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Por Helga Krebs Schmidt

Hermosillo, Sonora, 23 de septiembre de 2022 [00:03 GMT-7] (Neotraba)

Helga Krebs Schmidt (Sonthofen, Alemania, 1928-Hermosillo, Sonora, México, 2010). Artista plástica chilena de origen alemán, exiliada en México desde 1974 a causa del Golpe de Estado en Chile. Su obra temprana de estilo abstracto, y posteriormente se le relacionó con la Neofiguración, el Surrealismo y el Arte Pop. Recibió varias distinciones a lo largo de su amplia trayectoria. Sus obras se han exhibido en museos y galerías de América, Europa y Asia. En alguna ocasión, Krebs declaró: “De no haber sido pintora, hubiera sido poeta”. Los poemas aquí presentados pertenecen al libro La curvatura de la manzana, publicado de manera póstuma.
Amistad de los lagartos de Helga Krebs Schmidt
Amistad de los lagartos de Helga Krebs Schmidt

Conjeturas acerca de Marisol

I

Habida cuenta
que nunca la favorecieron
las matemáticas en la cocina,
ella calcula en cambio
con pasión exacta
las muchas propiedades
perfectibles del prodigio
agazapado en el fulgor
de una bomba explosiva.

A su debido tiempo
la taciturna partió
llevándose sus ojos claros
y su andar pausado y elusivo.
Solo noticias brujas
sobre los éxitos
de la ciencia clandestina
y breves añoranzas de amor
invaden a veces
a los olvidadizos.

II

Los extraordinarios ojos luminosos
de los veranos de ahora reconocen
a los pequeños aviones de alas
de terciopelo negro y amarillo
asolando el huerto y masticando
las naranjas en vano vigiladas.

Con pasión exacta estudiamos
los ciclos de la mariposa
y calculamos la perfectibilidad
inagotable de las larvas.

Meditación de King Kong en la playa

(Es posible que en ciertos
aspectos el conocimiento
humano provenga de un fruto
diferente de aquel
que saboreó el primer simio)

EN MAR ABIERTO
RETUMBA...

(y engañoso es el lamento
del linaje descarriado
por los apetitos
del pobre desnudo inocente.
Pues también nosotros
somos herederos
de la muerte).

... VICTORIOSA
LA CARCAJADA...

(Mientras ellos movilizan
su maquinaria de venganza,
yo me conmuevo con la caliente
luna y el perfume de las locas
enredaderas encendidas
por todo el país).

... DE LA GRAN BALLENA
AL BURLAR LOS ARPONES
Y VOLCAR DE UN MAGNÍFICO
COLETAZO LA LANCHA
DE SUS PERSEGUIDORES.
Señora Harpía y familia de Helga Krebs Schmidt
Señora Harpía y familia de Helga Krebs Schmidt

Cabellera

I

Apenas joven adulto por un segundo
mi proyecto de personaje ya es
sombra irreconocible. 	Clavado
en la cúpula del reactor siembra
su perfección carbonizada.
Un polen maduro de plutonio
sentencia a floración
el agitado pulso
de la escoria.

II

Hace mucho tiempo que ella
clausuró la fantasía.
Se casó con otro, y solo
en noches demasiado oscuras
su cabellera escurre
llovizna casi invisible.
Sus manos se extenúan
acariciando a los niños
que apaciblemente
han comenzado
a sangrar.
Tal vez una clara noche de Helga Krebs Schmidt
Tal vez una clara noche de Helga Krebs Schmidt

(No habrá) Retrato de María

I

Desdibujándose el verano,
las fogatas y los días
flama a flama
se extinguen,
y el hombre
que ahora entra
a su casa, se propone
tejer un capullo apretado
que ciña su memoria alrededor
de los colores de María.

María llegaría a ser
un verde traslúcido
(casi pecho),
un amarillo pardeando
(apenas ojo),
un cándido borrón
(la boca que nada
en la niebla vibratoria
del otoño).

La imprecisión
de los materiales
lame, mordisquea
los contornos
y corrompe el perfil
de la doble mancha
en la tela y en la mente.
Infieles se vuelven
identidad, semejanza
y el amoroso espacio
que ella encendía
entre nosotros.

II

No habrá retrato de María.
Tampoco nadie tomó jamás
fotografías antes de su muerte
en combate. 		No obstante,
la mano ausente no dejará
de sacudir hasta cascar
y hender el severo
camuflaje del invierno.

III

Con el primer sol
más cálido, el hombre
saldrá a limpiar su arma.
Y remontando los torrentes
su nervio reconocerá
un verde luminoso
en la nueva ignición
de la hoguera.
Vuelve el alma al cuerpo de Helga Krebs Schmidt
Vuelve el alma al cuerpo de Helga Krebs Schmidt

Mujer desnuda en el muelle

 A la memoria de mi madre

El mar, estruendo
y remolino de sulfatos,
de pronto me devuelve
a mi joven nadadora.
Leve y desnuda emerge
como desmemoriada y viene
subiendo por la escalinata
rota del antiguo muelle.

Al pasar junto a mí,
bañada de burbujas,
no me ve. 	Yo no existo.
Un filamento de alga
en su ancha boca sonámbula
escurre agua. 	Ebrios
los ojos color de acero
se despiden de una tempestad
en el horizonte.
Yo no existo.

No existo. 	Y reconozco
su imprecisa distracción
al empuñar el manubrio
de la bicicleta y partir
calmosa a lo largo
de las tablas carcomidas.

Yo no existo. 	(Casi capullo
de espuma, mi cuerpo no ha
dislocado aún el vientre
de la pequeña nadadora).

Por el embarcadero
las ruedas se demoran y giran
lentamente hacia el pecho
del amoroso extraño que hoy,
junto con la noche
de hace más de medio siglo,
se bajará del tren
a las 7:15 en la aldea.

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