Crónicas Librescas
Una influencer entra a una librería, se porta pedante, exige que la atiendan rápido y se topa con otro influencer. ¿Cuál es el resultado? Ale León escribe una crónica sobre ser vendedor de libros.
Una influencer entra a una librería, se porta pedante, exige que la atiendan rápido y se topa con otro influencer. ¿Cuál es el resultado? Ale León escribe una crónica sobre ser vendedor de libros.
Por Ale León
Puebla, México, 18 de junio de 2024 (Neotraba)
Todo surgió debido a la presión, la forma en que somos embalsamados por un sistema que se adueña de nuestras creencias y nos tortura con el común, tiene que ser así porque siempre ha sido así. La idea surgió después de mucho pensarlo, analizarlo. Un enojo provocado por la presión y el sometimiento del que estamos en el cotidiano dentro de la cultura en México.
En el libro ¿Qué leen los que no leen? de Juan Domingo Argüelles, antes de iniciar la travesía del ensayo podemos ver una cita potente de Gabriel Zaid, “Y para qué leer” ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es acto de fingida modestia: ¿es rigurosamente, lo que muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser simplemente ignorantes, para ser ignorantes inteligentes”.
¿Pero qué pasa en las librerías? La percepción desde afuera es de un oasis infinito, el sueño de Borges y el noble oficio. Quizá lo sea en algunas librerías, no hay que descartar las posibilidades. Me enfoco en una en particular en la más famosa y comercial. Mis días en la librería amarilla fueron de un shock total, ahí conocí a maravillosas personas que me enseñaron el oficio de cantinero, como lo dice Iván Farías en Crónicas desde el piso de ventas, somos boticarios que ofrecen recetas para calmar los dolores. Inyectamos anestesia para aquellos que están perdidos en la realidad. O como lo dice Juan José Millás, “He leído con más pasión que con la que he vivido”. Esto es en el sentido más estricto de los lectores más informados o los más curiosos.
Por el contrario, existen los otros, los que ya tienen un bagaje cultural pero se enfocan solamente a leer los libros de superación personal, la famosa sección de desarrollo humano sobrevive gracias a ellos. Para estas personas la lectura es un medio de estructuras que permiten alcanzar un ideal de perfección. Una receta de pasos a seguir para mejorar tu vida. Un pensamiento que fácilmente es derribado por el contexto sociocultural de cada región y país. Estos lectores ven a la lectura como un medio de aprendizaje, un manual que tiene que servir para mejorar tu vida. La lectura tiene la función de entretener, exige al lector pero no debe ser el ideal hacerlo cambiar de forma moralina. Existe un maravilloso prólogo de Fernando García Ramírez que da pie a una selección de ensayos de Gabriel Zaid que se llama “Leer”. Aborda el tema de aprendizaje: Leer, ¿para qué? ¿Se lee porque de todos los libros se aprende algo y conocimiento es poder? No, leer no da poder, el conocimiento que brinda es muy difuso. Se lee para ensayar nuevas y variadas posibilidades del ser, para soltar amarras, para liberarse del yugo que oprime: la confusión. Lo primero es embarcarse, comenzar a leer, adquirir el vicio, observando la animación que produce la lectura en aquellos que leen, aprendiendo con paciencia a reconocer los códigos de la lectura, imitando lo leído.
Quizá esto sea una serie de textos míos o de mis colegas, si algún día salen a la luz quisiera que nos vieran como algo más que simples vendedores. A veces cuesta creer que en un mundo ligado a la inmediatez rampante no hay cabida para la sanación, la pausa y la escucha, como librero y como lector quiero invitarlos a escuchar las librerías desde la idea de Calasso, una bestia que tiene vida, que se mueve y se alimenta de personas, de las ideas de las personas que alimentan a la bestia.
No cabe duda de que estas personas son de lo más peculiar ya que están en boga, podemos entrar a YouTube y poner en el buscador la palabra mágica Booktuber y podrás ver un repertorio bastante amplio de creadores de contenido que incentivan la lectura. Los hay de cualquier tipo, desde clásicos, contemporáneos, literatura latinoamericana, juvenil, autoayuda, policiaco, terror, horror, romance, ciencia ficción, erótico en fin… una infinidad de géneros para todo gusto. Lo que consumimos también repercute en lo que deseamos y exigimos como consumidores, pero eso ya es arena de otro costal.
Lo que ocurrió una tarde del mes de abril fue de esos estereotipos horrorosos de los cuales nunca quisiera que se toparan: un influencer literario. No se dejen engañar por el nombre “literario”, pues pueden confundirse con similares como con el señor pollito (@sr.pollito1).
Es absolutamente lo contrario o una idea tergiversada de la cultura libresca, esta influencer llegó con aires de superioridad, diciendo que haría un reto en compañía de su pareja, las reglas consistían en tomar todos los libros que quisiera en un minuto. En la teoría suena bastante bien, pero con respecto a la idea que se debe de pedir permiso para realizarlo, obviamente siempre se les otorga, es una simple cortesía para que nosotros estemos informados de lo que sucede en la librería. Está persona se portó de lo más tajante y grosera, 90% del estereotipo de persona privilegiada que llega a humillar al personal, además de que mencionaba en reiteradas ocasiones que le estaba haciendo publicidad gratuita a la librería.
Se acercó al área de cajas y una de mis compañeras le apoyó en lo que quería, dijo que quería libros “bonitos”, “especiales”. Ella mencionó que tenemos la parte de Selecto, una sección en dónde tenemos editoriales de Impedimenta, Atalanta, Páginas de Espuma, Gatopardo, Galaxia Gutenberg, Valdemar, libros de arte de Taschen en fin… títulos caros, muy buenos y obviamente uno de los libros más caros que poseemos es Le Codex Borbonicus, un ejemplar valuado en $26,000 pesos.
La librera le mostró el área y la influencer la desechó con despreció; dijo que buscaba otro tipo de libros, la librera se desinfló y le dijo:
–¿Buscas libros populares?
–Sí, busco títulos estilo Wattpad, La hipótesis del amor, ¿si me entiendes? O mejor que me atienda alguien que sí lea.
Cuando eres librero esos comentarios te calan el alma. Existen dos maneras de percibir a la librería desde fuera, la primera tiene que ver con los colaboradores, se vislumbra que ellos siempre están leyendo, que tienen el mejor trabajo del mundo y que las personas con las que tienen contacto no son groseras porque existe el tema de que ellos tienen una educación basada en los libros y como leen son personas de bien. Nada más alejado de la realidad. La otra es meramente superioridad moral y, a veces intelectual, desprecian nuestra labor siempre pensando que somos meramente un intermediario de entrega. Un vil coyote que transporta los libros. Un vendedor, inclusive en este apartado a veces llegan a ser correctos ya que el trabajar en una librería no te hace amar la literatura ni los libros.
Un librero más se acercó para apoyar a mi compañera, al final fue él quien terminó apoyando con la dinámica. Acomodó los libros de su preferencia a modo de que se viera natural y se sorprendiera por su velocidad en su Tik Tok. Lo interesante en esa búsqueda de ejemplares fue que se topó con otro influencer, algo raro ocurría en la librería, dos gigantes del entretenimiento se veían sus caras por primera vez (ya que ninguno conocía la existencia del otro). Se presentaron e intercambiaron contacto para hacer una colaboración, el chico influencer estaba fascinado con esta gran oportunidad y llegando al área de pago le dijo al cajero en turno:
–Es maravilloso lo que está haciendo ella, ¿sabes?
–Claro, ¿todo bien durante su visita en la librería?
–Les está haciendo un favor para promover la cultura y dándoles publicidad gratis, por ejemplo, hace poco hice una campaña, te puedo asegurar que no son baratas y deben de estar agradecidos.
–Súper. ¿Cuál es su método de pago?
–Ajá, ¿súper? ¿Me estás poniendo atención?, por eso el país está como está, porque nunca valoramos las oportunidades para crecer. Por eso eres cajero y no lo dejarás.
Para este punto ya existía una clara incomodidad y la dinámica estaba a punto de llevarse a cabo. Cuando el novio de la influencer encendió la cámara ella cambió por completo, tuvo una actitud más alegre, más amable, personalidad de diputado en campaña. Lo favorable fue que el video se realizó de una sola toma y sin ningún contratiempo. El reto se había cumplido y era momento de pagar.
–Aquí tiene los libros, cóbreme rápido que tengo prisa, tráigame una caja.
–Permítame un momento, me van a traer la caja al almacén, la van a armar. Es un total de 15,156 pesos.
–Sabe qué, si van a tardar demasiado mejor no quiero nada, todavía de que mi novia les hace promoción no nos atienden bien.
Estos personajes muchas de las veces son más populares y arrogantes que los propios escritores. Por acá, en la librería amarilla de Angelópolis, han pasado personalidades como José Luis Zárate, Fernanda Melchor, Mónica Rojas, José Luis Trueba Lara, Pedro Ángel Palou, Luis Jorge Boone, Jaime Mesa y demás escritores que en ningún momento se han portado de forma grosera, al contrario, muchas de las veces son tímidos y es realmente interesante acompañarlos en la búsqueda de libros.
La compra al final se pudo realizar y se llevaron sus libros. Repetimos una y otra vez frases emblemáticas en torno de un alivió burlón como “No me toques, soy influencer” y “Te estoy haciendo publicidad” tomando el celular en señal de grabación.
En general nadie del equipo quiso buscar el video y ahora mientras escribo esta anécdota sigo sin encontrar el video del famoso reto, seguramente la culpa es mía por no tener el algoritmo adecuado para que me aparezca un reel de esos.