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Por Gilberto González (@gilbertrotsky)

Puebla, México, 14 de julio de 2020 [GMT-5] (Neotraba)

Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable;

tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano,

todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.

J.L. Borges

Después de varios años, regreso. Fueron días de muchas anécdotas, pasó de todo, México se transformó, lo mismo esta revista dirigida por Óscar –uno de mis grandes amigos– que, por suerte, ha construido una voz incluyente, creativa y crítica: “From Puebla to The Mundo”. Es un placer unirme a esta revista cultural.

En 1944 se publica Ficciones de Jorge Luis Borges, uno de los pilares de la literatura universal, entre sus laberintos está el cuento de “Funes el memorioso” que, dicho por el propio autor, es “una metáfora del insomnio”, nada más actual en esta noche que parece interminable.

Ficciones de Jorge Luis Borges
Ficciones de Jorge Luis Borges

La memoria prolija de Funes es un espejo de nosotros: los noctámbulos que hemos nacido de este crepúsculo nombrado COVID-19, pandemia que lleva más de 11 millones de contagiados en el mundo y más de 500 mil muertos. Cómo no horrorizarse ante esta situación, son tantas las cifras que, lo mismo que Irineo, hemos transformado el significado de ellas en nombres. Nombres de las personas a las que queremos: Alonso, Aureliano, Beatriz, Roberto, José Luis, Laura, sólo por nombrar a algunos. No pensamos en los más de 280 mil casos en el país, sino que transformamos su sentido, los números son digeridos por sujetos: rostros disparados al enunciar cifras inconmensurables. El lenguaje también ha sufrido una irrupción desde sus entrañas.

La realidad de Irineo Funes se tergiversa, no logra comprender las generalidades de lo nombrado: “le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”. ¿Desde qué perfil hemos observado al coronavirus?, estoy seguro de que no tuvo el mismo sentido en febrero que ahora en julio. Estamos encerrados en nuestra caverna mirando sombras, cegados por las palabras: cuarentena, pulmones, pandemia, hospital, comorbilidad, cubrebocas: muerte.

Todas las estructuras construidas desde la cotidianidad se van transformando y al mismo tiempo estamos agregando policromías a nuestro lenguaje, lo cual no implica una mayor capacidad interpretativa, quizá sólo agrega mayor espesura a la liquidez de lo que estamos viviendo. De repente nos arrolló esta nueva enfermedad –normalidad– lo mismo le ocurre a Funes sólo que con otro verdugo, un “redomón”.

Foto de Julieta González Morán
Foto de Julieta González Morán

Borges, en “Funes el memorioso”, nos plantea un personaje moribundo que recurre a la memoria y al lenguaje para deconstruir su ausencia corpórea, como una suerte de premonición de su fallecimiento que, en realidad, es la muerte de lo humano. El coronavirus no acabará con nosotros, aunque algo de la humanidad cambiará.

Al final del relato, Funes muere, Borges escribe: “Irineo Funes murió en 1899, de una congestión pulmonar”, desde luego se trata de una ironía, ¡vaya sincronicidad!

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