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Por Adriana Barba

Monterrey, Nuevo León, 07 de mayo de 2021 [00:31 GMT-5] (Neotraba)

Mi gallina siempre está cacaraqueando,

pone un huevo y siempre está cacaraqueando

Fito Olivares, La gallina

La semana pasada esta frase estuvo muy presente: “deben de cacarear sus libros”; la escuché en una charla cualquiera y reflexioné sobre su presencia en mi vida.

La verdad trato de estar muy lejos de la gente que es experta en cacarear.

Cacarear: Alabar encarecidamente las virtudes de una persona o de una cosa, generalmente para hacerla pública o más conocida.

Todos tenemos un conocido o familiar cercano –o lejano– con una maestría de este tipo. Sabemos muy bien que a veces, bueno, casi siempre y más en el área laboral, se necesita repetir esta práctica.

Me sentía tan inexperta en esto que me puse a pensar: “A ver, qué onda con mis cacareadas, qué situación pasó en la infancia que ahora me da el poder para detectar a los cacareadores y estar lejos de ellos.” No encontré respuesta. ¿Será acaso de vidas pasadas?

Por si son peras o son manzanas, el día de hoy actuaré muy chocante y haré el ejercicio de eso que me cae tan gordo.

Antes de escribir ya me sentía muy salsa, entonces comprendí un poco la actitud de los cacareadores expertos.

Hoy les quiero hablar de una joven muy sencilla, con una paz desbordante, su sonrisa te inspira confianza. Aunque no la conozcas, su vibra te llenará de cariño, de tranquilidad. La conocí hace diecisiete años, y aunque tenemos muy poco en común, nos tenemos un enorme respeto.

La emoción de leer un libro nuevo. Foto de Adriana Barba
La emoción de leer un libro nuevo. Foto de Adriana Barba

Hace diez años empecé a ser su maestra, recuerdo que hacía las mejores reseñas, escribía había sin h y raramente acentuaba pero sus escritos tenían algo que me hacía admirarla. Era muy pequeña, ocho años cumplidos y leía con la entonación de un adulto.

Aquí cabe la frase “educar con el ejemplo.” Llenarse de libros y platicar sobre ellos era su día a día; así creció, no había excusas como “No tengo tiempo para leer” o “Tengo mucho trabajo”.

Ella lee para estar bien, para vivir otras vidas en otros mundos, lee para ignorar menos. En este momento está escribiendo su primera reseña formal, de esas que ya no van en las calificaciones de la escuela, los años de lectura la respaldan y un editor de lujo la acompaña.

¡Dios! Qué lindo se siente cacarear. Ahora entiendo todo, una disculpa por mis críticas a quien constantemente lo hace, esa jovencita hace diecisiete años vive conmigo y me llama mamá.


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