Paradoja de los ausentes.
Israel Rosas escribe sobre las personas que están con nosotros y también sobre las que ya se han ido... una forma de recordar a nuestros seres queridos.
Israel Rosas escribe sobre las personas que están con nosotros y también sobre las que ya se han ido... una forma de recordar a nuestros seres queridos.
Por Israel Rosas (@irosasr)
Muchas y variadas son las tradiciones alrededor de los festejos de cumpleaños. Mientras hay personas que prefieren no festejar -salvo en múltiplos de cinco o de diez años- hay otras que festejan a lo grande cada doce meses. En general, lo que uno celebra es haber burlado a la muerte un año más, para seguir compartiendo momentos con la gente cercana y disfrutar de los gustos propios y ajenos.
Con esto en mente, llegar a 85 años amerita un festejo digno de recordarse. Es cierto que la cifra es significativa por sí sola, pero el contexto de la fiesta en cuestión es particularmente significativo, ya que se trató del festejo de mi tía, la hermana de mi abuela. La misma que se me fue sin compartir conmigo su receta del arroz con leche.
Recuerdo, por ejemplo, aquellas tardes en las cuales mi abuela nos llamaba por teléfono luego de haber pasado prácticamente el día completo con su hermana. Eran días de desayunos, películas y visitas a museos, que se convirtieron en la rutina de una buena cantidad de años.
Por eso, cuando la festejada brindó con sus invitados, recurrió a la paradoja de los ausentes. No solo recordó a mi abuela. Tuvo en mente a sus -nuestros- seres queridos, que no estaban físicamente con nosotros pero nos acompañaban de diversas formas. A mí, por ejemplo, parece que no se me va a quitar la costumbre de querer contarle a mi abuela que los mariachis tocaron canciones de Javier Solís. Mariachis con sabor a nostalgia.