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Ciudad de México, 1 de junio de 2025

El cuerpo por Fabiola Arellano

El cuerpo habla hasta por los codos.

Habla con el viento y con sus divertidos susurros, aprende a flotar en el agua, se deja acariciar por las hojas de los árboles.

El cuerpo no resiste el fuego, aunque a veces juega a convertirse en él. Arde y le quema la quemazón del dolor. La quemadura que queda es húmeda y marca el mapa de la piel. Luego del tiempo lo que comenzó siendo una mancha inflamada parecida a un cadáver, se descama y deja de doler, inaugurando el permiso del cuerpo para poder olvidar.

El cuerpo se acelera, va detrás del futuro al que jamás alcanza.

A veces el cuerpo juega a volar, intenta esquivar el tiempo, ganar una ganancia que no sabe qué es ni si fue lograda. Cuando el cuerpo está en medio del tráfico e intenta correr a quién sabe dónde, olvida el presente. Va como un pollo sin cabeza siguiendo a una inercia que nace en lo racional que no es razonable.

El cuerpo hace malabares, hasta aprende a hacerse el muertito como el tlacuache, se acomoda, se protege, se arriesga.

El cuerpo habla y cuando no es escuchado, grita y si el grito tampoco es escuchado, colapsa y algunos colapsos no tienen vuelta atrás.

Somos nuestros cuerpos, esos cuerpos que van hablando y que aprendemos a silenciar.

Somos el aviso del cuerpo y también el abandono al que lo sometemos.

Pudiendo convertirnos en personas expertas de la escucha del cuerpo, solemos trabajar en ser expertas para enmudecerlo, ensordecerlo, sometiéndonos al sometimiento que ya estaba mucho antes de que nosotras llegáramos.

El cuerpo traduce, grita, lo agradezco.


Fabiola Arellano Jiménez brinda acompañamientos en Terapéutica Colectiva, colabora con La Lleca Colectiva brindando acompañamientos a personas en contextos complejos (penitenciarias y okupas), es docente, psicoterapeuta independiente, mamá de mini Cookie Monster come libros, compañera de un loco amante de los perros y de un gato llamado Fiasco.


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