Homenaje paródico a César Vallejo
Fue un 15 de abril cuando César Vallejo perdió la vida en París, tal como lo pronosticaba su poesía. Edgard Cardoza lo homenajea.
Fue un 15 de abril cuando César Vallejo perdió la vida en París, tal como lo pronosticaba su poesía. Edgard Cardoza lo homenajea.
Por Edgard Cardoza Bravo
Ciudad de México, 03 de mayo de 2022 [10:00 GMT-5] (Neotraba)
1) Yo nací un día
César Vallejo
que Dios estuvo enfermo.
2) Hay golpes en la vida, tan fuertes…
Yo no sé.
3) Me moriré en París con aguacero.
Yo nací un día que Dios estuvo en facebook. Todos saben que escribo, que navego con bandera de tonto muchas veces, no saben sí que disparo primero para ver si alguien porta en la cartuchera una triste y decrépita pistolita de salvas, pues yo nací una tarde que Dios estuvo en facebook. Hay una cuerda tensa entre mi origen y las cosas que ahora hablan de mí en silencio y si alguien grita de pronto ¡fuego! yo busco entre mis ropas la famosa pistola que les conté al principio –aunque no lo haya dicho– y hago un disparo al aire. Yo nací un día que Dios estuvo en facebook. Y queridos hermanos de las cosas vacías y los puentes postreros levadizos y tercos que se alzan por el aire tedioso de febrero justo unos quince días después que ya he pasado y el mes me dura rechoncho hasta diciembre, pues yo he nacido un día que Dios estuvo en facebook. Todos saben, me explico, que hay una enredadera creciendo libremente en las cosas que digo y hay un semidesierto junto al frente fingido que yo siembro a lo lejos y en dónde escondo los férreos ataúdes con las balas absueltas, para cuando haga falta. Así es que no vayan a salirme de pronto con que no les aviso y se digan engañados por mi perfil de sombra, mi azúcar por los cielos y mi bastión de luna. Porque yo nací un día que Dios estuvo en facebook, mientras Bill Gates y el mismísimo Zuckerberg le tuneaban la nave.
Hay blogues* en las redes, tan chafas, yo lo sé, blogues como si el alma de Judas se posara en el páncreas con la caca de todo lo sufrido… ¡Yo lo sé! Son hartos estos blogues, tantos que abren zanjas oscuras en el hígado que pueden sólo ser sanadas, ¡oh, mi negro!, con caballitos de bárbaros tequilas. Como si Jesucristo jalara la cadena mientras usas el wáter, blasfemando, y sientes que te hundes en el médano hediondo del noema como bucle abismado de la chica de Ipanema. Y es un golpe tan grande, el de la flema, cuando lees –protésico y en público– y de pronto la chapa se te cae. Hay blogues en las redes, tan chafas… Yo lo sé.
*NOTA. Por cuestiones de ritmo en este texto, blogues es blogs.
¿Me moriré en Cancún con balacera un día en que bien pedo no me acuerde y esas arenas blancas de tan cruentas serán el suelo negro de mi muerte? ¿Será en el mes más cruel de T. S. Eliot, 'abril' con sus albúminas marchitas, cuando en el malecón se asusta y grita una gorda que huele a pulpo acedo? ¿Dirán: ha muerto el poeta más valiente que se tomaba todos sus tequilas sin sal y sin limón, a puro diente? ¿Será en un bar de dos o tres estrellas, con meseras en tanga, casi a ráiz, donde se escriba la húmeda epopeya?