Escribir la anormalidad: minificciones para sobrevivir al confinamiento
Escribir la anormalidad | Desde Oaxaca, César Dite nos comparte dos minificciones que trabajó en el taller de escritura creativa de Macaria España.
Escribir la anormalidad | Desde Oaxaca, César Dite nos comparte dos minificciones que trabajó en el taller de escritura creativa de Macaria España.
Por César Dite
Oaxaca, 7 de abril de 2021 [00:02 GMT-5] (Neotraba)
El Covid-19 ha cumplido un año entre nosotros. En medio de la pandemia, en el mes de octubre, impartí virtualmente un taller de escritura creativa en el Centro Educativo y Cultural del Estado de Querétaro Manuel Gómez Morín, con la intención de que los escritores plasmaran a través de las letras, cómo vivían esta “nueva normalidad” derivada de la contingencia sanitaria por el virus, y que en realidad es una anormalidad.
Así que les presentaremos en estas semanas cada uno de los trabajos de algunos participantes al taller, gracias al espacio en Neotraba. Hoy toca el turno a César Dite desde Oaxaca, quien nos propone una idea: ¿qué tal si todo ha sido una película?
Macaria España.
I. Confusión
Todo parecía turbio y confuso. Eso pensaba aquel abril del 2020. Ideas vagas e imprecisas se arremolinaban en mi mente como queriendo presagiar algo, era la madrugada más callada y apacible en donde uno intuye que la primavera es arrebatada impredeciblemente, de pronto me sentía huérfano de un tiempo benigno, lleno de horas vacías. Sumido en el abandono y hambriento en mi habitación recordé a un viejo amigo decirme que estaban jugando con nuestro miedo, experimentando en el laboratorio social con nuestra conducta de homo sapiens, pues al imponernos guardar largas cuarentenas y un riguroso distanciamiento físico se nos imponía un confinamiento austero.
A la mañana siguiente me desperté y encendí el televisor. Una a una se propagaban las noticias sobre la existencia de un virus malicioso, mortal y que rápidamente se diseminaba por todo el orbe terrestre, afectando desde Asia, Europa, pasando por Medio Oriente, África y América Latina descargando su veneno como un huracán desbocado. Intoxicado y bombardeado por este nutrido número de informaciones, la incertidumbre se apoderaba de mi cuerpo como dando zumbos en mi cerebro para volver más confusos mis pensamientos.
Aposté por visitar amigos para comprender lo delicado de la situación. Concluimos que era necesario “volver al origen”, cosechar nuestros propios alimentos, construir huertos y granjas, para no depender de la voracidad del mercado global, de sus múltiples dominios, y no caer entonces en el precipicio del desconcierto.
II. Despertar
Al escuchar el sonido estridente de los grillos en la noche tenebrosa, traté de conciliar el sueño, pero la idea de un virus malicioso estallaba en mi mente y corroía mi cuerpo. Temblando y sudando recordé la hipótesis de que los virus son inofensivos al estar a la intemperie y a una temperatura alta, de lograrse introducir sutilmente en mí, me convertiría en un monstruo capaz de colarme por los vericuetos más íntimos de mi alma.
La sola idea de sentirme infectado me enfermaba, me asfixiaba con palabras banales. Era necesario reposar un poco. De pronto escuché la voz de una mujer que me llamaba para tener intimidad, cerré los ojos, traté de darle un sorbo a la botella de whisky pero estaba vacía. Me asomé por la ventana, afuera flotaban los fantasmas cotidianos en las avenidas, me di cuenta que estaba viviendo dentro de una película, sólo que esta vez, el director estaba filmando en todo el planeta.