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Ciudad de México, 19 de abril de 2025 (Neotraba)

Deseo que, al entrar a las rejas de las prisiones, seamos capaces de sentir la piel del mundo en esos cuerpos que han sido lanzados a las salas de castigo que precarizan la fragilidad que ya estaba rota. Tumbas que no entierran, muertes que son incompletas ya que permiten que la carne entre en un trance de respiración sin aliento.

Deseo que el arrojo nos arrope al atrevernos a mirar la luminosidad en la tristeza; que sigamos aprendiendo a acompañar a aquellas pieles descamadas, mirándolas desde las memorias de esas infancias que fueron y que inauguran una celebración de vida cada que logran reaparecer; que la penumbra no apague al juego, que continúe la alegría llegando sin pedir permiso.

Deseo que, al ir al encuentro con esas vidas que son iguales a las nuestras, vayamos con atención al sentido del presente, llevando en la piel el recuerdo del mundo, el recuerdo de la calle, llevando a La Lleca en los brazos. Ir a la búsqueda con curiosidad, con fragilidad, con cercanía e ingenuidad. Ir creyendo en un porvenir alentador que tiene la potencia de llegar a ser, ir con la melancolía por ese pasado que se tiñe de un supuesto tiempo venidero que alienta, resguardando a las promesas, abrazándonos en ellas.

Ir al desborde regulado, a la frontera, bordearla, sentirla con dulzura, conectar, crear puentes, sabernos mentes nacientes en esas interconexiones que no sabemos del todo cómo nos atraviesan. Ir recordando que las prisiones no son museos, que las posturas políticas no son opcionales, hablar del temor, articularnos desde el miedo, generar límites, traicionarlos, ampliarlos, apilarlos, respirarlos, explotarlos, pausar, generar intensidad, tener presente que, aunque no seremos bienvenidas, la idea es seguir acudiendo a los lugares en los que se supone que no debemos estar.

La cárcel es una ciudad en la que todo se intensifica. Dicen que ya estamos rotos, ¿qué le vamos a hacer? Tal vez seguir hablando de lo que no se nombra, quizá traducir al mundo, sentir su piel, el borde, el límite, la extremidad, esa que toca a la otra extremidad.

Salúdala, abrázala, atrévete a recordarle que no está sola, aunque esté rota.

Deseo que vayamos a desafiar ese guion amargo que no permite abrazar a los cuerpos que han sido descartados, soñar que es posible la creación de ese mundo que necesitamos, que nos arropa y que con su fragilidad nos constituye.


Fabiola Arellano Jiménez brinda acompañamientos en Terapéutica Colectiva, colabora con La Lleca Colectiva brindando acompañamientos a personas en contextos complejos (penitenciarias y okupas), es docente, psicoterapeuta independiente, mamá de mini Cookie Monster come libros, compañera de un loco amante de los perros y de un gato llamado Fiasco.


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