstraccionismo, por eso, tal vez se le atribuye la frase: “el arte no puede ser moderno”, como una crítica a sus contemporáneos y al mismo tiempo señalando la superficialidad de calificar al objeto artístico de introducirlo a una línea temporal.
En el 2018 se cumplieron 100 años del fallecimiento del vienés, por ello el Estado Austriaco realizó una exposición de su obra en el museo Leopold de Viena, para reivindicar la obra de este artista. Anunció la exposición a través de carteles donde la obra estaba presente. Sin embargo, en Alemania y Gran Bretaña, la población tachaba las partes sexuales de sus retratos. Finalmente tuvo que recular y en lugar de los genitales, aparecía la siguiente frase: “Cien años más, pero aún demasiado atrevido”.
En estos tiempos convulsos haríamos bien en poner en la palestra a los sujetos con toda su maravillosa obscenidad e imperfección para transformar nuestro mundo que se nos está deconstruyendo en medio de la incertidumbre, o quizás en esas líneas obsesas que devienen del lápiz de un artista incomprendido.