Con las mujeres nunca se sabe.
Atzin Nieto hace una revisión de la obra noir de Boris Vian, un autor que está más allá de su obre más conocida: El Lobo hombre.
Atzin Nieto hace una revisión de la obra noir de Boris Vian, un autor que está más allá de su obre más conocida: El Lobo hombre.
Atzin Nieto (@romancenegro)
Ciudad de México, 05 de marzo de 2020 (Neotraba)
Hace algunos días estaba en la casa de una muy querida amiga mía que es tan aficionada a las novelas policiacas como a usar lencería negra. Ambos celebrábamos nuestra recién soltería con un par de Modelos oscuras al sonido de Duke Ellington, cuando tomó de su librero un ejemplar de El lobo-hombre, un libro de cuentos del polifacético escritor francés Boris Vian. Ella mencionó que había comenzado a leer los primeros relatos, sin embargo, no estaba preparada para lo que pronto encontraría; historias surrealistas, hilarantes, absurdas, algo totalmente distinto a lo que estaba acostumbrada.
Me reí mientras observaba el contorno de sus rodillas apenas cubiertas por un corto y entallado vestido negro adornado con rosas rojas. Después le dije que si los cuentos le habían dejado ese amargo sabor de boca no podría disfrutar de las novelas, sobre todo de las noir, ya que, para mí gusto, tanto Escupiré sobre vuestras tumbas, como, Todos los muertos tienen la misma piel, son de las mejores novelas negras que he leído en mi corta vida. Mi amiga dejó de beber e intento disimular la cogorza y serenarse antes de posar aquel par de ojos verdes en mis labios y preguntarme el por qué entonces escribía tan feo o si era un error de traducción por parte de la editorial.
Le mencioné que no era ni una ni la otra, sino todo lo contrario, ya que según Breton en su primer Manifiesto surrealista mencionaba que: “Los locos son, en cierta medida, víctimas de su imaginación, en el sentido que ésta les induce a quebrantar ciertas reglas, reglas cuya transgresión definen la calidad de un loco…” y Vian sigue esa veta a la hora de escribir sus obras, sobre todo las que no son policíacas, como por ejemplo: La espuma de los días, La hierba roja o El arrancacorazones.
Una mujer que usa un perfume de frutos rojos en la primera cita es mortal y ella lo sabía, pues debió de haber visto mi expresión cuando volvió con dos nuevas latas de cerveza no sin antes dejarme apreciar las bondades de la naturaleza custodiadas por aquel vestido. Traté de disimular mi emoción y comencé a decirle que disfrutaba leer tanto a Boris Vian como a Vernon Sullivan, sin embargo, me decantaba por este último pues sus novelas negras están llenas de sexo, violencia, erotismo, intriga y mujeres de moral dudosa que no titubean a la hora de usar lencería rosa y disparar un revolver a quemarropa. Mi amiga espetó que odiaba el color rosa y que por eso prefería usar el color negro, sobre todo en las ocasiones especiales, aunque a veces podía darse el lujo de prescindir y sentirse más libre.
Sonreí con la misma sonrisa como la de aquel niño que descubre sus regalos en su cumpleaños. Con el fin de no pensar más en anatomía humana le mencioné que aunque no recordaba en dónde pero según yo había leído que el mismísimo Borges, otro aficionado al género policial, mencionó que la fórmula más recomendable para escribir una buena novela policíaca es: evitar culpar al mayordomo, recurrir a un gemelo malvado, tener más de un culpable, pero sobre todo no podía haber dos protagonistas que se complementaran y resolvieran los peores crímenes posibles, ya que era un recurso desgastado y nadie quería leer una historia con un Quijote y un Sancho jugándole dizque al detective, algo que por supuesto Boris no hace, ya que en la mayoría de sus novelas los personajes principales siempre son dos.
Por ejemplo en las últimas dos novelas policíacas son protagonizadas por un dúo, en Que se mueran los feos están Rocky Bailey quien junto a Gary Kilian se ven envueltos en un rocambolesco secuestro el cual se va complicando a tal grado que no faltan las mujeres hermosas con cuerpos de maniquí, el FBI, varios gangsters y un doctor chiflado de apellido Schultz que busca erradicar la fealdad del planeta. Una trama hasta cierto punto surrealista con pequeñas dosis de humor negro.
Mientras que Con las mujeres no hay manera son Francis Deacon y su hermano Johnny quienes se vuelven detectives aficionados y tienen que enfrentarse con una banda de lesbianas que han secuestrado a una rica heredera. Aquí la acción ocurre de una manera ágil y no faltan los asesinatos, el travestismo, las violaciones, el hurto de un cadáver y una carrera vertiginosa en la cual los hermanos viven la mejor aventura de su vida. Sin duda una de las mejores escenas es la orgia de los hermanos con una feminista.
Noté que mi amiga se arreglaba el vestido, el cual se obstinaba por dejar al descubierto un par de muslos que harían sacar al cavernícola que hay en cualquiera de nosotros, por lo que yo seguí contándole que Boris Vian había decidido escribir novelas negras para demostrarle a la crítica lo estúpida que podría llegar a ser, ya que las cuatro novelas policiacas que escribió las firmó utilizando el seudónimo de Vernon Sullivan, argumentando que Sullivan era un escritor afroamericano cuya obra había sido rechazada en América por su excesivo sadismo y un afán de venganza por parte de la raza negra y él era su traductor.
Algo interesante es que las dos primeras novelas, Escupiré sobre vuestra tumba y Todos los muertos tiene la misma piel, parten del tema del racismo, con protagonistas solitarios, aquí no hay parejas que se complementan, pero los personajes se ven inmersos en una serie de circunstancias que los obligan a tomar las peores decisiones posibles y ser arrastrados por una vorágine que los termina por destruir.
En primero lugar Escupiré sobre vuestras tumbas está protagonizada por Lee Anderson, un estadounidense un tanto peculiar; un negro albino quien ha decidido vengar no sólo la muerte de su hermano pequeño pues cometió el delito de enamorarse de una niña blanca, sino también la brutal golpiza que le dieron al hermano mayor, ambas ejecutadas por racistas blancos. Anderson decide cobrárselos caro y a su modo, ya que en la obra las escenas eróticas, violentas y sádicas funcionan de tal forma que el lector disfruta de inicio a fin la novela. Sin duda la más negra y dura de las cuatro.
En Todos los muertos tiene la misma piel se narra la historia de Dan, un mestizo que ha logrado integrarse a la sociedad blanca sin que nadie sospeche sus orígenes. Su vida parece ser perfecta hasta que recibe la visita de su hermano de color quien amenaza con revelar su pasado negro, por ende, Dan decide asesinarlo, no sin antes haber disfrutado los más sublimes placeres que un par de hembras negras pueden brindar, lo cual lo conducen a un camino sin retorno. Narradas en primera persona y con una agilidad endemoniada, Vian construye un par novelas que literalmente rompen con toda su producción literaria hasta ese momento.
Inclusive uno puede notar las influencias de Vernon Sullivan porque toma ciertos elementos de James M. Cain, uno de los grandes escritores del género negro en la década de los treinta, con historias en donde se mezclan sexo y codicia, como El cartero llama dos veces, El estafador o Pacto de sangre, y de James Hadley Chase, quien logra colarse a la fama con El secuestro de Miss Blandish. Vian logra ser parte de un restringido catálogo de autores que pasaran a la inmortalidad, por lo menos en el género negro.
Por último le dije que podíamos ver la adaptación cinematográfica de 1958 de la novela Escupiré sobre vuestras tumbas, del director Michel Gast, aunque sinceramente no era ni la mitad de buena que el libro ya que el guion que escribió Vian, basado en la adaptación teatral me parecía mucho mejor. Esto debido a que lograba rescatar escenas contundentes de la novela, lo cual le daba cierta fuerza y ayudaban a cerrar con un final distinto al original. Además, un dato curioso, fue la última película que Boris vio en vida antes de morir fulminado en su asiento.
Ella me golpeó en el brazo y se levantó con la intención de acomodar primero su vestido y luego los envases vacíos de cerveza. No sin antes decir que yo era un ñoñoir y ahora entendía el por qué para algunos escritores mi presencia les resultaba bastante incómoda pues para mi edad tenía un domino amplio del género a tal grado que parecía saberlo todo. Sonreí. Le dije que esperaba no fuera este el caso y que podíamos seguir siendo amigos, incluso si compartíamos la misma cama también podría contarle el por qué me gustaban más las mujeres que leen novelas policíacas antes de dormir y a veces también al despertar.
Mi amiga me aventó el libro de Vian en la cara antes de guiarme a una nueva aventura surrealista en su habitación y aprender de una vez por todas que con las mujeres nunca se sabe.