La Venus, povera y contemporánea
Erizo Media | Luis Nothingman habla de "La Venus de los trapos", una obra de arte contemporánea del artista Pistoletto.
Erizo Media | Luis Nothingman habla de "La Venus de los trapos", una obra de arte contemporánea del artista Pistoletto.
Por Luis Nothingman
Tijuana, Baja California, 18 de febrero de 2021 [00:01 GMT-5] (Erizo Media)
La apreciación estética frente al arte contemporáneo pierde su sentido. Nos resulta complicado entender cómo el arte cambió a partir del siglo XX o, quizá mejor, nos parece incomprensible el modo con el cual los ojos de Duchamp nos plantearon, por primera vez, apreciar el arte de acuerdo a lo que un objeto es capaz de provocar a nuestros sentidos más allá de lo que prejuzgamos como artístico. El arte contemporáneo es, entonces, un abandono de la racionalidad, es confrontar nuestra propia experiencia con el bagaje cultural personal con el que contamos, es simplemente, provocación.
No pretendo aquí ser pragmático y preguntar si frente al arte contemporáneo estamos entre la espada y la pared, es decir, si lo apreciamos en su justa medida o simplemente lo odiamos sin más. Solo pongámonos a pensar cuántas veces no hemos escuchado, cuando estamos en un museo, expresiones tales como, “esto hasta un niño lo puede realizar”; “aquí no hay nada de bello.” “¿Por qué esto es considerado arte?” La primera vez que escuché algo similar, no pude evitar pensar en que quizá la persona que lo hizo contaba con muy poca cultura, sin embargo, me cuestionó profundamente el porqué hay quienes no pueden ver en la rueda de una bicicleta o en un urinario una expresión artística.
Pues bien, no hace mucho, un par de meses quizá, en redes sociales una buena amiga mía publicó una fotografía de “La Venus de los trapos”, de Pistoletto, comentando que era “la peor obra de arte que había visto en su vida” (sic); de nuevo me quedé pasmado, no por el comentario en sí, sino por la persona que lo realizó, y aunque le hice una pequeña observación de lo que esa obra representa y es, resultó inevitable ver, una vez más, que muchas personas pensaban al igual que ella. La obra de Pistoletto es basura. ¿Qué puede tener de artístico y estético un montón de ropa apilada sin ningún sentido? Y lo peor, si yo junto mi ropa sucia un domingo en la mañana en un rincón de la alcoba, ¡voilà!, ya soy un “artista”. ¿A eso se ha reducido el arte para muchas personas? Pensé. ¿Existe una incapacidad o ignorancia para poder apreciar determinadas expresiones artísticas? Mejor aún, ¿se necesita recibir una determinada educación para ser capaces de desarrollar un pensamiento crítico y lograr apreciar un objeto en particular que ha sido puesto frente a nosotros para ser contemplado de manera estética?
Estas preguntas son algunas de las que ha generado el arte contemporáneo, y aunque existen muchos análisis al respecto, el tema siempre es recurrente. Cuando apreciamos —por ejemplo— los cuadros de Rembrandt, los matices sublimes en las pinturas de Vincent van Gogh, lo magnífico en las esculturas renacentistas de Donatello pasando por Miguel Ángel y muchos más, nuestra capacidad de apreciación se refleja en la obviedad, ahí el objeto es indudablemente majestuoso y no dudamos ni un segundo en llamarlo arte, pero cuando Duchamp nos puso un “pala”, Pistoletto “una pila de ropa” o Gabriel Orozco “una caja de zapatos vacía”, para que la consideremos una pieza de arte, como espectador la realidad nos golpea y es cuando surge la pregunta más importante de todas: ¡¿por qué diantres esto es arte?!
Justo de eso trata el arte contemporáneo, de hacernos cuestionar la realidad, de tener consciencia (sí, así con sc) de lo que el artista pretende, de mover nuestras emociones y nuestras sensaciones, y eso incluye también, odiar una obra, pues al momento de detestar algo que nos parece superfluo, sin sentido, patético o burdo, el arte está cumpliendo con su función, dado a que está generando una respuesta a los sentidos. En el caso de La Venus de los trapos, al pertenecer al, arte povera, contiene un contextualización que se vuelve vital para su apreciación y reflexión, si bien no se requiere una antecedente, sí al menos una análisis previo que nos ayude a proyectar lo que pretendemos ver, es decir, debemos trasladar el objeto a un plano distinto al de su función primigenia, ya que ha perdido su cometido original que, a la par, tampoco busca una experiencia estética, así este acto de declarar un objeto, como lo es “un montón de ropa” en obra artística, se está modificando la realidad al instante (“en el momento y para el momento”). En palabras de María de Lourdes López Aguirre, “existe una resignificación del objeto” que lo convierte en algo nuevo y diferente. Por lo tanto, nos hace “dudar, cuestionarnos y confrontarnos” con nuestras propias limitaciones interpretativas, con nuestra propia ignorancia, y la finalidad de toda obra de arte vanguardista siempre es eso, desnudar el pensamiento y mover los sentidos a un plano distinto, dejando de lado la racionalidad.
La escena más cómica de lo que comento se da en la película francesa, Intouchables, dirigida por Olivier Nakache y Éric Toledano, justo en el momento cuando Phillipe (interpretado por François Cluzet) y Driss (protagonizado por Omar Sy) visitan un museo. Mientras Phillipe observa un cuadro por un largo rato y decide comprarlo, Driss le comenta que “no puede comprar esa basura, es imposible”, Phillipe le contesta que es posible, a lo cual Driss le reviere: “¡El tipo quiere 30 grandes por una hemorragia nasal!”, Phillipe, calmado le pregunta, “Dime, Driss, según tu opinión, ¿por qué la gente se interesa por el arte?”, “No sé, es un negocio.” “No. Porque es la única huella de nuestro paso sobre la tierra.” Driss responde: “Tonterías, Phillipe, yo por 50 euros, te dejo la huella de mi paso sobre la tierra y hasta le pongo azul.”
Cierto, es una escena graciosa pero que refleja justo el punto. Driss no logra comprender la pintura, mientras que para Phillipe el cuadro le representa calma y agresión. Pero tampoco nos vayamos al plano imaginario, recientemente en el incidente que tuvo Avelina Lésper, en la Zona Maco, también se evidencia lo mismo. Cuando Lésper (quien se supone es crítica de arte) rompió la obra de Gabriel Rico, en su disculpa pública se ofreció a “repararla”, como si el objeto, valuado en 20 mil dólares, pudiera ser replicado, como si se tratara de un producto hecho en serie. La incomprensión del arte contemporáneo, la ignorancia sobre él, genera ese tipo de reacciones y evidencia, eso sí, una ausencia total de cultura, porque no basta con tener educación, sino también tener cultura y, para ello, sí considero que el sentido estético se desarrolla desde temprana edad.
La Venus de los trapos, como lo dijo el propio Pistoletto, “representa la permanencia de la historia y, al mismo tiempo, el cambio cotidiano. La inmutable belleza marmórea de la Venus recuerda la antigüedad, mientras que los trapos evocan el proceso de transformación, el de las modas que pasan y la degradación de la materia: resultan de un sistema consumista.” Así que no se trata de una simple pila de trapos. Entonces, ¿por qué para muchas personas, al ver la escenificación de la obra, solo pueden ver montones de tela sin ningún sentido que bien pueden tener ellos mismos arrumbadas en sus casas?, ¿qué es aquello que les impide trasladar el objeto sujeto a contemplación fuera de su concepción original?, ¿qué ausencia de conocimiento se refleja cuando el espectador no puede movilizar referentes culturales para encontrar el sentido de la obra? Quizá la simple ignorancia.
El arte contemporáneo en sí, nos lleva por vericuetos peligroso, eso no lo podemos negar, existen “obras”, concepciones e ideas que simplemente no merecen ser tratadas como tal y, sin embrago, atraen a cientos de personas y los obligan a analizar, ejemplo de ello es, El arte invisible, impulsado actualmente por James Franco y Praxis, al igual que por Lana Newstrom y algunos más; empero, quizá eso no se puede comparar con lo que pretende el arte povera. Los matices (actualmente en el arte) ya no le corresponde establecerlos al artista sino al espectador, las obras ahí están, la expresión artística vive y las provocaciones no faltan. Aun así, de vez en cuando siempre es bueno alzar la voz y decir que la abuelita se comió al lobo.
Esta nota se publicó originalmente en Erizo Media:
https://erizo.org/la-venus-povera-y-contemporanea/